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Los políticos y la gripe A

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L a gripe A apenas está teniendo incidencia en la provincia. Al menos de momento. Pero ya está causando un daño que, quizá para algunos, pueda ser irreparable. La historia es sencilla. Tan sencilla como cabreante. Podían ustedes leerla el pasado miércoles en un artículo de Elena Martos en estas mismas páginas. En él se desvelaba que el Servicio Andaluz de Salud ha paralizado un proyecto de prevención de cáncer de colon en la provincia a causa de la gripe A. Médicos, enfermeros y demás responsables sanitarios se han visto obligados en los últimos meses a variar sus planes de trabajo a causa del histerismo de los políticos que los dirigen.

La alarma suscitada por el famoso virus H1N1 ha sido tal -y de ello tenemos mucha culpa los medios de comunicación- que ha habido que aparcar diversos temas para centrarse en uno que, a la vista está, no está causando ni la mitad de los estragos que se preveían.

Decían que en otoño iba a ser ingente el número de contagiados. Pues lo cierto es que de momento ya llevamos más de un mes en la penúltima estación del año y nada de nada. Gracias a Dios. De todos modos, los especialistas no paran de repetir de aun en el caso de ser contagiados, el índice de mortandad es mínimo.

PARALIZADOS

Sin embargo, a la gripe A le hemos dado prioridad sobre otros asuntos mucho más graves. Imagínese que es usted un hombre de 55 años y que vive en Loreto. Este año tenía la oportunidad de participar en un programa piloto de detección de cáncer de colon. Hace unos años, a su mujer le detectaron a tiempo uno de mama gracias a un proyecto similar y pudo salvar la vida. O al menos el pecho.

Sin embargo, el día que usted va al centro de salud, le informan de que no, de que tendrá que esperar. El programa se ha paralizado porque hay que centrarse en un asunto con una tasa de mortalidad infinitamente más baja. ¿Y por qué? Pues porque esas decisiones no dependen de los médicos, sino de los políticos, que no tienen ni la más remota idea de lo que es prioritario. Para su salud, digo. Para su superviviencia política lo tienen perfectamente claro. No sé ustedes, pero a mí, cada vez que oigo hablar de la gripe A, me viene a la cabeza la imagen de Trinidad Jiménez, nuestra ministra de Sanidad. Que de Derecho sabrá mucho, pero de Sanidad entiende lo mismo que usted y yo de ingeniería aeroespacial. O sea, nada de nada. Y cada vez que la veo, no puedo evitar pensar: «¿Y en esas manos estamos?»

Pues sí, en esas manos estamos, en las de quien se guía por las encuentas en lugar de por la opinión de los médicos, a los que estamos hartos de oír que el puñetero N1H1 es el menor de nuestros problemas en lo que a salud se refiere. En las de quien se escuda en las directrices de la OMS, mucho más vagas e imprecisas que las de nuestros propios especialistas.

EL DINERAL DE LA VACUNA

Y lo peor es que no sólo se está perdiendo un tiempo precioso que podría dedicarse a otros menesteres. También perdemos un dineral, el que se está destinando a esos millones de vacunas que empezarán a dispensarse a partir del próximo 16 de noviembre.

Un fármaco experimental, cuyos efectos secundarios no están completamente controlados y que, desde luego, un servidor no se va a poner. ¿Alguien puede decirnos cuánto han costado dichas vacunas? ¿Alguien puede decirnos a qué podría haberse dedicado ese dinero?

¿Alguien puede decirnos por qué permitimos todos que los políticos tomen siempre la decisión más popular, la que salvaguarda mejor sus intereses y no los de los pacientes? ¿Alguien puede decirnos por qué desde los medios de comunicación no se denuncia?

En fin, si este otoño muero de gripe A, retiro todo lo dicho.