vuelta de hoja

El marrón

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Los Presupuestos de 2010 han sido aprobados, si bien sin sacar nota. Más exactamente con lo justo, concepto que tiene poco que ver con la justicia, ya que participa mucho más de la oportunidad. En su Diccionario de jergas, germanías y jerigonzas, el gran Ramoncín define el vocablo «marrón» como problema, proceso, causa o sumario, y «comerse un marrón», o sea, intentar deglutirlo, equivale a ser enjuiciado. Si fuéramos capaces de expresarnos con la escasa reserva con la que suele hacerlo Maradona, reconoceríamos que hay mierdas imposibles de pinchar en un palo y quedan mejor diluidas. No es que resulten más apetecibles, pero cabemos a más.

Los Presupuestos están asegurados, pero nos queda por saber la puntuación que les dará la gente que los sufra. Hay que tener en cuenta que por muy gorda que sea la red Gürtel en ese copo sólo ha entrado un exiguo grupo de maleantes. La gran mayoría, me gustaría decir que la inmensa mayoría de compatriotas, es decente y está habituada a perder cuando los políticos se reúnen para alcanzar acuerdos. «Que sea lo que Dios quiera, que nunca será nada bueno», suelen decir los contribuyentes, que no han alcanzado las alturas adecuadas para poner un andamio o un blindaje a sus presupuestos familiares.

Parece que el Gobierno está de enhorabuena. El presidente Zapatero, nada más echarle una ojeada a Oriente Próximo, ha regresado persuadido de que el conflicto árabe-israelí es solucionable. ¿Cómo no va a creer que el nuestro no tiene solución? En el fondo, se trata de un problema de estómago y para muchos españoles digerir el marrón constituye una dieta adecuada. El previsto castigo a las clases medias es sólo un asunto de ellas, que están muy acostumbradas, y lo que no mata engorada.