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Egipto declara la guerra a Hezbolá

El Cairo detiene a 50milicianos que iban a atentar en el Sinaí y acusa al grupo libanés de estabilizar el país árabe con ayuda iraní

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Las relaciones entre Egipto y Hezbolá vuelven a echar chispas y amenazan con extender el incendiario conflicto entre suníes y chiíes por Oriente Próximo. El Cairo ha emprendido una feroz campaña de desprestigio contra la guerrilla libanesa después de que la semana pasada se conociera la detención en suelo egipcio de medio centenar de supuestos milicianos del grupo chií.

Los arrestados pretendían, según reveló el fiscal general cairota, atentar contra turistas israelíes en el Sinaí y contra embarcaciones en el canal de Suez, así como hacer proselitismo. La Policía también encontró 900 kilos de dinamita cerca de la frontera con Gaza y ahora busca otra decena de milicianos que se ocultan presuntamente en aldeas beduinas.

El líder de Hezbolá, Hasan Nasrallah, ha negado la mayor, aunque sí ha reconocido que uno de los detenidos formaba parte del grupo, y que su misión en Egipto era logística: debía transportar armas y equipos a Gaza en apoyo de los palestinos. Según el dirigente chií, el resto de acusaciones son falsas, ya que la guerrilla que dirige no tiene intención alguna de interferir en los asuntos internos de los países árabes.

Mientras, los medios egipcios no se han mordido la lengua en sus vituperios al grupo de Nasrallah. En Al Ahram, el diario portavoz del Gobierno, un alto funcionario amenazó con que Hezbolá pagará «un alto precio» por su intromisión en el país de las pirámides. A las críticas se ha sumado el gran jeque de Al-Azhar, la principal institución suní del mundo. Mohamed Sayed Tantawy ha denunciado que Nasrallah pretende «provocar sabotajes y rebeliones contra la seguridad de Egipto».

Más allá ha ido un grupo de juristas que, según el diario libanés An Nahar, podría estar estudiando la posibilidad de acusar directamente a Nasrallah por conspiración para cometer crímenes y por planear atentados terroristas en suelo egipcio. Y el ministro de Exteriores, Ahmed Abul Gheit, tampoco se ha mordido la lengua y ha acusado directamente a Teherán. «Irán y sus seguidores quieren que Egipto se convierta en la dama de honor de la reina iraní cuando ésta entre en Oriente Próximo», denunció en el diario árabe con sede en Londres Asharq Alawsat.

Egipto y Hezbolá nunca se han llevado bien. El presidente Hosni Mubarak siempre ha recelado del grupo chií y del apoyo que le brinda Irán, uno de sus grandes rivales en la región y la mano negra que se esconde tras la guerrilla libanesa. También le acusa de mover los hilos en Hamás, de confesión suní, pero dominada, según El Cairo, por Teherán.

La enemistad, latente desde la guerra entre Líbano e Israel de 2006, se disparó el pasado enero. Hezbolá e Irán no perdonaron a Egipto su postura durante la ofensiva hebrea en la franja de Gaza, que causó la muerte de más de 1.300 palestinos. Desde entonces la cuerda se ha ido tensando hasta el punto de que algunos analistas consideran que actualmente se vive una guerra fría en la región.