TRIBUNA LIBRE

Feliz Año Nuevo

En estos días despedimos 2008, un año que se nos ha quedado en los huesos de la crisis, a pesar de que recibió una buena herencia de 2007, que terminó con un crecimiento económico por encima de la media europea y con un suculento superávit presupuestario y de la seguridad social.

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Pero no todo ha sido negativo en el año que despedimos. Se han despejado las incertidumbres sobre las inversiones públicas, en relación con la conmemoración del segundo centenario de La Pepa. Disponemos de un calendario razonable para concluir las grandes infraestructuras de la provincia. Se han consolidado las áreas de oportunidad que facilitarán un desarrollo industrial tecnológicamente avanzado. Los gobiernos socialistas han aprobado importantes ayudas económicas para los ayuntamientos, destinadas a la creación de empleo y han subido las pensiones y el Salario Mínimo por encima de la inflación.

Aunque la crisis lo inundó todo, abordamos 2009 con la esperanza de la recuperación económica, avalada por las buenas noticias de la bajada del precio del petróleo, de la inflación y de los tipos de interés, lo que tendrá un favorable efecto sobre las hipotecas. Paulatinamente irán teniendo efecto las medidas adoptadas, dirigidas a recuperar la confianza en el sistema financiero, mejorar la liquidez de las empresas, estimular el consumo y reactivar la actividad económica mediante la inversión pública en infraestructuras, equipamientos y viviendas.

A estas alturas, nos preguntamos si la crisis no será resultado de una mala digestión continuada, de un empacho crónico, de vivir y consumir por encima de nuestras posibilidades reales, de la pretensión insolidaria de mantener el derroche consumista.

Ha sido estimulante y a la vez patético, contemplar la caída de los dioses del mercado y los gurús de las finanzas, los reyes entronizados en los consejos de administración de los grandes bancos y de las grandes corporaciones multinacionales, convertidos en chapuceros de la contabilidad y los balances, en mangantes de guante blanco, en fulleros prestidigitadores de la ingeniería financiera a gusto del consumidor incauto.

Ahora resulta que ya estaba todo inventado por lo que, huérfanos de alternativas y desengañados por el ultraliberalismo de postín, hemos vuelto al seno materno protector del viejo Keynes, con sus viejas, aunque infalibles, recetas de inversión pública y estímulos al consumo interno. El problema es que el personal, como el gato escaldado, no se lo cree y amaga con guardar la mermada liquidez monetaria en el calcetín de la abuela, bajo el colchón de látex.

Las propuestas, las alternativas a la crisis del PP se reducen a evitar el despilfarro y bajar los impuestos. ¿Hay quien de más, por menos? Lo del despilfarro forma parte del viejo discurso al uso de la derecha de siempre, cuyo permanente afán ha sido y sigue siendo el de destruir la política.

Para la derecha, la promesa de reducir los impuestos siempre ha sido el aloe vera de la política, el remedio universal para todas las enfermedades económicas, la alternativa permanente a un estado siempre catalogado como ineficiente en la gestión de los recursos públicos, un estado que se han afanado en adelgazar, en destruir y al que todos acuden ahora pidiendo auxilio para evitar la quiebra de los bancos y la desaparición de las supuestamente eficientes y modélicas multinacionales.

Las propuestas del PP no van dirigidas contra la crisis, sino contra el enemigo político: el gobierno socialista. Deberían arrimar el hombro en vez de insistir en la eterna ensalada de demagogias y engaños, en un manido insulto a la inteligencia de los ciudadanos, a los que se les promete todo tipo de ayudas, imposibles de financiar a consecuencia de bajadas de impuestos, que suelen beneficiar a las rentas más altas. La derecha siempre ha sido experta en la falsa cuadratura del círculo de recaudar menos y repartir más

Un viejo y tramposo discurso repetido desde todas las plataformas institucionales y políticas, especialmente desde las alcaldías del PP, convertidas en arietes partidarios contra los gobiernos socialistas.

Las políticas de estado exigen partidos de gobierno que asuman la responsabilidad del interés general, que renuncien a la demagogia fácil y aporten su esfuerzo para superar las dificultades. El PP, que así parece haberlo entendido en relación con la lucha contra el terrorismo etarra, no está dispuesto a participar en la tarea común de superar la crisis.