PRESIDENTE DE ACOAUTO

Dónde estará mi carro

A los miembros de las Cortes que promulgaron la Constitución de Cádiz de 1812 les habría encantado el discurso de Nochebuena del Rey. Y es que esos valores de mérito, rigor, ética y esfuerzo que el Rey reclama como propios, fueron los mismos sobre los que se cimentó La Pepa para defenderlos del absolutismo. Los gaditanos estaban hartos de «tirar de un carro» en el que otros, gracias a privilegios, monopolios y regalías, se subían.

Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

Los reyes de hoy son distintos. Doscientos años después, el nuestro nos insta a todos los gaditanos a salir de la crisis «poniendo todos nuestro granito de arena». Nos anima a ser competitivos y eficientes. Y nos pide a todos que tiremos del carro para salir de la ruina.

Está claro que la monarquía de hoy no tiene nada que ver con la de antes. Pero, desgraciadamente, el Cádiz del siglo XXI tampoco tiene nada que ver con el del siglo XVIII. El problema, majestad, es que en Cádiz, hoy en día, no tenemos carro del que tirar. Éramos una de las provincias más ricas de España. Ahora somos una de las más pobres. Antes, los trabajadores venían a Cádiz a hacer fortuna. Ahora, eres afortunado si tienes trabajo en Cádiz. Con una tasa de desempleo del 20%, nuevamente somos récord de paro en España. Esta es nuestra ruina.

La causa del paro gaditano es simple. No tenemos ni empresas ni emprendedores. Hemos perdido la cultura emprendedora que hizo de Cádiz en su día una de las ciudades más importantes del mundo. Además, si los tuviésemos, no podrían trabajar. En nuestra tierra no encontrarían los materiales para construir el carro del que hablaba el Rey. En este momento un emprendedor necesita tres cosas fundamentalmente para crear una empresa: un sitio para su empresa, financiación y condiciones laborales competitivas. En Cádiz, escasean: No hay suelo a precio competitivo, a pesar de que la mayoría de los polígonos de la provincia están sin construir. No hay financiación, a pesar de las ayudas que están recibiendo los bancos, las cuales no se están transmitiendo a las empresas. Y no hay condiciones laborales competitivas. Cuando nos comparan con otras regiones de España, perdemos.

Ni siquiera las empresas extranjeras se quieren ya asentar en Cádiz. Antaño las empresas extranjeras eran atraídas simplemente por la palabra Cádiz. Durante los siglos XVI XVII XVIII, Cádiz fue sede obligada de empresas inglesas, francesas e irlandesas. La mejor prueba, la guía de teléfonos. Los muchos apellidos extranjeros que tienen los gaditanos. Ahora no vienen ni con dinero (de subvenciones). Ahora las asustamos. Sólo tiene que meter en el buscador de imágenes de Google la palabra «Cádiz» seguida de «trabajo» y verá qué risa le entra. Verá el motivo por el que las empresas no quieren venir a Cádiz. Un buen ejemplo es Delphi. Se ha ido de Cádiz para instalarse a menos de 100 kilómetros, en Marruecos. Deberíamos reflexionar sobre eso, porque si no hacemos algo le seguirán otras. Tenemos que quitarnos de encima esa etiqueta de «zona empresarial tóxica» que algunos han conseguido colocarnos en estos últimos tiempos.

La causa última por la que no hay empresarios es más compleja y profunda. Pero tiene que ver con el discurso del Rey. Hemos perdido la cultura a la que hacía referencia. La cultura del mérito y del esfuerzo. La cultura que hizo a la Cádiz de antaño grande. Piénsenlo ustedes. Este es el meollo de la cuestión. En Cádiz se valora más pegar un pelotazo encontrar un chollo o vivir de la mamela que el trabajar de riñones o, como dice el Rey, el mérito, el rigor, la ética y el esfuerzo. Hemos abandonado los valores de la constitución de 1812 y hemos abrazado los que pretendía abolir: la protección del privilegio y del status quo. Es cierto que los privilegios que hoy tienen muchos gaditanos no son títulos heredados. Pero como las meiga haberlos haylos.

Por eso cuando Cádiz se pregunte ¿dónde estará mi carro? hay que decirle, hija mía, te lo cargaste tú solita.