LA PARCELITA

Premios ejemplares

Desde hace varios años, y si otra cosa no me lo impide, suelo pegarme a la televisión para ver la entrega de los Premios Príncipe de Asturias. Quizás sea chauvinismo pero me tira más ver esta entrega que la de los Nobel de Suecia, ¿a ustedes no?

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Este año tenía un especial interés en ello, ya que, cuando en los últimos meses se fueron desgranando los premiados, me parecieron de lo más acertado. Pero si importante y solemne fue el acto de entrega, mucho más lo fue su desarrollo y el contenido de su mensaje.

Normalmente en una celebración como esta los discursos suelen ser prosopopeyicos y rimbombantes, pero esta vez no. Estuvieron llenos de contenido y fueron dignos de seguir palabra a palabra. La intervención de Tzvetan Todorov nos puso en alerta de que la subida de un centímetro del nivel del mar, como consecuencia del calentamiento del planeta, puede hacer que aparezcan millones de desplazados de sus países y nos alertó de que, aunque no lo creamos, podría obligarnos a convertirnos a «todos» en extranjeros ¿Escalofriante! Pero lo mejor estaba por llegar.

Las palabras de Ingrid Betancourt, a la que habíamos visto hacía pocos meses cautiva en la selva, nos pusieron un nudo en la garganta. Después de ¿seis años! en cautiverio por la guerrilla, pasando las más horrendas calamidades, se puso allí, ante todos, a desnudar sus sentimientos. No pudo, ni pudimos, contener las lagrimas ante su mensaje. Abogó por romper «la maldición de la indiferencia» ante situaciones como las que ha vivido ella, las que siguen viviendo muchos secuestrados y las que vivieron los millones de víctimas del holocausto nazi. Nos conminó, por último, a colocarnos en «la misma acera de los que sufren para lograr que desaparezca el terrorismo».

Estos premios, sin ninguna duda, han sido aleccionadores y ejemplares para todos.