Diego Jiménez. / L. V.
PERFIL DIEGO JIMÉNEZ

Un estudioso de las relaciones

El director del IES Columela es un defensor del diálogo

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Sus compañeros, sus alumnos y, sobre todo, sus amigos, coinciden al afirmar que Diego es una persona amable, dialogante y servicial. Todos sabemos que, como es natural, posee además otras cualidades, pero estamos convencidos de que esos tres rasgos son los que se manifiestan más claramente desde la primera conversación que mantenemos con él. A pesar de su condición de filósofo o, quizás, por serlo, Diego no sólo interpreta textos escritos y formula discursos orales de eminentes pensadores sino que, además, lee e intenta responder a los interrogantes que, de manera permanente, nos dirigen los seres de la naturaleza y los episodios que protagonizamos las personas con las que él se cruza. Es posible que lo más llamativo de su personalidad sea esa notable habilidad que posee para transmitirnos sus enseñanzas más valiosas con la modulación de su voz, con el control de sus gestos y, sobre todo, con su mirada compresiva y cordial. Diego es amable -digno de ser amado- porque, gracias a su cordialidad, a su agradable trato y a su fina cortesía, nos genera, además de respeto, un espontáneo afecto. Con sus actitudes nobles nos transmite la sensación de que nos encontramos ante una persona sensible y seria, que es consciente del importante significado que le otorgamos a la coherencia que mantiene entre sus palabras, sus actitudes y sus comportamientos.

Esta cualidad se manifiesta, especialmente, en su permanente disposición para el diálogo, en su generosa actitud para contrastar sus propuestas con las de los interlocutores y en la facilidad con la que cuestiona sus opiniones. Diego, dotado de una singular capacidad analítica y de una sorprendente habilidad de penetración, es un pensador, un estudioso, un teórico y, sobre todo, un lector de la vida. Fíjense cómo concentra su atención en los episodios aparentemente anodinos para identificar los secretos más íntimos de sus misteriosas entrañas, para captar sus resonancias y para desvelar los múltiples mensajes que encierran. Es un crítico cauteloso que, gracias al caudal de erudición que almacena y, sobre todo, al compromiso ético que ha contraído con su «profesión de profesor», escucha antes de hablar y habla para escuchar las respuestas porque, sin duda alguna, él está convencido de que la palabra sólo se atiende y se entiende cuando responde a nuestros interrogantes personales. Hablar, efectivamente, más que responder, es preguntar y, sobre todo, preguntarse para, después, callar y actuar.