DONDE LAS CALLES NO TIENEN NOMBRE

El obispo que nunca estará solo

En estos tiempos que corren las buenas noticias tienen mala prensa y, queramos o no, la Iglesia, también. O, al menos, no goza de los parabienes que disfrutaba antes por parte de la opinión pública de nuestro país. Por otra parte, el Ejército español parece que ya pasó por su particular travesía del desierto tras la dictadura y vuelve a gozar del respeto y admiración de una buena mayoría de los españoles. Tanto es así que hasta el Gobierno socialista ha puesto al frente del Ministerio de Defensa a uno de sus mejores activos, la ministra Carmen Chacón, que, dicho sea de paso, está haciendo un papel realmente digno como máxima responsable de las Fuerzas Armadas.

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Pues bien, ayer se mezcló todo. La Iglesia y el Ejército se dieron la mano en el nombramiento de Juan del Río como arzobispo castrense de España. Y lo sucedido fue, sin duda alguna, una buena noticia, sobre todo para los jerezanos, que hemos convivido con Don Juan durante los últimos ocho años.

El hasta ahora obispo de Jerez -y administrador apostólico de la Diócesis hasta que sea nombrado su sucesor- llegó con la difícil tarea de seguir el camino marcado por el que fuera primer prelado de Asidonia-Jerez, el recordado Rafael Bellido Caro, un referente insustituible para nuestra ciudad. Aunque fue bien recibido en esta su tierra, no podemos obviar que, como suele suceder en estos casos, florecieron entre los más escépticos algunas dudas y suspicacias, y es que la sombra de Don Rafael era y es muy alargada. No pasó mucho tiempo antes de que aquel joven prelado, llegado desde la Oficina de los Obispos del Sur, licenciado en periodismo y con una formación académica ciertamente notable, se metiera en el bolsillo a la práctica totalidad de sus feligreses.

Su sincero interés por los asuntos cofrades -origen, en ocasiones, de polémicas intestinas en nuestra ciudad- y la libertad de movimientos que dio a las hermandades y a sus representantes, aunque siempre estuviera velando por ellos y pendiente a todos los movimientos, le hizo ganarse el favor de muchos cofrades. La buena relación entre el obispo y las cofradías jerezanas se ha traducido en muchos aspectos, entre los cuales quizá sobresalgan las coronaciones canónicas. En diciembre de 2004, María Santísima de la Concepción era coronada por los siglos de los siglos, al igual que ocurrirá en unas semanas con la Virgen del Valle.

Más allá de la construcción del nuevo obispado, una obra de mucho calado que ha venido a dignificar la representación de la Iglesia en Jerez y que, no obstante, también ha recibido críticas por su excesivo presupuesto, los grandes logros de Don Juan al frente de esta Diócesis de Asidonia-Jerez se podrían resumir en cuatro. Por un lado, ha sido ingente aunque la mayor parte de las veces silencioso el trabajo en favor de los más necesitados; cabe destacar, además, la recuperación para Jerez después de 20 años del Seminario Diocesano; la conservación de los archivos del obispado, donde podemos encontrar incunables de un valor incalculable; y, por último, la continuidad de una Cartuja como la de Jerez, que estuvo a punto de ser clausurada y que hoy se mantiene más viva que nunca gracias a las Hermanas de Belén.

En una de las últimas entrevistas que Don Juan concedió a LA VOZ, aseguraba que como obispo de Jerez nunca se sintió solo. Creo no equivocarme si le auguro que como arzobispo tampoco lo estará y seguirá notando el aliento de un pueblo que tiene motivos para estar agradecido.