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Preocupación

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aya por delante que no estamos de acuerdo con los aficionados que, tras terminar el partido contra el Portuense, ironizaban mostrando sus deseos de que el equipo amarillo jugara cuanto antes contra un conjunto juvenil con el fin de verlo marcar goles. No es el momento oportuno para gastar bromas fáciles ni para reírnos cruelmente de un equipo que representa nuestros deseos de triunfar pero que, desagraciadamente, sigue mostrando una alarmante debilidad y una incomprensible apatía. Sí es la ocasión, sin embargo, para mostrar nuestra preocupación al comprobar que, en vez de buscar soluciones eficaces, se siguen repitiendo hasta la saciedad las mismas justificaciones que, durante la temporada pasada, escuchábamos una y otra vez tras los reiterados fracasos. Ya sabemos que, como los demás equipos con los que el Cádiz ha jugado, estos partidos de pretemporada son ejercicios preparatorios; estamos de acuerdo en que los nuevos fichajes aún no se han adaptado, pero también hemos de reconocer que el equipo ni siquiera ha dado pruebas de seriedad, de tranquilidad, de trabajo, de sufrimiento y de fe. En estos momentos no nos atreveríamos a pedir imaginación ni fantasía pero, al menos, deseamos que, frente a equipos de inferior categoría, sea menos soso y menos conformista. En esta tensa y esperanzada espera hemos de adoptar una actitud de sincera modestia y, como hemos repetido, una y otra vez, el éxito final dependerá de múltiples factores y de diversas circunstancias -muchas de ellas imprevisibles e incontrolables- pero, en cualquier caso, hemos de afrontar la nueva temporada con serenidad, con frialdad y, sobre todo, con paciencia. Hemos de evitar que el entusiasmo nos aumente la visión de la estatura del equipo hasta tal punto que nos creamos que somos invencibles, pero también hemos de controlar el desánimo con el fin de que no acrecentar su fragilidad y su vulnerabilidad.