EL CUARTO. Uno de los números pintados junto a la puerta. / L. V.
CÁDIZ

«No podemos conciliar el sueño desde el incendio»

El temor a una pirómana se extiende entre los vecinos; la Policía no descarta que sea sólo una gamberrada

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Rubia, con coleta, de mediana estatura, «rellenita» y con una botella en la mano, presumiblemente con algún líquido inflamable. Es la descripción que un vecino de la calle de Buenos Aires realizó de la supuesta pirómana que prendió fuego a varios carritos de bebé, en el patio interior del número 14 de esa vía. Éste fue el cuarto incendio provocado que se ha producido en la ciudad en menos de tres meses y que ha sembrado la intranquilidad entre algunos vecinos del centro de Cádiz, especialmente entre los que viven en este inmueble.

La Policía, sin embargo, mantiene abierta la hipótesis que apunta a una gamberrada salida de madre, a manos de uno o varios jóvenes. Tampoco se descarta que el siniestro de la calle Buenos Aires tenga relación con los tres incendios cometidos el pasado 26 de junio en diversos puntos de la ciudad. Desde el martes, diversos agentes del Cuerpo Nacional han visitado a posibles testigos de la zona y, en colaboración de la Policía Local ha extendido una red de vigilancia por el barrio, para que la culpable o los culpables no vuelvan a actuar. O al menos, si lo intentan, darles caza.

Calma pero con miedo

Ayer, en el inmueble incendiado, reinó al fin cierta tranquilidad entre los vecinos, después del tremendo susto. Aunque la inquietud sigue a flor de piel. Del número 14 de la calle de Buenos Aires, una pareja joven sale para visitar la consulta de un médico: «Estoy de los nervios -afirma ella-, me ha dado un ataque de ansiedad y no he podido dormir en toda la noche».

No era la única. La falta de sueño fue la principal secuela en la comunidad de vecinos: «Hoy [por ayer] lo estoy pasando aún peor que el día en que ocurrió todo; esta noche no he podido conciliar el sueño, porque cualquier ruido me despertaba», confiesa Matilde, la inquilina de una de las casas situadas a pie del patio, donde ardieron los cuatro carritos de bebé. Ella y su sobrina tuvieron que cruzar el pequeño recuadro para escapar del edificio, mientras sus vecinos subían las escaleras buscando una posible seguridad en la azotea. «Estoy totalmente decaída, con los nervios por los suelos, sin ganas de hacer nada», explicaba Matilde algo más tranquila, aunque reconoce que vive aún «con el miedo metido en el cuerpo».

Los detalles de lo ocurrido aún corría de boca en boca por los balcones del patio: «Quien haya hecho esto no puede estar bien de la cabeza», aseguraban de una ventana a otra. Los vecinos no se explican por qué eligieron esta comunidad de viviendas. «Es extraño que la puerta estuviera abierta, por que siempre la dejamos cerrada», reconocían.

Desde el patio, aún ennegrecido, pero ya sin los hierros carbonizados de los carritos, además de los comentarios sobre el suceso se oía ayer las voces y las risas de juegos infantiles. En el inmueble viven varias familias jóvenes con niños pequeños, algunos de apenas tres años, que también se vieron afectados física y psicológicamente por el siniestro: «Mi nieta se niega a asomarse al patio, porque dice que allí huele mal y se oían traquílos», explica uno de los vecinos, que asegura haber interpuesto ya una denuncia y espera que sus convecinos hayan hecho lo mismo. También a él «la noche siguente se hizo más larga». «Vamos tirando, no tenemos miedo, pero siempre se queda algo dentro», confirma. «A mi nieta le digo, para convencerla, que los ruidos eran ladridos de perro; no hay derecho que tenga que pasarle esto», afirma la abuela, que casualmente es familiar de una de las damnificadas en el otro incendio de la calle de la Torre. «Ella sí que lo ha perdido todo», recuerda.

Además del susto, cuatro niños tuvieron que ser atendidos por los servicios sanitarios del 061, ya que inhalaron humo al huir. Los Bomberos recomendaron ayer en un comunicado que en caso de incendios en zonas comunes, lo aconsejable es no salir de casa para evitar respirar el humo tóxico. «Nosotros sólo huíamos», se justificaba uno de los vecinos: «Temíamos que una moto explotase o que reventase una bombona de butano».

mgarcia@lavozdigital.es