PAN Y CIRCO

Cambio de discurso

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l Cádiz de Baldasano ha dejado de ser un serio aspirante al ascenso para convertirse en un proyecto que necesita rodarse antes de dar sus frutos. ¿Qué arte!. Primero, se lanza el anzuelo para que los despitados piquen y luego se les vende que eso de estar en Segunda es una aberración para una afición tan numerosa y ruidosa. Luego se ordena a los entendidos en la materia que configuren una plantilla con cierta solvencia aunque -para ceñirnos al caso que nos preocupa- cargada de unos jugadores que vienen de vuelta de todo (unos) y poco valorados por los técnicos de sus clubes de origen (otros), pero que coinciden en su interés general por ganarse unas buenas perras ahora que el euribor está por las nubes. Lo de la venta de abonos es algo que se cae por su propio peso y que en Cádiz hasta para el indeseable Piterman resultaría coser y cantar. Pero comienza a rodar el balón y ese equipo al que le restaban apenas unos meses para estar en Primera División no responde a las expectativas y las caras de tonto comienzan a proliferar en el entorno como las setas en otoño. Los jugadores no dan la talla a domicilio; el Córdoba nos roba la cartera en Carranza; los delanteros ofrecen los primeros síntomas de ese mal que afecta a todos los nueves que hacen sus maletas rumbo a la tacita de plata; y cuando se le pide mayor protagonismo al presunto mediocentro organizador, éste silba y mira hacia otro lado. En el club, los dirigentes acuden al botiquín de primeros auxilios y abren el paquete de vendas y parches con el objetivo de desviar la atención. Que si mandamos a Barla a otear el mercado carioca, que si hay que ir de chaqueta y corbata al palco, que si la auditoría huele mal, que si el mercado de invierno, que si le damos el carné de honor a un cantante que vende menos cedés que el difunto El Fary... Los más despistados comienzan a fruncir el ceño porque algo aquí comienza a oler mal.