El presidente de Turquía, Recep Tayyip Erdogan
El presidente de Turquía, Recep Tayyip Erdogan - REUTERS

Las razones de los votantes de Erdogan

La conversación en una barbería del barrio de Kurtulus, alejada de la crispación y la polarización habitual de la sociedad turca, deja ver las motivaciones y las indecisiones de algunos de sus seguidores

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«Lo que tenemos que hacer es votar sí. Todo el mundo dice que es lo mejor», dice el hombre al que le están dejando reluciente su poblado bigote. «Mentiras. Eso es todo lo que dicen estos», contesta, a través del espejo, otro cliente que sostiene un ejemplar del diario proerdoganista Sabah.

«Ahora todo va mejor. Hay más carreteras, está todo más limpio, hay más comercio. ¿No?. Ahmet Bey, ¿tú qué crees?». «Que ya veremos el lunes. Ya veremos», suspira el barbero antes de finiquitar la conversación subiendo el volumen del televisor cuando comienzan las noticias del canal proerdoganista A Haber. La primera información: una entrevista del presidente Recep Tayyip Erdogan el día anterior.

La conversación en una barbería del barrio de Kurtulus, alejada de la crispación y la polarización habitual de la sociedad turca, deja ver las motivaciones y las indecisiones de algunos de los seguidores del líder islamista.

Hace solo dos meses, el mismo barbero, Ahmet, se había mostrado rotundo en su apoyo al cambio constitucional promovido por Erdogan como solución «a los muchos problemas y atentados» que sufre Turquía.

En cambio, en la caseta de la campaña electoral del AKP (Partido de la Justicia y el Desarrollo) en Besiktas, no hay espacio para la duda. «El sí va a ganar seguro», dice, confiado, Burhan Aydogal, antiguo líder de las juventudes del partido islamista en este barrio estambulita. Sus razones, más institucionales: «Con el sistema que tenemos ahora el primer ministro y el presidente pueden contradecirse y eso trae problemas, la economía cae, el terrorismo aumenta… Por eso necesitamos un sistema presidencialista».

En el 2001 el entonces presidente Ahmet Necdet Sezer lanzó, supuestamente, una copia de la Constitución a la cara del primer ministro durante una discusión. En pocas horas la bolsa turca se desplomó y dio paso a una crisis económica que, curiosamente, allanó el camino para la primera victoria electoral del AKP, cofundado ese mismo año por Erdogan.

«Desde el 2002 Turquía se ha abierto y es mucho más libre», asegura Aydogal. «Antes a la gente la detenían solo por hablar. Al propio Erdogan le detuvieron solo por hablar». Del hecho de que ahora haya más de un centenar de periodistas detenidos y Turquía sea considerada por Reporteros Sin Fronteras como «la mayor cárcel de periodistas del mundo», ni palabra.

Con Atatürk y sin Atatürk

Durante el «gran mitin» de Erdogan del pasado fin de semana en Estambul, las banderas y pancartas con el rostro de Mustafa Kemal Atatürk, el padre de la República, brillaron por su ausencia. En Besiktas, en cambio, barrio gobernado por el kemalista CHP (Partido Republicano del Pueblo), hay que ganar votos.

«Erdogan es el segundo Atatürk», afirma el joven Mehmet Can Ozdarendeli. «Él es, desde Atatürk, el líder más democrático que ha tenido Turquía», añade sentado ante un retrato del padre de la patria turca.

Grandes imágenes de Atatürk también se pudieron observar en los multitudinarios mítines realizados por el AKP en el oeste del país, donde el kemalismo goza de mayor apoyo popular. Los dos hombres que más poder han acumulado durante los últimos cien años de Turquía probablemente es eso lo único que comparten: un desmesurado liderazgo difícilmente compatible con la democracia. Por lo demás, el fundador de la República rompió con el pasado otomano del país y eliminó la religión de la vida pública, exactamente lo contrario a lo que promueve el líder islamista.

«Erdogan es un líder de los musulmanes. Es un líder mundial», señala Abdullah Cengir, estudiante universitario de Cine y Televisión. «Desde que él vino se han creado muchos aeropuertos. Muchas carreteras. Y hay más libertad para las mujeres porque pueden ir con el velo».

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