Antonio Ortiz, esta semana, durante la vista oral que se sigue contra él en la Audiencia Provincial
Antonio Ortiz, esta semana, durante la vista oral que se sigue contra él en la Audiencia Provincial - EFE

Desmontando al presunto pederasta de Ciudad Lineal

La primera semana del juicio contra Antonio Ortiz ha dejado constancia de la masiva carga probatoria contra él

Madrid Actualizado: Guardar
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La primera semana del juicio contra el presunto pederasta de Ciudad Lineal ha puesto de relieve la masiva carga probatoria contra Antonio Ángel Ortiz Martínez, al que se acusa de cuatro agresiones sexuales, otras tantas detenciones ilegales y un delito de lesiones. Buena muestra de ello fue el mutis del supuesto depredador el martes, primer día de la vista oral. Mucho menos menos musculado, demacrado, con el pelo empezando a clarear y, en general, como si le hubiesen caído diez años encima los 49 meses que lleva entre rejas. Así pudo verse a este jiennense, de 44 años, que cumplió condena por un hecho similar entre 1999 y 2006. Solo abrió la boca para anunciar que no iba a responder ninguna pregunta (ni siquiera, de su defensa)

y para reírse. El viernes, incluso, se le vio bostezar, como si la cosa no fuera con él. El hombre que tuvo en jaque a la Policía durante casi seis meses, se enfrenta a una petición fiscal de 77,5 años de cárcel.

Reconocido por sus víctimas: «Es el malo»

Quizá Antonio Ortiz, más allá de su corpulencia, no sea un hombre con ningún rasgo físico singular. Sin embargo y pese a la corta edad de sus víctimas, todas le señalaron en las ruedas de reconocimiento tras su detención, el 24 de septiembre de 2014, en Santander. La Policía Nacional eligió a un grupo de policías varones atléticos para mezclarlos con el pederasta en la rueda. Una de ellas, la pequeña china de 6 años, llegó a decir: «Ese es el hombre malo». El relato que esta semana hizo la agente encargada de hablar con esta niña, que nunca llegó a declarar formalmente, no pudo ocultar su emoción al relatar los pormenores.

Por suerte para las chicas, en el proceso se viene utilizando la prueba preconstituida, que consiste en que su primera declaración sirve para toda la instrucción e incluso para que no tengan que pasar por el calvario de acudir a la sala de vistas.

Restos de ADN, principal prueba de cargo

Si hay una prueba que va a misa es el ADN. Más que cualquier retrato robot, «firma» del criminal o incluso la declaración de una víctima o testigo de cargo. En el caso que nos ocupa, al menos hay constancia de restos biológicos y huellas de la segunda de las niñas, la raptada en abril de 2014 en el parque de San Juan Bautista (Ciudad Lineal). Aunque la Policía le señaló por ocho sucesos distintos (entre tentativas y consumados), en instrucción se investigaron siete y, finalmente, solo cuatro han llegado a la Sección Séptima de la Audiencia Provincial.

Descripción detallada del piso y el coche

Además de los vestigios biológicos, la descripción aportada por la menor de San Juan Bautista tanto de la finca como detalles minuciosos de la vivienda (sofás, color de las puertas, el ascensor, el garaje...) y de uno de los al menos dos coches que usó en los raptos (un Toyota Celica gris plata) fue extraordinaria. Pese a estar drogada con Orfidal, la chiquilla realizó incluso un plano del exterior del bloque y los accesos a la urbanización.

El rastro del teléfono móvil

En sus primeros ataques, Antonio Ortiz no apagaba el móvil las horas que permanecía con sus víctimas. Pero, conforme los medios de comunicación se hacían eco de lo que estaba sucediendo y empezó la alarma social, el presunto pederasta de Ciudad Lineal fue afinando su «modus operandi» y de baja apagado el terminal mientras estaba con las crías. De hecho, la geolocalización también le sitúan en el piso de Santa Virgila, 3, las horas que estuvo con su segunda víctima, en el mes de abril de 2010. No así con las dos siguientes, la asiática que raptó en Ascao en junio y la dominicana que apresó en agosto. Eso sí, el teléfono lo mantenía abierto hasta que se hacía con sus víctimas. De esta manera, según explicaron el viernes agentes de la operación Candy (que así se bautizó la búsqueda del sospechoso), en los cuatro casos que se dirimen, el teléfono de Ortiz le sitúa en los lugares de las sustracciones pero también en los puntos de la zona noreste de Madrid donde las abandonaba a su suerte tras vejarlas.

El culto al cuerpo: descripción de la última niña

Si la víctima número dos fue la que aportó más datos sobre el piso y el coche utilizado por el pederasta, la número cuatro fue crucial para su descripción física. El último rapto tuvo lugar el 22 de agosto, en la calle de Gomeznarro (Hortaleza). La chica, de 7 años y origen dominicano, se encontraba jugando en la calle, acompañada de su abuelo. Ortiz se había pasado buena parte del día entrenándose en el gimnasio. Nada más salir del club deportivo, en Canillas, se fue en busca de su víctima. Se acercó a ella: «Vente conmigo, que vamos a gastarle una broma a tu abuelo».

La criatura marchó con él, pero pronto se dio cuenta de que aquello no era normal. Relató parte del recorrido que realizaron en coche, se fijó en una verruga que Ortiz tiene en el cuello e incluso en que estaba depilado. Pero lo que más le llamó la atención fue «que era muy musculoso y corpulento. «Llevaba una mochila y tenía las venas marcadas, sudaba mucho y se limpió con una toalla pequeña, como la de los gimnasios». Incluso esbozó el color y el anagrama de ese complemento. A esta pequeña no la llevó al piso, sino a un descampado en Canillejas, junto a la A-2. Con un sol de justicia, allí la dejó luego a su suerte. Un vigilante de la sede cercana de Vodafone y un chico que paseaba a su perro fueron los primeros en atenderla.

De 50 sospechosos, a 3

Desde ese momento, la lista de sospechosos se rebajó de cincuenta a tres. Los investigadores del Servicio de Atención a la Familia (SAF) de la Jefatura Superior de Policía desempolvaron más archivos de pederastas fichados con esas características físicas. Uno, que residía en Daganzo, fue descartado. Otro no coincidía con los posicionamientos. El tercero era Ortiz.

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