Carmena se reconcilia con San Isidro, al que llamó «vago» hace un año

La alcaldesa debutó ayer en la Pradera desatando filias y fobias y destacó el carácter «campechano» del Santo

Madrid Actualizado: Guardar
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En once meses de gobierno, Manuela Carmena ha hecho las paces con el patrón de Madrid. Solo han hecho falta 334 días en Cibeles para que la regidora de la capital cambie el adjetivo que le dedicó como candidata. Ha pasado de llamarle «vago» a calificarle de «campechano». «El santo siempre me ha caído bien porque es un santo campechano, con alpargata, con las manos rojas de trabajar. Es un santo simpático. En otras ciudades tienen santos ilustres. Nosotros tenemos un campesino», pronunciaba ayer en la Pradera de San Isidro ante la pregunta de una periodista de si ya le tenía «un poco más de ley».

El año pasado, en este mismo lugar, Carmena confió como candidata que este santo «siempre» le había parecido que tenía «un poco morro porque era un vago, ¿eh?, que el ángel se lo hacía todo; es decir, que no le tengo mucha ley porque a mi me gusta mucho más la cosa trabajadora».

Esta declaración la hizo tras revelar que no le había rezado, cosa que ayer sí hizo. Le pidió «un Madrid mejor para todos en todo». Lo que pasó por alto fue beber su agua milagrosa. «Había demasiada cola y no le daba tiempo a llegar a la misa. No quería saltarse la fila», explicaron desde su gabinete.

La líder de Ahora Madrid apareció en la Pradera a las doce del mediodía para asistir al sermón que ofició el arzobispo de Madrid, Carlos Osoro. Llegó por el paseo de la Ermita del Santo, ataviada con su mantón de Manila, lo único que le dio tiempo a ponerse tras el acto de entrega de las Medallas de Oro de la ciudad. Iba acompañada por sus concejales de confianza, Marta Higueras, delegada de Derechos Sociales, Equidad y Empleo, que en algún momento hizo las funciones de escolta, y Javier Barbero, responsable de Salud, Seguridad y Emergencias; ambos no llevaban ningún motivo para la ocasión. Fue la concejal de Carabanchel y Latina, Esther Gómez, la única que iba envuelta con la auténtica indumentaria de este día, el traje de chulapa, de pies a cabeza.

Diana de besos y «selfies»

Carmena se dio un baño de masas desde que pisó este enclave de Carabanchel. Entre aroma de gallinejas, morcilla y entresijos, la dirigente se convirtió en diana de besos, abrazos, «selfies», aplausos y críticas entre los ciudadanos que se percataban de su presencia. El cordón policial que la rodeaba era el que llamaba la atención de los festejantes.

«¿Quién va?»; «¡La Carmena!»; «¡Corre, dale un clavel, dale un clavel!»; «señora, ¿me deja pasar para recoger las palabras de la alcaldesa? Soy de prensa»; «No, me da igual. Tengo que verla». «Muy bien, Carmena, lo estás haciendo muy bien»; «Madrid está muy sucio, alcaldesa»; «arregla las aceras, por favor»; «¡Pero qué guapa, Carmena»; «¡Deja las calles en paz con sus nombres! ¡Qué vergüenza!», las dedicatorias se sucedían entre la multitud. Y al grito de un individuo que pedía que se fuera respondían otros ciudadanos con aplausos de apoyo a la alcaldesa. «Habérselo dicho a los de antes», lo reprendían. «¡Echa a la asaltacapillas en vez de ir a misa», volvía. Cuando la capitana de Madrid llegó a la misa, coincidió en tiempo con la presidenta de la Comunidad, Cristina Cifuentes, y con la portavoz del grupo municipal popular, Esperanza Aguirre, entre otros políticos.

Batalla por los «micros»

A pesar de ser un escenario de paz, se desató la batalla por los micrófonos y los medios se dividieron ante unas y otras sin percatarse de que las tres hablaban al mismo tiempo. «Hala, chicos, preguntad lo que queráis», instaba la primera edil a la prensa. Mientras, su máxima rival en las elecciones municipales de hace un año, Aguirre, quien en esta ocasión no vestía de chulapa, indicaba que había rezado por «salud, empleo y más libertad» para los madrileños. El Ayuntamiento organizó la ubicación de los que estaban sentados en la primera fila para escuchar la misa. Junto a Carmena se sentó la presidenta regional, Cristina Cifuentes. En una de las esquinas, al lado de Begoña Villacís, portavoz de Ciudadanos en la capital, Aguirre.

Las cabezas de lista del PP apenas cruzaron palabra, al menos en público. La ex delegada de Gobierno en Madrid compartió más tiempo con su aliado, Ignacio Aguado (C’s), y Villacís que con la portavoz madrileña de su partido.

Cifuentes animó a bailar chotis y comer rosquillas mientras contaba que a San Isidro le rogó porque «todos los madrileños que todavía están en el paro, que son muchos, encuentren un trabajo». Y aseguró que a eso se estaba dedicando especialmente desde la Real Casa de Correos.

Tras el acto religioso, la regidora capitalina cruzó la Pradera para tomar un cocido que ofrecía una asociación vecinal. De ahí caminó hasta la caseta de Ahora Madrid para estar con los suyos, su último plan por San Isidro. En 2016, ningún representante del gobierno municipal pisó Las Ventas para ver torear. Sí lo hizo Aguirre, quien manifestó que poder disfrutar de una faena representa «la libertad».

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