«Omega»: el réquiem de Morente que rompió el flamenco

Así se gestó el revolucionario disco que el cantaor grabó con Lagartija Nick, como homenaje a Lorca y Leonard Cohen, del que ahora se cumplen 20 años

MADRID Actualizado: Guardar
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«Los ortodoxos me llaman “el asesino del cante” o algo así. Estupideces de esas», confesaba Enrique Morente en 1973. Tenía 31 años y apenas acaba de comenzar su carrera, sin que nadie se imaginara que, 23 años después, iba a lanzar una de las bombas más incendiarias de la historia del flamenco: « Omega».

Puede que aquella semilla rebelde y transgresora que había germinado en el joven cantaor a principios de los 70 fuese el inicio del camino que tuvo que recorrer hasta llegar al disco de homenaje a Federico García Lorca y Leonard Cohen. Un trabajo imprescindible realizado junto al grupo de rock Largartija Nick que cambió el arte jondo para siempre. Llegó hasta él manteniendo la mente muy abierta, ya fuera publicando un álbum con Gualberto, un músico de Triana que tocaba el sitar hindú, o colaborando con Max Roach, el legendario batería de jazz que debutó con Duke Ellington a los 16 años.

Todo ello sin perder de vista su profundo amor y conocimiento de la tradición.

Estrella Morente asegura que todos los que participaron en la gestación del disco —cuyo veinte aniversario se celebra con un documental sobre su elaboración que se estrena hoy en el Festival In-Edit de Barcelona, la reedición del álbum el 25 de noviembre, remasterizado y con material extra, y una serie de conciertos— cuentan un inicio diferente de la historia y están convencidos de que el suyo es el verdadero. «Todos coincidimos en que es confuso, pero es importante saber que el proyecto llevaba fraguándose desde hace mucho tiempo, que no surgió de la noche a la mañana», asegura la cantaora e hija de Enrique Morente.

Fue en 1991 cuando el biógrafo oficial, traductor y amigo personal de Leonard Cohen, Alberto Manzano, tuvo la idea de hacer un disco homenaje de versiones del cantautor canadiense en clave flamenca. Sería su regalo de 60 cumpleaños. «Primero pensé en Camarón, a quién Leonard también admiraba. Pero cuando éste murió, una amiga me dijo que escuchara " Negra, si tú supieras" de Morente, y descubrí a un artista como la copa de un pino que le cantaba a Lorca, Alberti y Machado. Enseguida pensé que era lo que buscaba», cuenta Manzano a ABC.

Cuatro clases de flamenco

Podríamos retroceder, incluso, hasta 1949 para encontrar la verdadera semilla que hizo posible aquel «milagro irrepetible», como lo califica el líder de Lagartija Nick, Antonio Arias. Fue ese el año en el que Cohen, que acababa de cumplir los 15, se enamoró del flamenco. Vivía en casa de su madre en Montreal. Su padre ya había muerto. Un día vio desde la ventana de su cuarto a un guitarrista tocando en un banco rodeado de chicas. Era un gitano de 19 años al que llamaban «el hispano de Montreal». Se quedó tan embobado con él que le preguntó si, por favor, podía darle algunas clases. Durante cuatro días fue a su casa a enseñarle algunos acordes. El quinto, al ver que se retrasaba, llamó a la pensión en la que se alojaba y le comunicaron que se había suicidado. «Esas fueron las únicas lecciones de guitarra que Cohen recibió en toda su vida y la base sobre la que fundamentó toda su obra», recuerda Manzano, al que el autor de « Suzanne» también le contó cómo pocos meses después descubrió por casualidad a Lorca en una librería de la ciudad y decidió hacerse poeta. Ya lo advirtió en la entrega del Premio Príncipe de Asturias a las Letras en 2011: «Toda mi obra está inspirada por esta tierra».

Cuando Manzano se pone en contacto con Morente, en 1992, para proponerle la grabación del disco de versiones de Cohen, se encuentran en Barcelona. En aquella reunión también estaba Pepe Habichuela, su guitarrista habitual entonces. Les puso canciones como «First We Take in Manhattan» y algunas otras de sus primeros discos, en las que el cantaor reconoció armonías del flamenco, algo que nadie había notado antes. Morente se enamoró de sus melodías y su voz, y vio una posibilidad real de realizar aquella pirueta mortal. Era un transgresor y no iba a dejar pasar esa oportunidad. El guitarrista granadino Raúl Alcover fue el primero en adaptar la música de « Take This Waltz», « Hey, That's No Way To Say Goodbye» y « Dama errante», mientras el cantaor se ocupaba de las letras. Los dos últimos temas ni siquiera entraron en «Omega», que lo harán ahora en la reedición de noviembre.

Los astros se alinearon del todo cuando Manzano le puso al compositor canadiense el disco que Morente había grabado con Sabicas, «Nueva York / Granada» (1990), y «Negra, si tú supieras» (1992). Cohen se quedó tan asombrado que llegó a decir, en referencia a otro de los artistas que más admiraba: «Si Morente canta mis canciones es como si lo hiciera Ray Charles». Poco después, en el invierno de 1993, con motivo de la visita del canadiense a Madrid, se produjo el primer encuentro entre ambos genios en el Hotel Palace. «Estuvieron juntos alrededor de tres cuartos de hora en el bar donde Lorca solía beber. No se dijeron mucho. Hablaron de Camarón, el "hispano de Montreal" y Enrique le comentó a Cohen que las melodías de sus primeros discos eran más asequibles y adaptables al flamenco, pero éste no dijo ni mu, se quedó observándole, muy respetuoso», rememora el biógrafo, que hizo de traductor.

Desde entonces, recuerda Estrella Morente a su padre obsesionado debajo de la sombrilla en Las Negras (Almería), repasando las canciones de Cohen, dándole vueltas a las traducciones de las letras de Alberto Manzano y pidiéndole a ella que le hiciera el compás con las palmas, a sus 14 años. «Mi padre involucró mucho a toda la familia. Daba igual a qué hora hubieras llegadoa casa o qué estuvieras haciendo. Si estabas en casa, tenías que colaborar. Y claro, a veces nos apetecía y a veces no. Recuerdo cómo se cabreaba cuando no le prestábamos atención», cuenta la hermana mayor de los Morente entre risas.

En el verano de 1995 entra en acción Lagartija Nick, poco antes de publicar su tercer disco, «Su». El recientemente fallecido hermano de Antonio Arias, Jesús, periodista y exguitarrista del grupo de punk TNT, así como amigo de Morente, les había enseñado ya alguna de las maquetas que el cantaor había hecho con varios temas de Leonard Cohen, tales como la ya traducida «El pequeño vals vienés», muy parecida a como después quedaría en el disco, y la adaptación del poema de Lorca « Omega (poema para muertos)». Le preguntaron si quería colaborar en alguna de las canciones de su álbum, pero la respuesta que se encontraron les pilló por sorpresa: «Hombre, Antonio, si nos juntamos, vamos a hacer algo que sea bonico», dejó caer Morente, con la mente puesta ya en sus adaptaciones de Cohen y Lorca.

La idea quedó un poco en el aire hasta que una noche en un pub de Granada tomando unas copas, Eric, el batería de la banda, le tocó unas percusiones sobre la barra y el cantaor reaccionó pidiéndoles que ensayaran al día siguiente. Estrella Morente recuerda perfectamente cuando estaban merendando cerca de Pino Genil, una pequeña localidad cerca de la ciudad, y su padre les dijo a ella y a sus hermanos que tenía un ensayo con unos amigos y que no le daba tiempo a llevarles a casa, así que nos tuvimos que ir con él. Kiki era un bebé y gateaba por el local como si nada. A Enrique le gustaba tenerlo cerca. Soleá, que ahora está siendo reconocida por su proyecto de Los Evangelistas, tenía 9 años y estaba por ahí haciendo los deberes. «A mí me metió mi madre a dar palmas con ellos. Después de aquel encuentro tan brutal en un local rockero de la carretera de Sierra Nevada, quedamos al día siguiente. Ayer me di cuenta de que estuve desde el principio», asegura la cantaora. Antonio Arias también recuerda a todos «alucinando» con aquel primer ensayo en el que tocaron el tema de «Omega». «Estrella decía: "Papa, esto es flipante"». Y tengo a Morente grabado de aquel día exclamando: «Esto es una maravilla. Vamos a ponerle interés». El cantaor parecía encantado de haber sido capaz de juntar el ruido y los acoples con su mundo... El sendero ya estaba abierto.

Pero no fue un camino fácil. Primero porque Eric dejó Lagartija Nick durante las grabaciones y se fue con Los Planetas, un proyecto más estable. Una decisión que también tomarían tiempo después los restantes compañeros de la banda, que le echaban en cara a Antonio Arias que estaba tirando por la borda la carrera del grupo en un buen momento, por aquel proyecto al que no le veían mucho futuro. «Y era verdad —reconoce el bajista—. Me tiré un año de grabación con Enrique y otros seis meses de mezclas. Cuando regresé a Madrid, hasta mi novia ya vivía con otro. Y perdí el pelo, pero yo estaba obsesionado con mantener el repertorio y aprender una forma distinta de componer».

La peor tragedia, sin embargo, aún estaba por llegar. Enrique Morente se encontraba en plena grabación del poema de «Omega», cuando Arias le interrumpió: «Tu madre está muy grave, súbete a casa». Encarna, una de las personas más importantes en la vida del cantaor, uno de sus pilares fundamentales, murió ese día. En el entierro, el bajista de los Lagartija le dijo: «Enrique, retomamos el trabajo en unas semanas o cuando tú quieras». «Mañana estamos en el estudio, Antonio», fue su respuesta. «Yo estoy obsesionada con eso, con que fuese capaz de canalizar todo ese dolor e irse a cantar para crear la obra de su vida, sin dramatismos absurdos. Para mí ese disco era una explosión de color y entusiasmo, mientras que para él era un réquiem, un homenaje a su madre, que para mí lo hace aún más especial. Y lo hizo de tal manera que hasta hoy yo nunca había relacionado la muerte de mi abuela, con la que me había criado y a la que quería mucho, con la grabación de "Omega". Si no fuese porque Antonio me lo acaba de recordar, yo hubiese separado ambos hechos para siempre. Y ahora estoy convencida de que fue la causa de que cambiara el curso del disco», confiesa emocionada a ABC Estrella Morente. «Canalizó el dolor y le dio otra dimensión al álbum, una nueva profundidad. Fue capaz de controlar la emoción, no de manera tendenciosa, para crear un espectáculo que sobrecogiese», añade Arias.

«Es una mierda»

Antes de finalizar el trabajo en el estudio decidieron presentar un par de canciones, «Omega» y « Aleluya», al final de un concierto de Morente con Tomatito en el Teatro Albéniz de Madrid. «Cuando todo el mundo se puso de pie a aplaudir y salimos nosotros detrás, sin haber sido anunciados, haciendo todos esos acoples, la gente empezó a insultarnos. Se formó una movida que yo nunca había visto antes, porque, aunque Enrique era bastante provocador, aquello superó todas nuestras expectativas. Llegamos a ver peleas en el hall. Nos querían matar y nos asustamos porque no pudimos salir del camerino hasta horas después... Y mientras Morente se partía de risa», relata Arias sobre el cantaor, que llegó a decir: «También se hace música para molestar, porque otros también te molestan a ti con otras cosas. Así que, o jugamos todos o rompemos la baraja».

A pesar de la reacción del público en este y algún otro concierto, el líder de los Lagartija llevó la maqueta ya terminada a Sony. ¿La respuesta? «Esto es una mierda y, como comprenderás, tus días en esta compañía se han acabado». «La única duda que tuvimos es que no sabíamos si habíamos llegado demasiado lejos en la transgresión del flamenco o si habíamos sido muy respetuosos con la tradición», explica Arias. «Yo creo que Morente no tenía ninguna duda sobre “Omega”, aunque algunos amigos le habían advertido de que había arriesgado demasiado», subraya el director del documental y amigo también del cantaor, José Sánchez-Montes.

Borja Casani, del sello El Europeo, fue quien finalmente se arriesgó a poner el dinero y publicar el álbum. «Estuvimos un año pidiendo perdón por él, como si hubiésemos hecho algo malo», recuerda el bajista sobre la mala acogida que tuvo al principio. Continuamente le repetía a Morente: «En tu mundo nos van a matar y en el nuestro no nos hacen ni caso». «Todos mis amigos me dejaron —continúa— y alguna otra gente de la música me preguntaba: "¿Qué haces? ¿Por qué das tu vida por un gitano?". Y eso que no lo era, pero en esos años había mucho racismo. Y aunque conllevó cierto aislamiento, para nosotros fue un camino muy bonito».

La respuesta de Leonard Cohen fue muy diferente. Le gustó tanto que le envió una docena de rosas a Morente, todo un acontecimiento para la familia, y distribuyó el disco por varias emisoras de Canadá y de Estados Unidos para que lo radiaran. De alguna manera se sintió en la obligación de darlo a conocer. El cantautor le llegó a confesar a su amigo Alberto Manzano que «Omega», junto a la gran influencia que había ejercido para su obra el gran poeta persa Rumi, era lo más trascendental que le había ocurrido en su vida profesional.

«Yo tenía que haber sido rockero»

En el extranjero, Morente y Lagartija Nick siempre sintieron el calor del público y recibieron buenas críticas allí donde actuaban. A sus conciertos asistían músicos como Sonic Youth, con los que más tarde colaborarían, o Lou Reed, que lo intentó pero no fue posible. Sin embargo, regresaban a España y, aunque la venta de discos fue creciendo poco a poco, nada. No fue hasta su concierto en el Espárrago Rock de 1998, ante 25.000 espectadores jóvenes enfervorecidos, que sintieron la aceptación de aquella obra magna y revolucionaria.

Ya con «Omega» convertido en un clásico, Cohen y Morente se volvieron a abrazar por segunda y última vez en el Festival de Benicàssim de 2008. Enrique quiso cantar el «Aleluya» con «su amigo Leonardo», como le llamaba en casa, pero éste se sintió abrumado: «¡Cómo voy a cantar yo con él, con este hilo de voz que tengo como de gorrioncito y él con ese vozarrón que me va a sepultar!», le espetó a Manzano... y el milagro no se dio.

«La verdad es que yo tenía que haber sido rockero. Me he equivocado. Pero bueno, en aquel tiempo se hacía lo que se podía», comentaba Morente entre risas en más de una ocasión.

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