Miguel Iceta interviene en julio pasado ante el congreso extraordinario del PSC, que lo nombró primer secretario del partido. :: A. GARCÍA / EFE
ESPAÑA

El PSC ofrece a Artur Mas un pacto para evitar el «desastre» de la consulta

Los socialistas darían estabilidad parlamentaria a la Generalitat si rompe con Esquerra y renuncia a la hoja de ruta independentista

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A poco menos de un mes para la Diada, para el referéndum escocés y para que Artur Mas firme el decreto de convocatoria de la consulta sobre la independencia, el Partido de los Socialistas de Cataluña (PSC) ofreció ayer al presidente catalán un acuerdo que le permita salir del atolladero del proceso soberanista y le garantice agotar la legislatura.

La oferta de los socialistas catalanes parte de la premisa de que el Gobierno central impugnará la consulta, el Constitucional la prohibirá y el referéndum del próximo 9 de noviembre no podrá celebrarse. El PSC cree que Mas tendrá dos alternativas. La que le plantea Esquerra, que según el primer secretario socialista, Miquel Iceta, conduciría al «desastre», porque la formación independentista, que se siente fuerte, pretende que Cataluña celebre la consulta aún ignorando al Constitucional y saltándose la ley. «Si Mas se deja arrastrar por Esquerra» cometerá un grave error y acabará rompiendo con el estado de derecho, aseguró Iceta en la Ser. Esa vía, piensa, acabaría en choque de trenes y con la suspensión de la autonomía.

La segunda opción que tendrá Mas, según el análisis de los socialistas catalanes, es dar marcha atrás, renunciar al 9-N, romper con Esquerra y buscar un acuerdo de legislatura con el PSC para llegar hasta 2016. Ambos tratarían de convencer al Gobierno central, sin fecha ni preguntas prefijadas, para que se avenga a pactar una consulta en el futuro o, en su defecto, para que selle un gran acuerdo entre Cataluña y el resto de España, una tercera vía que evite la independencia catalana, tal y como reclaman la banca, el empresariado catalán, el PSC y la Unió Democrática de Josep Antoni Duran Lleida. El propio Josep Rull, coordinador general de Convergencia, especuló ayer, en un artículo en 'The Financial Times', con la posibilidad de que Mas y Rajoy puedan llegar a un acuerdo sobre cuestiones relativas a financiación, infraestructuras y lengua, que se sometería a votación junto a la opción independentista en una consulta que no se celebraría el 9 de noviembre sino más adelante.

Iceta, en definitiva, ofrece a CiU que retome la senda del posibilismo en pleno debate sobre qué hará Mas si la consulta se prohíbe. Esquerra, una parte de Convergència y la Asamblea Nacional de Cataluña le aprietan para que no se arrugue y haga prevalecer la voluntad del Parlament sobre la decisión del Constitucional. Los partidos nacionales, una parte de Convergencia, Unió, el PSC y el empresariado le instan a cumplir la ley y a no hacer nada que se salga de sus márgenes.

Oportunidad

Mas trató la semana pasada de silenciar hasta otoño esta espinosa polémica, para cerrar filas con sus aliados y disipar dudas sobre su compromiso con la consulta. No obstante, sigue sin soltar prenda y se aferra a que el único plan que contempla ahora es votar. «Nuestro objetivo es votar el día 9 y sólo hay un objetivo. No tenemos ninguna otra perspectiva», aseguró ayer el presidente de la Diputación de Barcelona, el convergente Salvador Esteve. Los cuatro presidentes provinciales mostraron su apoyo a Mas y señalaron que estarán «al lado» del Gobierno catalán, pase lo que pase el 9 de noviembre. Una consulta que la Generalitat cree que no tiene por qué morir en caso de que el Constitucional la invalide, ya que existen otras «alternativas» que permiten votar de una forma legal, según insistió ayer el consejero catalán de Salud, Boi Ruiz. Mas evita hablar de planes B, pero sobre la mesa está la posibilidad de unas elecciones autonómicas en clave plebiscitaria.

Pero ni ERC, ni Iniciativa, ni la CUP, los socios de Mas para impulsar el referéndum, quieren oír hablar de sucedáneos, por lo que el presidente de la Generalitat tendrá que elegir en breve cuáles son sus aliados. De ahí la oportunidad de la oferta del PSC, que, en cualquier caso, se antoja de alto riesgo para ambas partes, teniendo en cuenta la situación de una CiU debilitada por el 'caso Pujol' y por el empuje de una Esquerra en alza y de un PSC en horas muy bajas y relegado en la vida política catalana por el proceso soberanista.

Cualquier vaticinio es aventurado, pero un período marcado por una Generalitat gobernada por CiU y PSC, los dos partidos más afectados por la corrupción en Cataluña y que aparecen a la vista de los electores como los representantes de la vieja política, podría bien resucitarlos o hundirlos del todo y servir en bandeja el poder a Esquerra.