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Egipto ya se toma en serio las amenazas a los opositores

El Gobierno y los Hermanos Musulmanes temen un asesinato político y condenan ahora las fatuas que «incitan a la agitación»

EL CAIRO. Actualizado: Guardar
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El telepredicador radical Mahmud Shaaban afirmaba la semana pasada en un canal religioso, abiertamente y sin tapujos, que los líderes de la principal coalición opositora estaban «incendiando Egipto para ganar poder, y el veredicto de Dios contra ellos es la muerte». Shaaban incluso afinó el tiro y especificó dos nombres: Mohamed el-Baradei y Hambin Sabahi. La luz verde para su asesinato con el supuesto beneplácito divino estaba dada, pero no fue hasta ayer, tras la muerte a tiros de un opositor en Túnez, que el Gobierno y los grupos islamistas egipcios condenaron la peligrosa fatua.

El-Baradei, que encabeza el Frente de Salvación Nacional (FSN), había alertado de estas amenazas a través de las redes sociales, y criticó al Ejecutivo en Twitter por guardar silencio mientras «otra fatua da licencia para matar a opositores en el nombre del islam. Se vuelve a hacer uso y abuso de la religión», escribió el Nobel de la Paz. Ayer, las autoridades decidieron tomarse en serio las amenazas y desplegaron a fuerzas de seguridad junto a las viviendas de El-Baradei y del izquierdista Sabahi, líder de la Corriente Popular Egipcia.

El Gobierno rompió también su silencio y ayer el primer ministro expresó su rechazo a estas fatuas extremas que «incitan al asesinato, la discordia y la agitación en el país», dijo Hisham Qandil. Incluso la Fiscalía, que en otras ocasiones parecía haber mostrado diligencia solo a la hora de investigar y admitir a trámite denuncias contra opositores, ordenó que se investigue a Mahmud Shaaban, que es profesor de la milenaria institución de Al-Azhar.

La polarización de la sociedad egipcia entre islamistas y detractores del Gobierno de Mohamed Mursi se ha agravado en las últimas semanas, en los que más de 60 personas han muerto en violentos enfrentamientos entre civiles o entre manifestantes y Policía. En este caldo de cultivo, el Ejecutivo y los Hermanos Musulmanes que lo apoyan parecen temer que la historia de Túnez se repita en Egipto.