ESPAÑA

«No queremos ser una carga para nuestros hijos»

El matrimonio, que residía en una pedanía de Granada, había pactado supuestamente la muerte de ambos

GRANADA. Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

Dos muertos con un disparo en la cabeza, un reguero de sangre y un par de notas manuscritas por el presunto autor del homicidio. Eso fue lo que se encontró ayer Luis Valenzuela a las 6.50 horas en el domicilio de sus padres en la calle Alhomas Viejas número 6 de Casanueva, pedanía de Pinos Puente, en Granada. Luis acudió a recoger a su padre para trasladarlo al hospital, donde tenía cita para una operación de vesícula a las ocho de la mañana, pero quedó descompuesto cuando vio a su progenitor con la tapa de los sesos levantada por un disparo. Subió las escaleras de la planta superior de la casa de sus progenitores y se encontró a la madre en la cama, tapada hasta el cuello y con otro disparo en la cabeza.

La Guardia Civil de Pinos Puente recibió una llamada a las siete de la mañana de ayer para ser avisada de la doble muerte. Antonio Valenzuela, de 77 años, disparó contra su mujer, un año menor que él, para poner punto y final a un matrimonio con más de cuarenta años de convivencia. Él se disparó con el mismo arma, una escopeta de caza del calibre 16 bastante antigua y no inscrita en el registro del área de Intervención de Armas de la Guardia Civil. El presunto autor de los disparos carecía de licencia para la vetusta escopeta. Antonio dejó dos notas manuscritas. Una decía que las muertes fueron acordadas con su mujer para evitar convertirse en una carga para los hijos. La segunda rogaba que los cuerpos fueran incinerados. Los dos escritos estaban rubricados con tinta de bolígrafo y solo constaba la firma de este hombre.

Isabel P. S., la mujer de 76 años víctima de este crimen presuntamente acordado con su marido tal y como rezaba en la nota, sufrió una embolia cerebral hace cuatro años. Esta patología le dejó medio cuerpo paralizado, lo cual mermó bastante su estado de salud. Su movilidad se encontraba muy reducida y necesitaba el cuidado de dos asistentas sociales a diario. Además, recibía los cuidados de su marido y de sus hijos, quienes según sus vecinos, solían acudir al domicilio para facilitarles apoyo y compañía.

Antonio Valenzuela, el presunto autor de los disparos que acabó suicidándose, también padecía problemas de salud. Ayer tenía cita a las ocho de la mañana para someterse a una intervención quirúrgica: le iban a extirpar la vesícula biliar. El problema era que este hombre, dedicado toda la vida a las faenas del campo y trabajos de albañilería, no tenía demasiado claro lo de su operación por su falta de familiaridad con los servicios sanitarios. «Lo de la operación lo tenía trastornado», lamentó ayer una de la hijas del matrimonio, María Dolores.

La inexistencia de denuncias por malos tratos y de peleas conyugales descarta, en principio, que el homicidio y posterior suicidio se deban a un episodio de violencia de género, aunque será el juez responsable de la instrucción quien dirima si la muerte de Isabel P. S. entrará a formar parte o no de las listas negras de crímenes por maltrato machista.

Los hijos, rotos

Los hijos del matrimonio se mostraron ayer rotos por lo ocurrido. «No nos lo esperábamos, mis padres estaban bien atendidos y era gente muy normal. Salvo los problemas de salud que tenían mi madre y mi padre, ahora con la operación, no imaginamos nunca que pudiera pasar algo así», dijo ayer entre sollozos María Dolores. El matrimonio tenía cuatro hijos y seis nietos, y vivían en su morada de Casanueva desde hacía más de cuarenta años.

El buzón de la casa número 6 de la calle Alhomas Viejas de Casanueva tenía los nombres de Antonio y de Isabel escritos con tinta de bolígrafo con una caligrafía propia de quien no domina bien el trazado de las letras. Lo mismo ocurrió con las dos notas manuscritas por Antonio y halladas en el interior del domicilio por los hijos del matrimonio. Una de ellas advertía de que el homicidio había sido acordado por los «do» para «ebitar» más cargas a sus hijos. Aunque la nota era escueta, presentaba faltas de ortografía propias de quien había pasado la práctica totalidad de su vida trabajando, sin tiempo para pasar por la escuela salvo para aprender a escribir y leer medianamente regular. La mujer, víctima de este homicidio supuestamente 'compasivo', no sabía leer ni escribir, según apuntaron sus conocidos.