Artículos

El último viaje de Dívar

No merecemos un presidente del Supremo bajo sospecha, y menos instalado en la duda y en la mentira

Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

Cuál es la razón por la que un hombre tan pausado como Carlos Dívar se aferra al sillón de presidente del Supremo y del Poder Judicial? ¿Qué motivos hay para que se vea obligado a comerse diariamente un sapo matinal cada vez que lee un periódico? ¿No hay nadie en su familia que le diga que es mejor no seguir, que basta ya de arrastrar un apellido en los titulares sin que medie la más mínima defensa. Porque, esta es la cuestión, ¿se puede defender Dívar? Si puede, no lo hace. Madrid es un mentidero sobre sus viajes, sobre la inquietante presencia en esos desplazamientos de un escolta-ayuda personal que llegó a hacerse tarjetas de visita con semejante leyenda. Ayer el Supremo se dividió a la hora de votar una querella contra Dívar; hoy los vocales del Poder Judicial pedirán otro pleno de censura al presidente del Tribunal Supremo.

No se trata de medir la moralidad del presidente, quiénes somos nosotros para eso, son los hechos los que interesan. Él, que invoca a los cielos y escucha la llamada de Dios, debe saber si lo que le pasa está más cerca de un linchamiento moral o de la realidad. Contra hechos no valen razones. Su razón es que dice haber ido a Cantabria invitado por el Gobierno de esa comunidad; el hecho es que el expresidente de esa Comunidad, Miguel Ángel Revilla, dice que es mentira. Su razón es que ha pasado facturas de viajes y estancias durante largos fines de semana, muchos de ellos sin agenda oficial; el hecho es que usted pagó todo eso -30.000 euros-, con dinero público, el de todos los españoles. Su razón trata de explicar que son unos pocos viajes, y que no venía a cuento tanto revuelo, pero el hecho cierto es que ahora salen 12 desplazamientos más de fin de semana -fines de semana que empiezan los jueves-, para asistir a actos que duran unas pocas horas, pero que le sirven de coartada para endosar a la caja del CGPJ los gastos de cuatro días.

Para qué seguir, mejor lo dejamos ahí, porque sonroja leer la lista de hoteles lujosos, traslados en avión y cenas en los mejores restaurantes. Es tal el desastre que Dívar pasa un gasto de 2.000 euros para impartir una conferencia en un colegio mayor de Santiago de Compostela en junio de 2010 cuando la conferencia la impartió en noviembre. Sus justificantes están llenos de imprecisiones que se tornan en sospechas. Los hechos son sagrados, las razones no. Los españoles no merecemos un presidente del Supremo bajo sospecha, y menos instalado en la duda, y menos en la mentira. No lo siento por él, sí por lo que representa. No le queda más que un servicio: dimitir y explicar cómo, cuándo y con quién se ha gastado 30.000 euros que salieron de la caja del Poder Judicial. Un miseria -dice él-, en un mundo de miserables, decimos nosotros.