Tribuna

Manuel Barrios: La fuerza de las convicciones

CATEDRÁTICO DE LITERATURA DE LA UNIVERSIDAD DE SEVILLA Y ESCRITOR Actualizado: Guardar
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Llegado a Sevilla desde Cádiz a inicios de los años setenta, con aficiones literarias, que tenían sus raíces en el grupo Marejada gaditano, e ingresado en la Universidad, pronto pude observar qué diversos grupos constituían la lanzadera creativa de la ciudad. En el ámbito poético destacaban el grupo Cerezo, la editorial Aldebarán, los Grupos Ángaro, Cal, Vasija de Barro y Gallo de Vidrio, los principales cenáculos durante la transición política. En la narrativa ya se había lanzado desde mediados de los sesenta lo que se llamó la promoción de los «narraluces», una promoción editorial de algún modo significativa, pues los componentes se centraban en ese género narrativo que no había tenido mucha tradición entre los escritores del sur. El boom latinoamericano había favorecido la atención hacia autores que estaban en líneas similares del realismo mágico y la concepción barroca del mundo, es decir, lejos ya del realismo radical y objetivo, típico de los años 50. Alfonso Grosso y Caballero Bonald eran los puntales del exterior, mientras desde aquí desarrollaron sus obras Aquilino Duque, Manuel Barrios, Manuel Ferrand, Luis Berenguer, José María Vaz de Soto, Julio de la Rosa, o José María Requena, entre otros intelectuales, como Antonio Burgos, figura clave desde entonces. José Luis Ortiz de Lanzagorta y Carlos Muñiz fueron los inspiradores de la idea, por muchos discutida, pero evidente, en cuanto a publicaciones y apoyo de la crítica y los premios

Sirva esta introducción para dejar claro que el valor de Manuel Barrios, amigo desde entonces, autor fundamental ya sea por su obra periodística, ensayística o narrativa, no puede disociarse de su papel histórico, algo que sucede con casi todos de su promoción. En aquellos años (algo que se olvida) el activismo cultural era casi más importante que centrarse en la elaboración de una obra creativa. Desde Radio Sevilla, desde la prensa, o desde cualquier lugar público, aquellos escritores, como Barrios, hicieron esa labor esencial para ir creando una cultura de la democracia, que vendría después. Juan de Dios Ruiz Copete fue uno de los serios estudiosos que entonces afrontó el abordaje crítico de aquella etapa, y del grupo de novelistas, otro de los intelectuales hoy de algún modo olvidado, pero esencial para recuperar la verdadera historia de entonces. Barrios había sido jefe de programación de Radio Nacional de España en Sevilla y redactor jefe de Radio Sevilla, cuando lo conocí, en su famosa tertulia literaria. En esa etapa obtuvo la Antena de Oro y varios Premios Ondas. Como es obvio, difícilmente se podía vivir entonces de la literatura y él, como tantos otros hoy figuras esenciales, tuvieron que buscarse otras profesiones. Si embargo esto lo consideraba él bastante positivo. De hecho fueron muchos los años que escribió para ABC, con su habitual columna, ya con la tradición que también tenía y mantiene Antonio Burgos.

Ya no se trataría sólo de recuperar novelas como 'El Crimen', finalista del Nadal (1962), 'La Espuela' (también finalista del Nadal en 1964) o 'Epitafio para un señorito' (Premio Ateneo del Sevilla del 72), además de otros libros como 'Ese difícil mundo del flamenco' (1972), y 'Gitanos, moriscos y cante flamenco' (1989), o realizar una selección amplia de sus múltiples artículos en prensa y ensayos (en torno a 70 libros publicados). Desde mi punto de vista sería esencial empezar a recuperar, a través de personajes como Barrios, nuestra historia oculta, sobre todo de aquella etapa que, en poco más de ocho años, cambió radicalmente las líneas que venían desde el siglo XIX.

Barrios siempre fue amigable, cordial y sincero conmigo, pero bastante duro en sus críticas al sistema, cuando sentía que debía de serlo, lo que le costó cierto rechazo político. Para él la literatura y la cultura eran entonces las vías únicas para crear un nuevo mundo. A los más jóvenes nos inducía a trabajar en serio, y él mismo, hasta hace unos años, en que lo visité en su piso de la Barriada de San Pablo, seguía trabajando todo el tiempo que le permitía su ya maltrecha salud.

En mi caso no se me va sólo un amigo, con quien siempre me llevé bien y mantuvimos el contacto. Se me va un trozo de esa historia que, por reducida en el tiempo (entre 1972 y 1979) bastante compleja en el sentido ideológico y político, así como cultural, aún falta por sistematizar con mayor amplitud. Sólo entonces comprenderemos que fue el mundo literario y cultural principal motor para una radical evolución entre la España de 1965 y la de 1980. Un sólo detalle más: Aunque Barrios vivió gran parte de su vida en Sevilla, era gaditano, de San Fernando. Eso también fue un punto de unión entre nosotros.