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TANGANAS NACIONALES

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En las elecciones, lo mismo que en los partidos de fútbol de «gran rivalidad», lo difícil no es salir vencedor, sino salir vivos. El problema se agrava cuando los que compiten, tanto los políticos como los jugadores, son de segunda división. Perdiendo se aprende, pero ganando se aprende aún más. Quienes atravesamos los fines de semana cavilosos de postrimerías, solo hallamos consuelo con la presencia de las personas queridas, que ya quedan pocas que estén en disposición de querernos, y en la frivolidad necesaria para interesarnos por asuntos banales. No se puede uno acostar atormentado por las declaraciones del presidente del Eurogrupo, que augura que si Grecia quiebra caerán otros cinco países, que no podrán resistir su bancarrota. (Irlanda, Portugal, Italia, Bélgica y España). Ante ese tétrico vaticinio no me negarán ustedes que es mejor irse a la cama rememorando un remate de Messi o de Cristiano Ronaldo que acordándonos de la madre de Jean-Claude Jüncker.

Mi estrategia de evasión de este fin de semana ha sido, como siempre el Dry Martini, ya que sigo siendo un virtuoso de mis vicios, y el partido Elche-Granada. Una vez más he comprobado que la incertidumbre del resultado es superior al goce estético y que la pasión, aunque quite conocimiento, añade interés. Eso de que el Granada, que no jugaba en primera desde Boabdil, haya regresado dificultosa y laboriosamente al lugar que merece me ha hecho recordar tiempos de los que no se acuerda nadie. (Floro, Millán González..., cuando un jovencísimo César, el del Barça, jugaba al lado de Trompi). Lo que no me ha gustado son las tanganas posteriores. Seguimos sin saber perder y sin saber ganar, ni en los partidos políticos ni en los partidos de fútbol. Siempre hay incidentes. Los indignados se juntan con los eufóricos. Y como cada palo no puede aguantar su vela, hay palos para un sombrajo y para que nos llevemos algunos los que presenciamos el espectáculo.