LA DECISIÓN DE MESSINA

A grandes males, grandes remedios. Eso ha debido pensar Ettore Messina, considerado por muchos como uno de los mejores entrenadores europeos en la historia del baloncesto, para salir pitando del Real Madrid antes de que su prestigio profesional siguiera disminuyendo a pasos agigantados entre los aficionados al baloncesto, que no entre los estudiosos, que esos me da a mí que siempre van a adorar la figura del italiano por todo lo que ha representado y aportado al mundo de la canasta.

Me da a mí que Messina, mejor o peor entrenador pero tipo de mundo e inteligente, ha sabido echarse a un lado en el momento adecuado, tanto para decir eso de 'aquí estoy con mi inmaculado estilo sabiendo reconocer mis errores y lo dejo haciéndolo lo mejor que he podido' -que no es poco, por otro lado, en esta temporada (finalista de Copa del Rey, segundo en la Liga Regular y en cuartos de final de la Euroliga)- como para 'vengarse' de cierta forma de aquellos jugadores que desde que llegó a la casa blanca y quiso imponer su estilo de entrenador firme y directo le echaron un pulso para marcar su territorio.

La plantilla del Real Madrid, en la que los jugadores que tenían que llevar el peso sobre la cancha no tenían peso en el vestuario, y las vacas sagradas solo aportaban mala 'leche', y no precisamente dentro de la pista, estaba tan contaminada que Messina intentó tocar algunas partes de ese corazón dañado, pero estuvo impreciso con el bisturí y terminó afectando a algún que otro ventrículo (Felipe Reyes).

Después entra en liza el complejo de inferioridad de la afición y el entorno madridista, acostumbrados a un éxito ficticio basado en la filosofía del talonario, menos boyante en tiempos de crisis. Y claro cuando tu solución se llama Begic y la de tus competidores directos Anderson o Batista la reanimación tampoco es la más recomendable. Messina ya es historia del Real Madrid. Ahora lo que hay que ver es si el Real Madrid es capaz de hacer historia esta temporada sin Messina.