Betriz Viana. / Archivo
CASO NÓOS

Los dolores de cabeza de la jefa de los inspectores

La hasta hoy directora de la Agencia Tributaria es una matemática caprichosa que se vió en el ojo del huracán por el lío de las fincas de la infanta

MADRID Actualizado: Guardar
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Hace quince años era una funcionaria anónima y hace tan solo quince días en las aceras y en los bares de España no había quien le pusiera nombre y cara. Pero los destinos de la actualidad, hasta los que atañen a los rigurosos inspectores de Hacienda, se rigen por una matemática caprichosa. Esta semana, Beatriz Viana (Soria, 1962), hasta hoy directora general de la Agencia Tributaria, ha navegado en el inquietante ojo del huracán por el informe sobre la venta de 13 propiedades atribuidas de manera «errónea» a Doña Cristina de Borbón entre 2005 y 2006, cinco años antes de su nombramiento. Mientras una investigación dilucida por qué aparece en las transacciones el famoso DNI 00000014-Z de la hija del Rey, el juez del 'caso Nóos', José Castro, analiza la petición de Manos Limpias para que impute a Beatriz Viana como testigo en el proceso y ya son numerosas las voces que piden su cabeza. Ella guarda silencio sobre el asunto y aguanta la presión como puede. De momento, Mariano Rajoy no va a echarle la culpa «a nadie» y el ministro Cristóbal Montoro anuncia que el próximo martes se conocerán los datos de la investigación sobre este «lamentable error».

El 'caso Bárcenas', la amnistía fiscal del Gobierno y ahora el famoso informe sobre la infanta... Los últimos tiempos no han sido para la directora de la Agencia Tributaria un camino de rosas y la presión no hace más que aumentar. «Lo que vivo yo se lleva quitando horas al sueño y a la familia, y con analgésicos para el dolor de cabeza», admitió en un cuestionario que contestó por correo electrónico a este periódico para tratar de descubrir al personaje, y donde no quiere entrar en mayores honduras sobre la polémica.

Detrás de la mujer a la que miran todos los medios, responsable de un aumento del 10% en la recaudación por la lucha contra el fraude, hay un despacho lleno de torres de papeles, recortes de prensa y una orquídea como única licencia ornamental. Ni una foto de familia, ni un dibujo de Beatriz, su hija de 11 años. «La casa está llena de ellos».

Ese es el territorio de su desorden y solo ella conoce las claves que determinan dónde está cada cosa, al fin y al cabo se define como una amante de la limpieza y la pulcritud. La verdad es que no hay biografía que no sea interesante; la suya, también lo es. Si se echa la vista atrás desaparecen todos los cargos que ha ostentado en Zaragoza, Barcelona y Madrid y aparece la segunda hija de cuatro hermanos de una familia «bien avenida» y un padre -ahora fallecido- que conduce un coche los fines de semana por las carreteras de Soria. Pasar los límites de la provincia era «toda una aventura». No sabía que iría tan lejos, ni las curvas que le esperaban. De aquellos pequeños viajes vividos como epopeyas le quedó un gusto por conocer el mundo. Ha visitado unos 30 países, en vacaciones que han ido desde la mochila y la tienda de campaña hasta el hotel de lujo, «no muchos». Si tuviera que estar en otra parte, andaría ahora mismo vagando por el sudeste asiático, su rincón preferido del mundo. Desde su nombramiento en diciembre de 2011 como responsable de la Agencia, los periplos se quedan en la Península y en la vuelta al refugio tranquilo de Soria, con su familia.

La siguiente escena tiene lugar a mediados de los 80 en el madrileño Colegio Mayor César Carlos. En la piscina, dos candidatas a inspectoras de Hacienda discuten un cálculo. Beatriz Viana, que había estudiado Derecho en Zaragoza, toma el sol aparentemente ajena a la conversación, hasta que suelta en voz alta el resultado de la operación que debaten sus amigas. Sin boli, ni papel, de oídas. Desde entonces le persigue la fama de fiera del cálculo y las cifras. De aquel año en el infierno de los libros le quedó su marido Ramón, con el que tiene una hija, y el título de inspectora de Hacienda.

Su vida política comenzó con una llamada en 1998: la ofrecían un puesto de asesora en el gabinete del entonces vicepresidente y Ministro de Economía y Hacienda, Rodrigo Rato. «No le conocía de nada». Allí también se encontró con Juan José Güemes, con el que luego se fue a la Consejería de Sanidad de la Comunidad de Madrid cuando Rato fue nombrado director del FMI, y Cristóbal Montoro, el responsable de que ahora lleve las riendas de la Agencia Tributaria. «He aceptado los cargos que me han ofrecido personas en las que creía a pies juntillas», cuenta.

¿Cómo es en el trabajo? Pues depende a quién se pregunte. Los más cercanos tiene la imagen de una mujer de carácter castellano, simpática, cercana, eficaz y negociadora. Los enemigos censuran su adhesión ciega al ministro de Hacienda; también la ven capaz de mostrarse cercana, pero precisan que es dura y fría como el hielo. Ella se queda en un término medio. Se considera «exigente» y amante del trabajo bien hecho por «gente que tiene sangre en las venas». Si hay que discutir, es «vehemente», aunque advierte que la sangre «no suele llegar al río». «Trabajamos con mucha presión. Lo que nos traemos entre manos no es fácil y, por tanto, el nivel de exigencia tiene que ser alto. Pero me gusta reconocer el trabajo bien hecho, que es mucho», insiste.

Los que han negociado con ella relatan que las tormentas en la Agencia Tributaria han sido varias. Los inspectores consultados por este periódico, que prefieren el anonimato, aseguran que entre los trabajadores de la institución ha pesado «muy negativamente» la decisión de no investigar las declaraciones de los defraudadores que se acogieron a la famosa amnistía fiscal, que un sector importante de la agencia considera poco menos que un agravio a la institución. La polémica operación, que terminó hace unos meses, facilitó que 131.411 contribuyentes declararon bienes ocultos en el extranjero y supuso una recaudación extra de 87.000 millones de euros para el erario público. Posteriormente, los inspectores pidieron a la dirección de la Agencia que se pasara el peine por todas las cuentas de los que se acogieron a la amnistía, pero solo fueron investigados los contribuyentes con riesgo fiscal.

«No sé ni lo que he dicho»

Viana llevó esta y otras lidias al margen de las portadas de los periódicos y el 'prime time' en televisión. La primera vez que ocupó espacios significativos en los medios de comunicación fue muy a su pesar. Durante una rueda de prensa en la que los periodistas le preguntaron por el 'caso Bárcenas', se lió. Terminada la comparecencia, se giró hacia su compañera de mesa y soltó: «Yo no sé ni lo que he dicho, ahora me van a sacar cualquier tontería, de cualquier barbaridad que haya dicho». Se lo contaba a Pilar Jurado, la directora de Aduanas, que intentó advertirle con discreción que los micrófonos que la apuntaban seguían abiertos. «Ya», dijo, y calló, pero era tarde. «Aunque quienes tienen más experiencia me dicen que quien más importancia le doy soy yo, aún me sonrojo recordándolo. La verdad, me pareció injusto. Era una rueda de prensa para contar los resultados en el área de Aduanas que eran espectaculares y que habíamos preparado con mimo», admite todavía con rabia.

Desde entonces, aquel resbalón le persigue como un fantasma replicado en 177.000 vídeos en Google.

- ¿Y cómo vive esa presión acumulada en los últimos meses?

- El momento actual es duro para muchos. Pero la verdadera presión es perder el trabajo o tener una situación personal difícil. Lo que vivo yo se lleva quitando horas al sueño y a la familia; y con analgésicos para el dolor de cabeza. ¡Sí, soy una privilegiada!