DEL MUSEO DEL lOUVRE

'La Gioconda', un siglo del robo del siglo

Una centuria no ha bastado para aclarar el rocambolesco robo de la pintura más famosa de la historia, del que se llego a acusar a Picasso

MADRID Actualizado: Guardar
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Un siglo no ha sido suficiente para aclarar en todos sus detalles el robo más sonado de la historia del arte. El 21 de agosto de 1911 un escalofrío atravesó el alma del pintor Louis Béroud, que llegaba a la sala Carré del museo del Louvre para admirar la 'Mona Lisa'. El emblema del museo, su pieza más valiosa y apreciada, 'La Gioconda', se había esfumado. La obra maestra de Leonardo Da Vinci había dejado un escandaloso hueco entre 'Los desposorios místicos de santa Catalina', de Correggio, y 'Alegoría', de Tiziano.

Cien años después no se han desvelado todos los enigmas en torno al robo de la muy enigmática y sonriente joven retratada por Leonardo Da Vinci en Florencia entre 1503 y 1506 y del que se llegó a acusar a Pablo Ruiz Picasso. El que pudo ser el primer robo por encargo de la historia, concluyó con final feliz dos años después. En la misma Florencia en la que fue pintada reapareció sana y salva en 1913 cerrando de los episodios más rocambolescos de la reciente historia del arte.

Estamos ante "el mayor escándalo que el mundo cultivado haya conocido", resume el ensayista francés Jérôme Coignard, autor de 'Una mujer desaparece' (Une femme desaparaît', aun inédito en español) en el que reconstruye la peripecia de un robo perfecto que conmocionó al mundo y al que ha dedicado doce años de investigación.

Un siglo después son muchas las preguntas sin respuestas sobre un suceso que salpicó al mismísimo Picasso y su amigo Guillaume Apollinaire. Pintor y poeta fueron detenidos e interrogados un mes después del latrocinio como presuntos autores. Apollinaire había propuesto quemar el Louvre y Picasso tenía antecedentes por la compra arte robado.

El hurto la de la 'Mona Lisa' fue una noticia global de la que se hicieron eco los diarios de los cinco continentes desde de que saltó a las portadas de todos los diario franceses del 22 de agosto. Corrieron ríos de tinta tratando de dilucidar si era la venganza de un justiciero nacionalista italiano, el desafío de una banda de timadores, el reto de alguien dispuesto a pedir un rescate o la obra de un desequilibrado dispuesto a acabar con la pintura más famosa de la historia. Se llegó a apuntar que el robo se había organizado desde el propio gobierno francés para lanzar una cortina de humo ante una desastrosa situación política o que los propios responsables del Louvre tratando de ocultar una fatal restauración.

Otro Leonardo

Tras dos largos y desconcertantes años sin pista alguna, la pintura reaparecía en la Florencia donde había sido pintada cuatro siglos antes y de la enigmática mano de 'otro' Leonardo. "Tengo en mi poder la obra robada de Leonardo da Vinci. Mi sueño es devolver esta obra maestra a la tierra de la que procede y al país que la inspiró" decía la desconcertante misiva remitida desde París que recibió en noviembre de 1913 el anticuario Alfredo Geri. Geri se lo comunico a Giovanni Poggi, director de la florentina Galleria degli Uffizi, invitó al remitente a mostrarle la pintura, lo citó en el museo y avisó a la policía.

Hechas las comprobaciones, el Leonardo de pega fue detenido. 'La Gioconda', recuperada y expuesta unas semanas en 'los oficios' florentinos, en Roma y en Milán, inició en diciembre de 2013 su viaje de vuelta a su casa a la rue Rivoli de la que estuvo ausente veinticuatro meses y 111 días. El cuadro volvía a colgase en el salón Carré el cuatro de enero de 1914.

Vincenzo Peruggia era el verdadero nombre del 'captor', un carpintero que había trabajado en el Louvre y quería, dijo, resarcir a Italia del expolio artístico perpetrado por Napoleón. Esa fue al menos la explicación que ofreció a las autoridades y que obtuvo una relativa credibilidad. "Peruggia interpretaba un papel en una historia escrita por un autor anónimo: era una actuación brillante pero solo una actuación. El hombre no encajaba con el delito, y lo que era más curioso, su móvil no encajaba con la historia", refiere R.A. Scotti en 'El robo de la sonrisa' (Turner), otro ensayo que reconstruye el histórico robo. Nadie ha ofrecido hasta hoy una explicación factible sobre el verdadero móvil de Peruggia y quién estaría detrás de su acción.

Por qué decidió sacarlo a la luz es un misterio, como saber quién le encargó el robo. Coignard apunta al estafador alemán Otto Rosemberg, mientras que Scotti se inclina por la una enmarañada trama que implica a un misterioso estafador argentino, Eduardo de Valfierno, presunto aristócrata quien habría encargado a Yves Chaudron, reputado falsificador marsellés, seis réplicas exactas de 'La Gioconda'.

El falso marqués habría engatusado luego a Peruggia con el argumento del orgullo patrio y la devolución a Italia de la pieza con la promesa de una fortuna. Con la noticia del robo corriendo como la pólvora, Valfierno habría podido vender las seis copias como originales sacando 300.000 dólares a seis incautos coleccionistas, según apunta esta alambicada hipótesis. Pero nadie ha visto jamás esas copias perfectas.

Sí se constató que Peruggia fue el autor material del robo y se supone que devolvió la pintura ante el silencio de Valfierno. El carpintero italiano se ocultó en un almacén del Louvre en la tarde del domingo 20 de agosto. A la mañana siguiente, con el museo cerrado, descolgó el cuadro, lo despojó del marco, escamoteó el lienzo bajo su guardapolvo y lo sacó sin mayores contratiempos por la escalera principal. Durante dos años la enigmática sonrisa de la 'Mona Lisa' brilló en la cocina de la modesta vivienda parisina de de Peruggia hasta que decidió viajar con ella a Florencia. De toda la peripecia da cuenta la novela 'Valfierno' con la que el argentino Martin Caparrós gano el Planeta en 2004.

Viajera

La Gioconda' era la joya de Louvre desde que Napoleón se viera obligado a entregarlo cuando tomó el camino del destierro hacia la isla de Santa Elena. Hasta entonces el emperador había disfrutado de la pintura en su dormitorio, como antes lo había hecho el monarca Luis XIV. La revolución lo condujo al Louvre en 1793.

Leonardo Da Vinci nunca se deshizo de de su tabla, que retocó hasta su últimos días. Con ella viajó desde Florencia a la corte de Francisco I, en Fontainebleau. Fue el monarca francés quien la adquirió por 4.000 coronas de oro, una exorbitante cantidad el equivalente a doce toneladas de plata, no sabemos si antes o después de la muerte de Leonardo.

Un siglo después del robo del siglo, Italia ha lanzado una campaña para que regrese a Florencia el supuesto retrato de Lisa Gherardini de Giocondo. Un equipo de arqueólogos busca sus restos en el convento florentino de Santa Úrsula en el que presuntamente estar enterrada para obtener muestras de su ADN. Quieren compararlos con el de los hijos de Gherardini cuyas fosas estas perfectamente localizadas. Aspira a dar con el cráneo de la bella florentina y poder compararlo con el retrato para confirmar o descartar definitivamente que se trata de la esposa de Francesco Barlotolomeo del Giocondo.