movimiento 15-M

Ni perros ni flautas

Jóvenes, parados, jubilados, abuelos, familias con niños y tribus urbanas de todo tipo se dieron cita en una multicolor manifestación que tomó el centro de Madrid

MADRID Actualizado: Guardar
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A las dos y media de la tarde, bajo un sol inmisericorde, Silvia dinamitaba tópicos en la cola del quiosco de la plaza de Neptuno de Madrid e invitaba a los que estaban allí a refrescos. En el DNI, 50 años y de compañía, su propia hija. Cuando le intentaban pagar, se negaba a cobrar. "No quiero el dinero, solo un mundo mejor. Soy una mujer normal". Poco más allá, frente a línea policial que defendía la entrada a la desierta plaza de las Cortes, con los leones de fondo. Ni perros, ni flautas, ni 'perroflautas', ese despectivo sello de tipo sucio y vago habitante de la acera con el que parte de la sociedad calificó a los integrantes del movimiento 15M. Ni todos jóvenes ni hippies trasnochados. Allí no había humano que encontrara una botella de agua helada ni una etiqueta válida para calificar a la ensalada social de 40.000 almas, 150.000, según los organizadores, que se manifestaron ayer en las calles de Madrid.

Vinieron desde los mil rincones de la comunidad gentes como Andrés Moreno, 30 años, fotógrafo, que llegaba arrastrando consignas desde Leganés. Había salido de allí casi de madrugada.

"Estamos rotos, pero tenemos que luchar", dijo cuando se reunieron varias columnas frente al Congreso. Aquellos seis chorros de humanos que se encontraron en Neptuno arrastraron de todo. Más que antisistemas, que los hubo, aunque acallados por los propios organizadores, se juntaron familias enteras con niños de pañal, jubilados con sombrero de Panamá y chaqueta de lino, estudiantes esperanzados, algún aficionado a la marihuana y cuadrillas de violentos que no lograron su objetivo: alcanzar la valla y provocar a los antidisturbios. "Yo voy a entrar en el Congreso y no me vais a parar vosotros. Si hay que correr, se corre", gritaba uno de ellos que no había cumplido las 20 primaveras. "Pues te doy diez euros si corres hasta tu casa, chaval", le respondió un manifestante.

Votante del PP

Las sombras estaban abarrotadas; los lugares comunes, vacíos.

Desde el escenario, un portavoz llamaba a la huelga general y la lucha «an-ti-ca-pi-ta-lis-ta» y abajo, frente a la valla, enarbolaban una pancarta contra el pacto del euro dos señoras pasados los 50 con sandalias de verano, vestido 'chic' y joyería de oro con osos en la pechera, enzarzadas en un ir y venir de argumentos solapados sobre la manipulación de la prensa y "lo mal que se lleva" estar en contra del Papa. Cerraba el cuadro Victoria, de 37 años, camiseta y sandalias, "católica, apostólica, romana, votante del PP". Solo le faltaba ser del Real Madrid. "Pues mira, también. Y he venido aquí a manifestarme contra el pacto del euro y los derechos de los bancos que van en contra de los derechos de los pueblos. Estamos hartos de pagar los errores de los políticos".

Hacía calor, mucho calor. Tanto, que la sentada delante del cordón policial, improvisada para no dejar paso a los violentos, tuvo que disolverse. "Vamos a levantarnos, que aquí vamos a morir todos", pedía Marta, universitaria en busca de "una movilización que cambie el mundo". Las tres y media de la tarde. En Neptuno, las seis columnas del glorioso y heterogéneo ejército del 15M rompían filas. Quedaban por delante sándwiches devorados con hambre reivindicativa en los céspedes del paseo del Prado, comisiones de trabajo, una marcha a la Puerta del Sol, una orquestilla y una asamblea. De la gran masa que había tomado los ejes de Madrid quedaban los hielos fundidos en un charco. Los afortunados se daban al agua fría. El Sol liquidó hasta las revoluciones. En la plaza, padres y niños jugaban al corro de las patatas. La mayoría se encontraba en alguna barra con una cerveza en la mano y en la boca, una tapa. Los perros y las flautas seguían sin aparecer.