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Se acabó

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S e acabó. Como cantaría la Jiménez al final de su espectáculo, la Cumbre Iberoamericana forma parte ya del pasado de Cádiz; un recuerdo que muy pocas ciudades españolas comparten con este rinconcito, solo dos más. No sé si este detalle es significativo, pero menos temible que encabezar la lista de zonas apaleadas por el paro mes tras mes, lo es. Desconozco cuántas veces se habrá pronunciado el nombre de Cádiz, ni cuántos ingresos habrá generado el evento. Tampoco soy capaz de intuir cuáles serán los beneficios a largo plazo, y si acaso los habrá alguna vez. Sé que más del 90% de la planta hotelera en Cádiz estuvo ocupada en temporada de saldos; que el del bar de abajo del periódico, en la lejana Zona Franca, rascó clientela inesperada; que hubo muchos periodistas extranjeros que se quedaron enamorados de esta ciudad, a la que alguno le costaba situar en el mapa antes de que fuera elegida sede de la cita. Hubo quien llegó a definir esta cumbre, con acento gaditano, como la mejor de todas las que se habían organizado. Y aquí ya empiezan a molestar los botones de la camisa, que piden a gritos abrirse en canal para dejarle hueco al pecho henchido de orgullo por el buen trabajo organizativo de Cádiz, a la que se le compara en exceso con el cachondeo, el chiste y la vagancia.

Ahora ella puede proclamarse destino, con sello de calidad, para organizar cualquier evento por muy estrechas que sean sus calles o lo difícil que sea llegar a ella a veces si rugen los astilleros. Esa carta de presentación le permite pujar por hacerse con encuentros menos molestos en el día a día para el ciudadano, pero ventajosos para la prosperidad. Cádiz pide a gritos un futuro y con el turismo de sol y playa ya sabemos que no llegamos a fin de año.

Tampoco esperaba que una reunión de jefes de Estados, a la que se apuntan y se borran sin temer consecuencias diplomáticas, fuera a resolver alguno de los acuciantes problemas que sufre el gaditano. ¿Acaso lo esperaba alguien? Depositaba en este encuentro las mismas esperanzas que guardo cada viernes antes de escuchar los anuncios del Gobierno. Y no por ello en Madrid pidan en masa que el Congreso de los Diputados se mude a Albacete. La situación es tan desesperada y estamos tan empeñados en afear conductas, en ejercer militancia, que a muchos se les olvidó o no quisieron ver que ésta era una gran oportunidad.