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Diego Mejías posa junto a un grafitti en la sede de la Peña Cultural Flamenca «El Quejío», en el Polígono - ANA PÉREZ HERRERA
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Diego Mejías, concejal y cantaor de flamenco

Su pelo largo y su aire gitano podrían confundir, pero el cantaor Diego Mejías es del Polígono de toda la vida. Y, desde mayo, concejal de Juventud y Cooperación en Toledo

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Diego Mejías (Toledo, 1978) es uno de los cuatro concejales de Ganemos en el Ayuntamiento de Toledo, la coalición revelación de las pasadas elecciones municipales que ahora gobierna con el PSOE en la ciudad, pero además es toda una promesa del flamenco. Es un cantaor que se va de gira con guitarristas y grupos de baile, pero también un político que sueña con transformar el mundo con las armas de una soleá o una seguidilla.

El flamenco le sedujo casi al mismo tiempo que empezaba a volar, con 18 años, gracias a su primer trabajo en Salser, que llegó a compaginar con un puesto de celador en el hospital que luego consiguió por oposición. Descubrió a Camarón, al Cabrero y, después, a José Mercé, a Arcángel...

y así se enganchó a una afición que se ha convertido en pasión y casi en necesidad.

No para. Estudia Ciencias Políticas en la universidad y da clases de flamenco en el Tablao Casa Patas, un auténtico conservatorio en Madrid, con Paco del Pozo, un cantaor de gran prestigio, que ganó la Lámpara Minera en 1996 y con el que ha aprendido mucho. Lleva tres años con él y aunque «el lío de la política» le deja menos tiempo, sigue siendo su maestro.

Gracias al flamenco ha aprendido mucho de la vida: a esforzarse, a mejorar y, sobre todo, «a dar sentimiento a lo que haces porque puedes sentir mucho, pero si no sabes cómo expresarlo...». La música y el flamenco «son un instrumento básico para cambiar sensibilidades, para empatizar con la gente y construir algo mejor». La misma razón por la que está en Ganemos: «Para cambiar las cosas de verdad».

Alguien normal

Está muy ilusionado con su cargo de concejal de Juventud y Cooperación, y feliz tras organizar su primera Semana de la Juventud, con un concierto que llenó el paseo de Sisebuto de grupos de toledanos. Mejías está aún sin malear, pero tiene claro que un político tiene que ser alguien normal, de la calle, que hable con la gente, que escuche, que busque soluciones, que tenga «buen rollo» y que «no estemos viendo a diario que no sé quien se ha llevado tanto, que ha robado». «Tenemos que intentar que la política sea un instrumento para transformar el mundo, para cambiar las cosas», dice.

Como concejal de Juventud, lo que más le preocupa es el paro y la situación de los jóvenes de la ciudad, que sufren una doble emigración: al extranjero y también fuera de Castilla-La Mancha porque aquí hay pocas oportunidades. «Hace poco oí a un dirigente del PP echar la culpa a los jóvenes de no estudiar, no trabajar... Y no es verdad. La gente estudia, pero lo que no puede ser es que hagamos un plan de jardinería y se presente un ingeniero aeronáutico. Es un problema gravísimo. No hay trabajo, no se invierte en educación, ni en planes de empleo. Antes, la gente estaba menos cualificada y tenía un trabajo digno. Estoy harto de hablar con jóvenes, con tres carreras y siete idiomas, que no tienen trabajo o que terminan en una tienda doblando camisetas», afirma.

Desde el Ayuntamiento quiere trabajar para reivindicar el trabajo de los artistas de la ciudad y ponerlos en su lugar porque «Toledo tiene mucho potencial». Quiere acercar la música, la pintura, el cine y todo tipo de arte a la gente joven, que vean otras alternativas de ocio. Y sueña también, cómo no, con contagiar su amor por el flamenco.

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