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Análisis

«Splatoon»: disparos de colores

El «shooter» de Nintendo es una original alternativa para todos los públicos con las mecánicas habituales de los juegos armados

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Nintendo ha roto con «Splatoon» ( WiiU) tres barreras: su tradicional flojera con el online, su falta de nuevos personajes y su ausencia en los juegos de disparos. El esperado título en tercera persona ha resuelto su paso por el manido género de los «shooters» con una fórmula fresca, original, adictiva y, sobre todo, divertida.

La virtud de «Splatoon» es su capacidad de conservar las mecánicas de los videojuegos de disparos pero sin usar balas. La munición es tinta de colores, inocua en la realidad, letal en el juego, pero lejos de cualquier contenido violento. Los inklings son unos seres antropomórficos con capacidad de convertirse en calamares, armados con un variopinto arsenal cargado de tinta de colores fluorescentes.

La transformación en cefalópodo permite recorrer la zona pintada de nuestro color, cruzar vallas, saltar obstáculos, trepar y recargar el arma.

El punto fuerte del juego es el online, una modalidad menos explotada por Nintendo que sus competidores. El modo Territorial enfrenta a dos equipos de cuatro jugadores en competición por pintar el mayor espacio posible. El modo Pintazonas consiste en defender un territorio el mayor tiempo posible. Las competiciones, breves e intensas, mantienen un ritmo adictivo.

La riqueza de armas, desbloqueables en función del avance del juego, aporta una enorme variedad estratégica: alcance, potencia, repetición. No es un apretar botones sin más, sino que requiere cierto planteamiento de la situación, tanto individual como colectiva. Sin embargo es escaso el número de mapas, todos cerrados pero muy bien planteados.

El modo campaña ofrece una aventura, sencilla y no larga, con mucho de plataformas. Los chicos calamar se enfrentan a una raza de pulpos, en un sucesivo planteamiento de retos concretos con malos finales incluidos. El uso específico de saltos y la variedad de situaciones aporta diversidad a un juego que, sin ser ningún prodigio técnico, cumple a la perfección en el apartado gráfico para representar un diseño colorista, imaginativo, urbano y adolescente.

Hacía 14 años que Nintendo no presentaba unos nuevos personajes. No era capaz de salir del confortable éxito asegurado de sus criaturas sobreexplotadas, especialmente del universo Mario. Del éxito del enorme «paintball» de «Splatoon» depende el futuro de los recién conocidos inklings.

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