Entrevista

William McDonough: «Hay que pensar la ciudad como un bosque»

El arquitecto estadounidense sueña en poder convertir los centros urbanos en «un bosque», que «cambie el sentido de lo que hoy significa ser ciudadano»

William McDonough en la sede de la Fundación BBVA Maya Balanya

Fredy Massad

Formado en arquitectura, el estadounidense William McDonough dice que su trabajo es lograr materializar, hacer cosas posibles. Ha contribuido a desarrollar los conceptos de sostenibilidad y economía circular y su despacho se ha especializado en el diseño de edificios sostenibles.

Es fundador junto al químico Michael Braungart de una compañía que ayuda a empresas a implatar protocolos de diseño sostenible. Junto a éste firmó también en 2003 el libro «Cradle to Cradle», donde plantea un modelo de producción basado en en la creación de productos que, finalizada su vida útil, pudieran reconvertirse en materia prima. McDonough ha estado en Madrid para participar en la Cumbre del Clima invitado por la Fundación BBVA.

—Ante la urgencia de soluciones para afrontar el cambio climático, ¿no estamos equivocándonos y otorgando exclusivo protagonismo a las reivindicaciones activistas (hablo de Greta Thunberg) y polarizando la cuestión en una lucha populista, en vez de comprender que es una tarea que requiere unión de fuerzas científicas, políticas, económicas…?

—Es necesario que comencemos a actuar ya y que, como sociedad, entendamos cuáles son nuestras responsabilidades concretas. En este diálogo hay sitio para todos. Thunberg está poniendo el foco sobre cómo esto afecta a la juventud: que está preocupada, asustada. Esto no es algo que debamos discutir, sino entender y en lo que implicarnos.

—Los medios ensalzan a Thunberg pero, ¿no sería más necesario que se dieran a conocer a la sociedad todas esas posibilidades viables de revertir la situación de riesgo climático?

—Sin ninguna duda: necesitamos más información pero planteo una comparación con el proyecto que hizo que la NASA pusiera a Armstrong en la Luna. El promedio de edad de los ingenieros que lo llevaron a cabo era de 28 años. Y estos, una década atrás, cuando Kennedy anunció: «Vamos a ir a la Luna», tenían sólo 18. Es decir: este tipo de misiones son para la juventud, que posee una comprensión sobre el futuro de la que carecemos quienes los precedemos, un deseo de hacer cosas significativas. Creo que es un momento hermoso, en el que todos podemos sentirnos urgidos a comprometernos.

—Observando las propuestas con las que arquitectos consagrados proponen soluciones, comprendemos que las generaciones más jóvenes carecen de los recursos para reaccionar con respuestas correctas. Pienso en Norman Foster, con su fallida propuesta de Masdar, hoy llamada la «primera eco-ciudad fantasma»...

—Creo que es una cuestión de influencia, de usar las fuerzas que haya disponibles. Foster está aprovechando los recursos de un sistema obsoleto para articular el sistema futuro, y esa es una estrategia legítima de alguna manera.

—Un aspecto ineludible en este contexto es el de la dualidad local-global. Las ciudades atravesarán inevitablemente cambios.

—Sí, van a tener que hacerlo. Y tenemos la oportunidad de hacerlas mejores. Un elevadísimo porcentaje de la población humana habita y va a habitar en ellas, y creo que se nos brinda la oportunidad de asegurar de manera efectiva que estas personas van a tener acceso a la cultura y a todo tipo de actividad. A mi modo de ver, esto se puede plantear de una forma comparable con la antigüedad, yo lo llamo ‘agro-urbanismo’. Crecí en Tokio, la gente recogía aguas residuales y las llevaba al bosque, y así hizo durante siglos, también en Europa. El tamaño de las ciudades venía determinado por la cantidad de granjas que había a su alrededor y la distancia entre ellas y el núcleo urbano. La idea de que las ciudades existan en un entorno agrícola, natural, resulta estimulante. Los ciudadanos se organizarán según nuevas formas de actuación, un nuevo orden cultural. Transforma el sentido de lo que significa ser ciudadano. Ahora somos ciudadanos del planeta, y esto nos confiere con la capacidad de pensar más allá de los muros de la ciudad.

—Usted habla de city-like-forest («ciudad como bosque»)...

—Pensemos en un edificio como si fuese un árbol: un árbol produce oxígeno y elimina el carbono, es un hábitat para pájaros e insectos, da fruta y flores, ofrece belleza… Se trata de pensar en la ciudad como un bosque, como un órgano respiratorio, que se nutre del sol y el aire de la atmósfera, cuyo suelo nutre a los seres que habitan en él. «Ciudad como bosque» es una metáfora para la idea de una ciudad «carbon positive». Por supuesto, es un sueño pero creo que es el sueño que necesitamos. Mi trabajo es lograr que las cosas se conviertan en realidad.

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