VIÑETA DE J. M. NIETO

Cambio de hora 2017: las mismas horas de sol

Mientras usted estaba tranquilamente dormido, una conspiración cuasi universal ha adelantado las manillas de su reloj y a las 2.00 eran las 3.00 de la madrugada de este domingo 26 de marzo

Madrid Actualizado: Guardar
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Hoy, 26 de marzo del incierto año de 2017, el sol habrá salido a las 8,11 horas. Mientras usted estaba tranquilamente dormido, una conspiración cuasi universal ha adelantado las manillas de su reloj, de tal manera que cuando eran las dos de la madrugada, subrepticia y arteramente, hemos pasado a las tres. Así, repito, en más de medio mundo, pero los españoles, para seguir siendo diferentes, mantenemos durante todo el año una hora de adelanto sobre la hora que técnicamente nos corresponde. Es decir, que cuando hoy sean las doce del mediodía, realmente serán las diez de la mañana, todo ello, además, con la excepción de Canarias, que no sigue el mismo huso horario que la península.

Muchas gente echa la culpa de todo este lío a Franco, que allá por el año 1937 decidió situarnos en el huso horario de la Alemania nazi y después, por aquello de la pertinaz sequía, adelantar otra hora.

De tal manera que a los bachilleres de entonces, a los que se les cambió los idiomas obligatorios de francés e inglés por el italiano y alemán, también les latían sus corazones al unísono de los desgarradores chillidos de Adolf Hitler.

Pelillos a la mar. El invento del adelanto de la hora tiene ecos milenarios, pues ya los mesopotámicos y romanos cambiaban las escalas de las clepsidras (reloj de agua) para ajustarlas mensualmente al horario solar. Pero se atribuye a Benjamín Franklin, el polifacético inventor del pararrayos y diplomático eficacísimo del gobierno norteamericano, «un proyecto económico» para disminuir el coste de la luz. Y así, en 1784 proponía adelantar los horarios para aprovechar el sol de la mañana. Esta idea hizo fortuna y Alemania y el Imperio Austrohúngaro también intervinieron en el movimiento de las manillas del reloj. A partir del 30 de abril de 1916, con la idea de ahorrar carbón en la Primera Guerra Mundial, se apuntaron al proyecto. Incluso el presidente Roosevelt se puso en la lista de los supuestos beneficiarios y llegó a llamarlo el horario de guerra. Ahí estamos.

Los supuestos beneficios económicos, siempre discutibles con una cuantificación nada convincente, cuentan en general con el favor de los trasnochadores y la enemistad declarada de los madrugadores. Mañana lunes, a las siete de la mañana, en la que una gran mayoría de españoles se encaminarán en pelotón a su trabajo, no verán la luz del sol hasta hora y media después, una vez instalados en su lugar de trabajo. Para que no decaiga, los operadores turísticos han pedido insistentemente que este horario de guerra se mantenga todo el año para que nuestra industria turística pueda ofrecer los beneficios de sol y juerga el mayor número de horas posible.

Voces sensatas han insistido que España debe de volver al horario GMT (Greenwich Mean Time) establecido en 1884, hasta el punto que en 2013 la comisión de Igualdad del Congreso de los Diputados emitió un informe aconsejando la vuelta de España al horario habitual. El informe recordaba que en España, a principios del siglo XX se comía a partir de las 12 del mediodía y se cenaba a partir de las siete, horarios similares a los del resto de Europa y mucho más adecuados para la tan pretendida y poco respetada conciliación familiar. Y aunque esta pretensión conciliadora goza de buena prensa, el informe del que Luis de Guindos aseguró que «no nos vamos a dejar en el cajón» ha corrido la misma suerte que la obligación de reformar la reglamentación de la estiba en los puertos españoles, que tanto dolor de cabeza está dando a nuestros perezosos y rutinarios dirigentes. Solo a modo de ejemplo.

He asistido sucesivamente a las escenas repetidas de mis nietos negándose rotundamente a irse a la cama en los meses de mayo y junio, muy pasadas las nueve de la noche, con el argumento, también repetido, de «es luz». Eso de la luz estirada y artificial que tanto encorajina a los agricultores y a la industria del entretenimiento, goza de favorable acogida a los que identifican a esa luz con la felicidad. Este fue ni más ni menos el argumento de Winston Churchill, que sostenía que el cambio de horario ayudaba a incrementar las posibilidades de encontrar salud y felicidad entre los millones de personas que viven en este país (se refería, lógicamente, a Gran Bretaña).

La contienda, siempre latente, se actualiza cada mes de marzo y de octubre, fechas en que asistimos a la contradictoria situación de dormir en unos casos una hora menos y en otros una hora más. Todo sea por la felicidad de los «adoradores del sol», mientras los seguidores de Schönberg, el músico que odiaba tanto al llamado astro rey como a los nazis, se baten un año más en retirada, pues sus argumentos son siempre superados por los defensores del statu quo. Parece que los animales domésticos, y algunos organismos humanos, digieren mal este juego de ida y vuelta, esta diversión atmosférica, este, para algunos, juego de despropósitos. En fin, mañana, a las siete de la mañana, cuando nos asomemos a la ventana todavía será de noche. Eso sí, por la tarde ahorraremos luz.

Ahorro e inconvenientes del cambio horario

El Ministerio de Industria calcula que cada hogar se ahorra seis euros por iluminación, una cantidad que sumada al ahorro de la industria alcanza los 300 millones de euros anuales. Pero la estimación ofrecida es sospechosamente idéntica todos los años desde hace más de una década.

Un trabajo de 2008 en el estado de Indiana, en EE UU, realizado dos años después de que se comenzase a aplicar el horario de verano, mostró que esta política, al contrario de lo que se busca, incrementaba el consumo energético de los hogares en un 1%. «Estos resultados -afirmaba el estudio- son consistentes con los resultados de simulaciones que apuntan a una compensación entre la reducción de demanda eléctrica para la iluminación y un incremento en calefacción y aire acondicionado». Otro análisis del Departamento de Energía del Gobierno de EE UU, calculó en un 0,5%, el ahorro energético diario durante el horario de verano, un 0,03% acumulado en todo el año. Una encuesta de la Comisión Europea que 13 Estados miembros afirmaron que el horario de verano suponía un pequeño descenso en el consumo de energía, pero no lo pudieron cuantificar. En España, un artículo de la Red Eléctrica de España publicado en «El País» en 2007 se señalaba que durante los primeros días de aplicación de la medida se detectaba un ahorro en el consumo eléctrico que se va diluyendo con el paso del tiempo.

La falta de datos sólidos que justifiquen el cambio de hora, concluye para la Comisión Europea que la armonización de horarios entre los países de la UE es una fuente de justificación para la continuidad de la medida y una defensa frente a la posibilidad de que un país la deje de aplicar de forma unilateral.

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