Linfocito T
Linfocito T - ARCHIVO
RESPUESTA INMUNE

La exposición a la luz solar es fundamental para una respuesta inmune adecuada

La luz azul induce la producción en el organismo de peróxido de hidrógeno, compuesto totalmente necesario para que los linfocitos T pueden trasladarse a la zona de la infección

MADRID Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

La luz del sol es fundamental para la vida en nuestro planeta. Y no solo porque calienta la superficie y, así, posibilita que nuestro entorno sea habitable, sino también porque provoca una serie de reacciones en todos los organismos para que la vida resulte, simple y llanamente, posible. Es el caso de la vitamina D, responsable, entre otras muchas funciones, de la regulación del fósforo y el calcio y cuya principal fuente de producción es la exposición a la luz solar. Y ahora, un nuevo estudio llevado a cabo por investigadores del Centro Médico de la Universidad de Georgetown en Washington (EE.UU.) ha demostrado el papel fundamental que juega la luz solar sobre los linfocitos T. O lo que es lo mismo, sobre nuestra capacidad de combatir enfermedades como las infecciones o el cáncer.

Como explica Gerard Ahern, directo de esta investigación publicada en la revista « Scientific Reports», «es bien sabido que la luz solar produce vitamina D, lo que sugiere que la exposición al sol tiene, entre otros muchos efectos, un impacto sobre la inmunidad. Pero lo que hemos hallado en nuestro trabajo es un papel completamente independiente de la luz solar sobre la inmunidad. De hecho, algunos de los efectos atribuidos a la vitamina D sobre el sistema inmune podrían deberse a este nuevo mecanismo».

Iluminar la inmunidad

Los rayos solares, o lo que es lo mismo, la radiación electromagnética procedente del sol, son un conjunto de radiaciones entre los 100 nm y 1.400 nm en el espectro electromagnético. Sin embargo, el ojo humano es incapaz de percibir todas las longitudes de onda, pudiendo ‘captar’ únicamente aquellas que se sitúan entre los 400 nm –es decir, por encima de la radiación ultravioleta– y los 750 nm –por debajo de la radiación infrarroja–. Se trata de la denominada luz ‘visible’ o ‘blanca’, que se forma por la unión de siete colores –violeta, azul, cian, verde, amarillo, naranja y rojo– que se pueden observar por separado cuando los rayos se ‘descomponen’ al traspasar un elemento trasparente –por ejemplo, en una gota de agua, lo que da lugar a la formación de un arcoriris.

Por tanto, la luz visible está conformada por la suma de distintos colores –o de ‘luces de colores’–. Y de estos, hasta un 25% tienen una longitud de onda entre los 400 nm y los 475 nm, lo que corresponde a los colores violeta y azul. Es decir, hasta un 25% de la luz blanca es ‘luz azul’. Y, específicamente, ¿qué hace esta luz azul por nuestro sistema inmune? Pues según el nuevo estudio, hace que los linfocitos T –esto es, los glóbulos blancos o ‘leucocitos’ responsables de la coordinación de la respuesta inmune– se muevan más rápido.

Podría tener sentido ofrecer a los pacientes un tratamiento con luz azul con objeto de potenciar su inmunidad
Gerard Ahern

Como indica Gerard Ahern, «los linfocitos T necesitan moverse para llevar a cabo su función, que no es sino llegar al sitio en el que se ha producido la infección y organizar la respuesta inmune. Y como muestra nuestro trabajo, la luz solar activa directamente a estas células claves del sistema inmune al incrementar su movimiento».

Concretamente, el estudio, llevado a cabo con cultivos de linfocitos T aislados de muestras sanguíneas de modelos animales –ratones– y seres humanos, muestra que la luz solar –o más específicamente, su ‘componente azul’– induce la producción de peróxido de hidrógeno, un compuesto que provoca la activación de la vía de señalización que aumenta la movilidad de los linfocitos T. De hecho, y en caso de infección, se sabe que los leucocitos liberan peróxido de hidrógeno para matar a las bacterias y para ‘llamar’ a los linfocitos T y a otras células inmunes para organizar la respuesta inmunitaria.

Como apunta el director de la investigación, «nuestros resultados muestran que la luz solar induce la producción de peróxido de hidrógeno en los linfocitos T, lo que hace que estas células se muevan. Además, también sabemos que en las respuestas inmunes también se utiliza peróxido de hidrógeno para atraer a los linfocitos T hasta la zona dañada. Es decir, todo cuadra».

Baños de luz azul

Asimismo, el estudio también muestra que el número de linfocitos T que se encuentran en la piel llega a duplicar el que se observa en la sangre. Un aspecto que puede resultar muy útil a la hora de orquestar una respuesta inmune.

Como refiere Gerard Ahern, «sabemos que la luz azul puede alcanzar la dermis, que es la segunda capa de la piel, y que estos linfocitos T pueden moverse por todo el organismo».

Y este descubrimiento, ¿tiene alguna aplicación clínica potencial? Pues sí. Y es que como concluye el director del estudio, «es cierto que todavía queda mucho trabajo por hacer para entender el impacto de estos hallazgos, pero nuestros resultados sugieren que si la activación de los linfocitos T por la luz azul solo tiene un efecto beneficioso, entonces podría tener sentido ofrecer a los pacientes un tratamiento con luz azul para, así, potenciar su inmunidad».

Pero estos ‘baños’ de luz azul, ¿no podrían, en caso de ser excesivos, tener un efecto indeseado? Pues la verdad es que no. Y es contrariamente a como sucede con la luz ultravioleta, necesaria para la producción de vitamina D pero que en exceso puede promover la aparición de cáncer de piel y de melanoma, la luz azul es totalmente segura.

Ver los comentarios