Festival de San Sebastián

La plomiza y brillantísima «Beginning» compra todos los números para la Concha de Oro

La Sección Oficial a competición proyectó esa película que no falta, o no debería faltar, en un Festival con prurito cinematográfico; esa obra difícil, intratable, elaborada con una minuciosidad espeluznante, con gran bullicio de ideas y enorme crujir de imágenes y destellos, pero que a la vez se enfrenta sin piedad con la paciencia del espectador

Una imgen de «Beginning» ABC
Oti Rodríguez Marchante

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La Sección Oficial a competición proyectó esa película que no falta, o no debería faltar, en un Festival con prurito cinematográfico; esa obra difícil, intratable, elaborada con una minuciosidad espeluznante, con gran bullicio de ideas y enorme crujir de imágenes y destellos, pero que a la vez se enfrenta sin piedad con la paciencia del espectador y con su capacidad de aceptación y disfrute de una línea argumental que, como es su caso, parte de un planteamiento que no tiene nada que ver con lo esperado.

Se titula « Beginning », es georgiana y es la primera película de su directora, Dea Kulumbegashvili , que cambia las claves de la narrativa no para contar una historia, sino para ofrecer un catálogo secuencial de algunos de los grandes males de nuestra sociedad. Si se ve «Beginning» como un relato sobre la caída y la insatisfacción de una mujer en su entorno personal, familiar y religioso, ese relato no será gran cosa y cualquier espectador tirará la toalla por aburrimiento, por agotamiento, pero, si se ve como lo que es, como flashazos, secuencias largas y con cámara plantada en la única distancia justa (ética y estética) para que sus personajes sufran e ilustren todo el deterioro del mundo, la cosa cambia. Empieza con la intolerancia y el odio hacia los miembros de una comunidad de Testigos de Jehová , y se adentra en la hipocresía social, la amenaza del poder, la incomprensión matrimonial, el abuso y la violación del «fuerte», la claudicación del «débil», el exterminio de los más inocentes y hasta la confusión de uno mismo con la aridez del paisaje. No hay un hilo narrativo, sino brochazos de lo que somos y también de lo que somos capaces de hacer; tampoco hay un interés en redondear un argumento o colorear un discurso y una función entretenida (hay momentos, planos, imágenes sostenidas durante tanto tiempo que provocan hartura, hastío, rechazo), pero sí hay una precisión fascinante del lugar y la distancia desde la que hay que ver las cosas, tan lejos en el caso de una violación y tan cerca en una conversación deprimente o en un propósito envenenado.

«Beginning» no tiene la menor posibilidad de defenderse en una sala y ante una taquilla, pero en un Festival de Cine y con un jurado competente no parece posible que obtenga ningún otro premio que el más grande. Las escasas ganas de esta directora de conectar su película con los patios de butacas, algo siempre reprochable, encierran a lo que debería haber sido una obra maestra en la jaula de los bichos raros.

Otra en competir era la argentina « Nosotros nunca moriremos », de Eduardo Crespo, no más «entretenida» que « Beginning », pero sí mucho menos cerca de lo genial. Es un drama seco, silencioso y sin apenas pulso vital sobre una madre y su hijo adolescente que llegan a un pueblo esquinado a hacerse cargo del cadáver del otro hijo mayor. Aunque hay algo de misterio en el ambiente, no es fácil encontrarle el menor rastro de intriga, y las cosas pasan, las conversaciones se empantanan y el argumento sestea en un clima de ni frío ni calor que dan ganas de quitarse la mascarilla para sentir algo de riesgo y emoción.

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