CREYENTE. Lech Walesa reza durante una breve visita a una basílica. / IGNACIO PÉREZ
MUNDO

«No estamos preparados para las nuevas amenazas»

El líder polaco, Lech Walesa, símbolo de lucha por la libertad, reclama estructuras de cooperación mundial que aprovechen los fundamentos de las religiones

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Lech Walesa (Popowo, 1943) conoció primero los sinsabores del confinamiento y la clandestinidad y luego supo en qué consistía la responsabilidad de presidir un país de casi 40 millones de habitantes. Como responsable del sindicato Solidaridad, su imagen al frente de los huelguistas del astillero Lenin de Gdansk -bien arrodillado en actitud orante, bien a hombros de sus compañeros- se convirtió en el símbolo de la lucha contra el totalitarismo comunista. Ahora, este premio Nobel de la Paz está retirado de la política pero no de la defensa del papel de la religión en la vida de las sociedades, como explica en una entrevista concedida a este periódico.

-La Iglesia jugó un gran papel en la caída del comunismo en Polonia. ¿Cree que hoy podría hacer algo parecido para acabar con otros totalitarismos en el mundo?

-Lo primero que debemos preguntarnos es qué consideramos Iglesia. Algunos entienden por Iglesia sólo a la jerarquía, otros a la totalidad de los fieles cristianos. Si hablamos de la totalidad de los fieles, la respuesta es que tendríamos que actuar de otra manera, deberíamos sacar de la experiencia milenaria de la Iglesia todo lo que es bueno y construir sobre ello. ¿Lo hacemos? Depende. Pero en contraste con eso, no hay ningún partido político con raíces tan profundas y una experiencia tan larga.

-Alguna vez ha dicho que la ONU no ejerce hoy el liderazgo moral ni político del mundo. ¿Hay alguien capacitado para ejercerlo?

-Vivimos a caballo entre dos épocas. Con el siglo XX se acabó la división en bloques que estaban enfrentados e intentaban aniquilarse mutualmente. Todo ese sistema de divisiones consiguió elaborar unas estructuras, y una de ellas, con muchos méritos a sus espaldas, es la ONU. Pero es un organismo que estaba pensado para contrarrestar y finalmente impedir una gran confrontación entre esos bloques.

Bloques

-¿Cuál es la solución?

-Habría que modificarlo o crear una organización nueva. Ahora se necesita algo que opere de manera global, como un parlamento y un gobierno. Incluso hay que defenderse de forma global ante los peligros y los retos de los nuevos tiempos. Así que esta organización es necesaria, pero enfocada de otra manera. ¿Se puede reorganizar lo que existe o hay que crear algo nuevo? En todo el mundo hay un gran debate sobre eso.

-Acaba de hablar de un tiempo en el que había dos grandes bloques. ¿Le parece peligroso que hoy exista sólo una superpotencia o lo ve como algo transitorio?

-Tiene que ser algo transitorio, porque no es una situación sana ni buena para nadie. Cuando hubo dos superpotencias, dos bloques, se controlaban mutuamente. Hoy ha quedado sólo una, pero no sabemos cuál es su lugar. Tiene una gran fuerza operativa en defensa de sus propios intereses y quizá un poco en defensa de los intereses de los demás, pero no tiene mandato para hacer muchas cosas. .

-Entonces, ¿era el mundo más estable cuando existían dos bloques?

-Estábamos acostumbrados y todo era bastante previsible porque los peligros, las amenazas de aquellos tiempos estaban controladas. Hoy existen nuevas amenazas y no estamos preparados para ellas. Ni tenemos programas ni estructuras para hacerles frente. Estamos ahora en ese debate, como le decía.

-¿Hay detrás de esta situación una crisis mundial de valores?

-En esa época de los bloques había valores; peores o mejores, pero los había. Mire, podríamos decir que en general hasta el final del siglo XIX lo que reinaba era la época de la tierra. Vivíamos de ella. De ahí nació el concepto de intentar arrancar a los demás los mejores trozos de tierra: la colonización es el ejemplo. El siglo XX nos trasladó al consumo, y pasamos de la época de la tierra a la de la inteligencia. Con ella podemos comprar prácticamente todo y gastamos más dinero en otras cosas diferentes de las básicas.

-¿Por qué ha aflorado un nacionalismo exacerbado en los países al otro lado del desaparecido telón de acero?

-Hemos aprendido a escoger los nacionalismos que nos parecían ventajosos. Yo le pregunto: ¿no es también nacionalismo no dejar entrar a los mexicanos en EE UU o a los inmigrantes de muchas nacionalidades en general a la UE? Tenemos miedo a los viejos nacionalismos pero no vemos los nuevos.

Nacionalismo y mafias

-De manera que el nacionalismo se explica por razones económicas.

-Es que muchos se siente alienados en su propio país y piensan que antes eran pobres pero lo que había en sus países era suyo. ¿Se puede llamar nacionalismo a eso? Sin profundizar demasiado, sí. Pero también es nacionalismo que alguien tenga unas tierras muy buenas que se las ha dado Dios y no quiera compartirlas con nadie, y además quiera alejar a los pobres de ellas.

-¿Y por qué, de países que estaban tan controlados policialmente, han surgido ahora mafias que invaden Europa?

-Los tiempos de grandes cambios producen siempre una gran criminalidad. Cuantos más cambios se producen, más desregulado está todo porque caen estructuras y dejan de funcionar las leyes viejas, sin que todavía hayan sido sustituidas por otras. Tras la caída del comunismo debería haberse hecho en aquellos países algo así como otro Plan Marshall. Pero no se hizo así.

-La religión está siendo la coartada para los ataques de algunos grupos a Occidente. ¿Cree que los líderes religiosos deberían intervenir para reducir la tensión?

-Las divisiones del siglo XIX hicieron que las religiones se incorporaran también a las luchas. Tenemos suerte, porque yo creo que se está acabando con esa situación. En unos treinta años, las religiones volverán a tener su lugar: se verá que todas, o al menos las más importantes, tienen el mismo Dios, aunque con nombres distintos, y lo que sucede es que hay demasiados maestros. .

-Parece claro que usted no cree en la lucha de civilizaciones...

-No, la gente de fe no puede hablar de confrontación. Son las malas personas las que producen confrontación. Nosotros, como personas, tenemos que acabar con eso, porque si no nuestra civilización terminará de forma trágica.

Constitución y doctrina

-Hubo un gran debate sobre la presencia de la religión en la Constitución europea. ¿Cree que debe figurar en la Constitución de cualquier país al margen de que en él exista mucha gente con otras creencias?

-Una Constitución tiene siempre un papel diferente al de la religión. Ahora bien, creo que es indispensable mencionar la religión en ella. Otra cosa es si seremos capaces de sacar conclusiones a partir de la sabiduría de la religión o si las sacamos de lo que dicen los partidos, que tienen pocos años de experiencia.

-¿Qué hacer, entonces?

-¿Por qué no volvemos a los fundamentos de la religión, de varias religiones, y sacamos lo bueno que hay en ellas y construimos sobre esa base? Tenemos que decidir si queremos construir nuestra gran casa europea sobre la arena o sobre la roca. Si queremos hacer algo duradero, tendremos que asentarlo sobre roca, y entonces saquemos conclusiones de estas instituciones milenarias. Eso, lo advierto, no supone clericalización.

-Usted ha sido presidente de Polonia y sabe que en un país, por mayoritaria que sea una religión, hay siempre otras sensibilidades. ¿Cómo se legisla entonces acerca del divorcio, el matrimonio homosexual o el aborto si hay católicos y no católicos?

-Voy a responderle con un ejemplo. ¿Cómo han conseguido en España que un africano o un árabe puedan conducir por sus carreteras? Pues estableciendo un sistema de normas aceptadas por todos. ¿Por qué no podemos hacer lo mismo con la economía y la política? Hay libertades básicas, cosas que no se pueden pactar, pero la mayoría sí. Tenemos que entender a los de otras religiones, pero ellos también a nosotros. Y en Europa sobre todo somos cristianos. Eso es un hecho.