OPINIÓN

El peor síntoma

Que los servicios sociales estén desbordados de usuarios en un fracaso colectivo con pocos precedentes en Cádiz

Resulta muy doloroso ver que cada año son más los vecinos de Cádiz que piden ayudas para pagar facturas esenciales, para acceder a algunos bienes básicos, para comer, en menor medida. Los que han pedido una casa y la esperan superan el millar (en una ciudad de apenas 115.000 habitantes). Pero aún más sangrante ver que un equipo de Gobierno, un grupo de representantes políticos que decía llegar para dar voz a la gente, celebra como un triunfo tener que reforzar las plantillas de servicios sociales porque están desbordadas de peticiones. Mientras en el resto de poblaciones de la provincia, de Andalucía y España el número de personas a las que ayudar va descendiendo progresivamente desde que la situación económica comenzara a mejorar –muy poco a poco pero de forma evidente, desde 2015– en Cádiz esas colas para pedir juguetes por Reyes, o para reclamar una vivienda o rogar un trabajo, para solicitar cualquier tipo de ayuda, van en aumento. No cabría mejor ayuda que convertir cada vez más ayudas en innecesarias, que hubiera menos demandantes. Ese sería un avance y no atender a más y más gente.

El bloqueo que ha sufrido un departamento clave en la administración municipal ha sido hasta denunciado por colectivos como la Asociación Pro Derechos Humanos. Durante tres años, han sido constantes los testimonios de «preocupante colapso» en la Delegación Municipal de Asuntos Sociales. Y la presunta solución, muy triste por sintomática, llega apenas a cinco meses de las elecciones. El Gobierno local admitió desde 2016 que no tenía personal ni ideas suficientes para dar curso al creciente aluvión que le llega a diario pero no ha tomado medidas hasta que han pasado casi tres años.

Cabe preguntarse qué ha pasado para que tres años después de pedir ayudas para todos, de anunciar el gobierno para los más necesitados, se sigan viendo las colas, para que sea necesario sumar personal a toda prisa. Casi mejor sería preguntarse qué no ha pasado porque no ha debido suceder mucho en este mandato para que los mismos atascos parezcan crecer sin interrupción. Cierto que el empobrecimiento y el envejecimiento en la ciudad vienen de lejos. Pero tampoco ha podido acelerar tanto en los últimos tres años (de recuperación económica, del consumo y el empleo, alrededor) para que el Ayuntamiento sea incapaz de localizar el problema. Otra opción es la mala gestión. Aunque el actual equipo de Gobierno culpe de todo a los predecesores, ya son tres años y medio con la responsabilidad. Y nada ha cambiado.

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