Ignacio Moreno Bustamante - OPINIÓN

Mezquinos, sencillamente

La izquierda radical ha puesto paños calientes al homenaje a Blanco de forma ruin y miserable

Ignacio Moreno Bustamante
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Nunca he vivido en el País Vasco. Desde luego mi infancia no transcurrió en un pueblecito de la Guipúzcoa profunda en el que lo mejor era no hablar de política. Afortunadamente, el terrorismo de ETA lo he padecido toda mi vida como la inmensa mayoría de los españoles, de lejos, a través de los medios de comunicación. Comiendo con la tele puesta y viendo cómo ese día le había tocado a un guardia civil, o a un policía. Y a la semana siguiente a un concejal, a una niña que iba con su madre o a toda la clientela del Hipercor de Barcelona. Todos esos asesinatos nos llenaban de tristeza, frustración, rabia... y ocupaban buena parte de nuestras conversaciones. Aunque estuviésemos a cientos de kilómetros.

De hecho, en Cádiz era habitual oír que aquí estábamos a salvo, que no sufriríamos ningún atentado porque debido a la insularidad de nuestra ciudad, sería muy difícil para los etarras encontrar una vía de escape cómoda. Sin duda es una tontería como otra cualquiera, pero para un niño que veía el horror a través de la pantalla de la tele, servía de consuelo. Era un clavo al que agarrarse. En sus años duros, si estos querían matar, mataban. Y huían. O se escondían. Y a por el siguiente. Sembraban el terror. Y bien.

Esa fue nuestra triste rutina durante años. Pero hubo un día en que todo cambió. O empezó a cambiar. Y ese día fue el 10 de julio de 1997, cuando a través de la tele nos enteramos de que ETA había secuestrado a Miguel Ángel Blanco. Y amenazaba con matarle si no se reagrupaba a los presos. Fue un fin de semana infernal.Para toda España. Como estar dentro de una película de violencia y terror. Lo vivimos todo en directo, hasta el desenlace fatal, que no nos podíamos creer. España entera lloró unida. España entera se indignó junta. España entera puso las bases de lo que a la postre, fue decisivo para el fin de la banda terrorrista: el espíritu de Ermua.

Y ahora, 20 años después, cuando teníamos la oportunidad de rendir el homenaje que se merecía aquel momento, todos unidos como entonces, la cagamos. Por si a alguien le quedaba duda, lo que han hecho los populistas baratos con este asunto es sencillamente mezquino. La excusa pordiosera de que no hay que discriminar víctimas es simplemente ruin. Podemos, y sobre todo la rama más radical de la izquierda, la que se autodenomina ‘Anticapitalistas’, tienen claro que cualquier ‘revolución’ requiere cierta violencia. Necesita víctimas. Pero una cosa es una algarada callejera con un porrazo a un currante y otra un asesinato a sangre fría. No les quepa la menor duda de que internamente, justifican según qué actos. Pero no tienen la valentía de reconocerlo públicamente. Por eso cuando se les pregunta por Otegui ponen paños calientes. Porque, lejos de condenarle, sienten admiración por él y sus secuaces.

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