Nandi Miguelez

La doble moral

A la mayoría de los que no creemos en Dios nos es indiferente la coincidencia de fechas religiosas con las paganas o de índole profana

Nandi Miguelez
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A la mayoría de los que no creemos en Dios nos es indiferente la coincidencia de fechas religiosas con las paganas o de índole profana. A los que sí creen en él no les da igual dichas coincidencias concluyendo que mancillamos sus tradiciones y costumbres, que somos inmorales y no respetamos los cánones que aprendieron y conocieron de toda la vida.

Puedo llegar a entender que a los creyentes les parezca una falta de respeto que se invada su espacio de cuarentena o cuaresma que por cierto ellos sí respetan con todo rigor. Pero también deben ellos asimilar que somos muchos los que no creemos en Dios y que todo eso de la abstinencia, penitencia y cualquier tradición religiosa nos parece algo como de ciencia ficción.

La doble moralidad siempre ha sido una cualidad en nuestro país de personas con rango superior que sobresalen normalmente por sus hechos caritativos y nobles actos. En general la gente que más defiende ese arraigo a lo antiguo, a lo rancio, a lo puro y todo aquello que se razona como Dios manda, suelen ser personas de doble moral. Personas que van a misa cada domingo a pedir por no sé qué o a no sé quién y en cuanto atraviesan el umbral de su casa le montan una bronca a su mujer con todo tipo de insultos y desagravios. Son muchos los que pertenecen a cofradías que los vemos con cara compungida y arrodillado ante su titular, pidiendo con fervor les toque la lotería o que no llueva el día de su procesión. Hay otros, en este caso puristas carnavaleros, defensores de la fecha inamovible que son conocidos por sus grandes faltas de honradez y honestidad con el que se tercie, lo mismo se beben hasta el agua de los floreros, que se ponen un traje de chaqueta para salir en Corpus o se van de rutas a ventas de carreteras con luces. Hay otros pidiendo a gritos que no se toque nada de sus tradiciones y que suelen disfrutan con el arte del maltrato animal, que ya se sabe que la iglesia a pesar de predicar con el amor a todo aquello que Dios creó, no le importa mirar para otro lado en estos casos, siempre que se invite al cura de turno a sentarse en la presidencia. Muchos claman al cielo cuando se les nombra cambiar una fecha en el calendario de su religión, los mismos que jamás han tenido un simple gesto de solidaridad con los desfavorecidos, ni tan siquiera con un vecino. Beatos y beatas que derraman lágrimas al plantearles el sacrílego cambio y que son conocidos en Cádiz por ser explotadores de los trabajadores y trabajadoras de sus comercios y en la hostelería en general. Una moral religiosa de algunos periodistas que se escandalizan con esta propuesta pero luego son incapaces de denunciar la corrupción más rastrera de políticos afines a sus pensamientos o de manifestar su más dura repulsa en casos de abusos sexuales a menores por parte de algún sacerdote salesiano. No cumplen los mandamientos de sus religiones pero las fechas son intocables, que son algo sagrado.

Defender la inmovilidad de una fecha argumentando que es una falta de respeto a la religión y que deshonra las tradiciones de nuestros antepasados, me parece que no es el reflejo de una sociedad como la nuestra cambiante y moderna.

Es solo un cambio de fechas, no se rasguen tanto las vestiduras.

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