Yolanda Vallejo

¡Adiós, muchach@s!

La elección de un centro escolar, de un tipo de educación determinada es algo que a los padres nos cuesta muchísimo decidir, ni te imaginas cuanto

Yolanda Vallejo
CÁDIZ Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

Sabes mejor que nadie a qué huele el verano porque cada mañana durante trece años, el mar subía por la calle y el sol te daba en la cara camino del colegio. Al principio protestabas porque te molestaba, y te tapabas los ojos, confiando tu suerte a mi mano. Luego ya no te importaba, y bajabas corriendo con la mochila a cuestas a encontrarte con tus amigas en la esquina, con todo el sol dándote en el pelo, desafiando en altura a los peligros que pudieran acechar en los atajos; «con cuidado», te decía, aunque ya no me oías, porque tampoco te hacía falta. Acudías a tu cita diaria con la vida, al ensayo de lo que serás, de lo que ya estás siendo.

El miércoles recorrerás ese camino por última vez, ligera de equipaje, casi desnuda –que diría el poeta– para arroparte con los abrazos y las promesas de no olvidaros nunca, de los que han sido tus compañeros de viaje durante tantos años. Y luego, saldrás por última vez de tu colegio, dejando atrás esos días azules y ese sol de la infancia; y todo ya, serán recuerdos.

Yo recuerdo el primer día que te dejé allí, y tú también, aunque a veces te cueste ordenar los pensamientos en esa cabeza tan llena de hormonas y de contradicciones. El patio prometía diversiones y juegos, o eso fue lo que te dijimos para que te pusieras tan formalita en la fila. En realidad, a nosotros nos costó mucho más que a ti mantener el tipo, y aunque no lloraste, yo sé que tenías miedo, y pena, y sueño, y tantas cosas que no sabías expresar que no tuvimos más remedio que confiar en que todo iba a salir bien. Día tras día, curso tras curso, hasta hoy. La elección de un centro escolar, de un tipo de educación determinada es algo que a los padres nos cuesta muchísimo decidir, ni te imaginas cuanto. Pero pronto supimos que no nos habíamos equivocado, cuando empezaste a cantar con aquella lengua de trapo –a veces, todavía la tienes– y a contar números, y sueños, y palabras…Y empezaste a sentirte parte de otra familia, la de tus compañeros, tus profesores, tus amigos y empezaste a sentirte parte de una sociedad que necesita de gente como vosotros. No vamos a cambiar el mundo, ni tú ni yo, de acuerdo, pero podemos intentarlo.

Sé que de pronto se te agolpan todos los recuerdos que fuiste coleccionando en aquellos cuadernos, en los que escribíais con letra muy grande vuestros nombres. Sé que te acuerdas de aquel diente que se te cayó en la fuente del patio y de cómo tu seño te escribió una nota para el ratón Pérez, dando fe de que el diente se había ido por el bajante, y te acuerdas de aquel primer adiós, con el chubidubidán desgañitado de tus profes de infantil, y de aquel día en que subiste, muy triste, a la primera planta porque empezabas Primaria y te separaban de tus amigas, y de lo terroríficos que os pusisteis cuando fuisteis zombies en vez de niños. Ya entonces «por favor» y «gracias» formaban parte de tu vocabulario, y la alegría, la dulzura, el entusiasmo, el esfuerzo y el amor eran los motores de la pedagogía educativa de tu colegio. «Todo por amor y nada por la fuerza», te suena, ¿verdad?

Y casi sin darte cuenta, sin darnos cuenta, fuiste subiendo escalones del colegio y de la vida, aprendiendo matemáticas y lengua y conocimiento del medio –déjame decirte otra vez lo que yo he odiado esa asignatura- y aprendiendo el significado de la amistad –¿pueden trece niñas bailar ‘Las Divinas’ como si no existiera un mañana?– y de la lealtad, y del trabajo en equipo, y del compañerismo y de la vida. Creciendo en estatura y en experiencias. Juntos.

Sabes mejor que nadie que ahora empieza la vida. Una vida para la que te han ido preparando tus profesores durante estos trece años

Sabes mejor que nadie lo rápido que han pasado estos trece años. Ahora, cuando miras atrás, ves lo alto que has subido, y sé que te gustaría bajar de golpe todas las escaleras para sentarte de nuevo en la alfombra de infantil a hacer asamblea mañanera o a dibujar estrellas y flores, para ensayar de nuevo el baile de fin de curso, para ir de excursión, para correr por el patio verde, para hermanarte con los niños más mayores, para gritar «Somos Familia» el día de la fundadora, para tocar la campana, para hacer un «escapazo», para llevar el bizcocho solidario, para comer los purés del comedor, para cantar en el coro, para pelearte con media clase y hacer las paces de nuevo, para buscar a tus amigas en los cambios de hora, para que el sol te vuelva a dar en la cara cada mañana camino de tu colegio.

Sabes mejor que nadie que ahora empieza la vida. Tu vida, una vida para la que te han ido preparando tus profesores durante estos trece años, sin que apenas te hayas dado cuenta, usando como único lenguaje «el cariño, la confianza y el respeto» –son tus palabras. Ha llegado el momento de soltar el lastre para que vueles, para que voléis solos. El mundo os está esperando. No sabéis a donde vais, pero tengo la seguridad de que nunca vais a olvidar de dónde habéis venido.

¡Adiós, muchach@s!, se os va a echar de menos.

Ver los comentarios