Editorial ABC

El cerril error de Rivera y Abascal

El electorado no toma tanta nota de los recovecos de cada proceso negociador como del resultado final. Y si ese resultado es un triunfo de la izquierda, tendrán que explicárselo a sus electores

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La actitud de Vox y de Ciudadanos en las negociaciones para formar gobierno en Madrid y Murcia resulta descorazonadora. Un juego de intereses mutuos, desafectos recíprocos y, sobre todo, un tacticismo egoísta han permitido que Vox haya votado en Murcia junto a PSOE y Podemos para impedir la investidura de un presidente del PP. Y en Madrid, las negociaciones están encalladas por la negativa de Ciudadanos a aceptar nada de Vox y por la obsesión del partido de Santiago Abascal a doblegar a Albert Rivera al menos con gestos que éste ni siquiera admite. Ambos están en su perfecto derecho de anularse mutuamente y perjudicar al PP, que sería el gran beneficiado de un entendimiento. Pero la conducta de ambos es irresponsable en la medida en que están decepcionando al votante del centro-derecha. Durante la campaña electoral, los líderes de esos tres partidos protagonizaron la «foto de Colón». Transmitieron al electorado conservador que había una conjunción de intereses y, sobre todo, una prioridad: más allá de la existencia de tres marcas políticas diferentes, dieron a entender que había una unidad de acción para impedir que la izquierda accediera al poder. Aquella fotografía no era la semilla de una coalición formal, pero sí un indicio de que Ciudadanos apelaba al votante liberal y conservador para no defraudarlo. Pero a la hora de la verdad, la intransigencia de unos y otros no deja de ser un fraude al electorado. Han conformado una pinza que está dando argumentos a la izquierda, aunque de facto una mayoría social votase contra ella en esas autonomías.

En cierto modo, y como cuestión de fondo, lo que está ocurriendo tiene mucho de irracional y cansino. Es incomprensible que Ciudadanos tenga tanto reparo a negociar con Vox por el prurito acomplejado del «¿qué dirá la izquierda?». El partido de Albert Rivera podrá alegar lo que considere oportuno, pero objetivamente no tiene sentido. Ya en el pasado fueron elocuentes los contactos de Rivera con Libertas, un conglomerado de corte ultraderechista, y en aquellos momentos no tuvo empacho alguno en exhibirlos. Y en exhibirse de su mano. Por el lado de Vox, su enfermiza necesidad de reclamar su minuto de gloria en el espacio público está bloqueando al centro-derecha y oxigenando a la izquierda. Esa es la consecuencia, y esa será su responsabilidad, si mantiene una conducta tan cerril. Allá Vox con su pertinaz egolatría, pero no debería olvidar que ya no está en campaña y que la democracia, una vez abiertas las urnas, a menudo consiste en ceder y pactar. Al final, el electorado no toma tanta nota de los recovecos de cada proceso negociador como del resultado final. Y si ese resultado es un triunfo de la izquierda, tendrán que explicárselo a sus electores. Ciudadanos y Vox están reduciendo al absurdo el resultado electoral y están abusando de la paciencia del centro-derecha.

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