El consejero Fernando Rey durante su comparecencia
El consejero Fernando Rey durante su comparecencia - f. heras
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Rey se «atraganta» con la Lomce

El consejero de Educación confiesa con humor que se ha tenido que «tragar sus palabras» y se entrega con ambigüedad a una defensa de la reforma Wert que ni la oposición acaba de entender

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Fernando Rey es un verso suelto que, acostumbrado a la libertad, pone ahora a prueba su encaje en un Gobierno necesitado de una medida consonancia. «Como decía Churchill, me he tenido que tragar mis propias palabras, pero he descubierto que eran una dieta equilibrada», llegó a reconocer durante su primera comparecencia en las Cortes el consejero independiente fichado por Juan Vicente Herrera para la legislatura de la «recuperación» económica, al que la Ley Orgánica para la Mejora de la Calidad Educativa (Lomce) aprobada contra viento y marea por el Gobierno de Mariano Rajoy parece que se le está «atragantando».

No es para menos. Según sus propios términos, la Lomce es un «limón», tan heredado como ácido, que le obliga a guiñar el ojo hasta el punto de que la oposición escuchó el jueves pasado su programa para los próximos cuatro años y no supo bien si la nueva cabeza de la Educación en la Comunidad aprueba o reprueba la reforma de Wert, la misma por la que apenas unos días antes, durante la presentación del nuevo curso escolar, había sacado pecho por haber convertido en «limonada», pero a la que en el mismo discurso auguró un corto recorrido: «Está destinada, sin duda, a su derogación».

El enredo, a partir de esas «zonas de sombra» e «incertidumbres», señaladas pero no definidas, va tomando forma de «mal trago».

«Me disgusta que no contemos con una ley educativa de consenso», ha confesado en cada una de sus intervenciones Fernando Rey, para después justificar la «aplicada» implantación de la ley en Castilla y León que ha provocado las acusaciones de «seguidismo» desde los sectores críticos y puntualizar las bondades de la singular versión que se está llevando a cabo en la región. Ya su predecesor en el Monasterio de Prado, Juan José Mateos, prefirió «llevar el agua a su molino» y quedarse con aquellos aspectos de la norma que permitían mejorar el «reconocido» sistema educativo de la región, pero el consejero, como él mismo admitió para sorpresa de todos, tuvo que esperar a estudiar el texto «de forma más detallada» para convencerse de que abordaba de manera correcta cuestiones sustanciales como la calidad y equidad «más allá de algunos desajustes».

Sólo así, superados los primeros momentos de duda -cuando incluso la vicepresidenta de la Junta, Rosa Valdeón, cuestionó en el primer Consejo de Gobierno tras los comicios autonómicos el desarrollo de la Lomce a la vista de la rebelión de otras comunidades- y hechos los deberes, Rey animó a la sus críticos a «hacer lo mismo» y bucear en la ley, cuestionando que muchos «siquiera la hayan leído».

Escudado en la «seriedad»

Recién aterrizado en la arena política, el dueño de la cartera de Educación no se ha resistido a armarse de grandes valores para justificar su viraje desde el rechazo. «No estamos para hacer demagogia ni trucos ni juegos de manos. La crisis de confianza que vive la política en nuestros días se debe tanto a los cínicos y corruptos que se sirven de lo común a su favor, como de los demagogos que halagan a los ciudadanos con promesas imposibles de cumplir. La Consejería de Educación es una Administración seria». Esta «responsabilidad» parece haber aupado a la causa al máximo responsable del departamento, que explicó sin dubitar cómo «por eso no hemos puesto en discusión la aplicación de la Lomce», pero que también afirmó con rotundidad que el nuevo modelo se ejecutará «por convicción».

Así que, con estos requiebros argumentales, mientras Izquierda Unida recibía con júbilo las declaraciones de Fernando Rey -«ha contado usted con mis simpatías», llegó a decir José Sarrión, que hasta le reconoció su «valentía»- el portavoz socialista le reprochó su «sorprendente conversión» a defensor de la ley. El despiste ante un consejero que dos semanas antes de su nombramiento acusaba al Gobierno del PP de «haberse empleado en violar todos los derechos» y cargaba contra los «recortes» del Ejecutivo de Rajoy está sembrado de sí, no y todo lo contrario. Aún resuena su visión crítica de España puesta en negro sobre blanco. «La crisis económica está sirviendo de excusa perfecta para dar cobertura a líneas ideológicas retrógradas en materia de derechos», firmaba en plena campaña electoral el entonces consejero del Consejo Consultivo de Castilla y León.

En cierto modo, ninguna sorpresa en el discurso de este hombre referente en el mundo universitario, social, de los derechos humanos, de la iglesia católica y político. Su perfil «librepensador» le ha facilitado buenas relaciones en la derecha y en la izquierda política y le ha permitido pasar de asesorar leyes que impulsó el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero a trabajar codo con codo junto al Grupo Parlamentario Popular en la reforma del Estatuto de Autonomía.

En el GPS que le guiará durante su mandato el destino está fijado para «restablecer los equilibrios perdidos en la crisis». Sus primeros anuncios no se apartan de ese camino. Más becas, más profesores y en mejores condiciones, nuevas infraestructuras, tasas universitarias congeladas, programas y más programas... Sin duda, todo lo que la situación económica y el incremento presupuestario permitan. Como siempre ¿o no?

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