Madre e hija en imagen de archivo
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sucesos

«Matar a Isabel Carrasco era un beneficio para la humanidad»

La defensa de Triana admite que ambas colaboraron para poder asesinas a la expresidenta

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El odio de Montserrat González hacia Isabel Carrasco fue creciendo hasta convertirse en algo obsesivo. La autora confesa de los disparos que acabaron con la vida de la presidenta de la Diputación provincial y del PP de León acumuló tal inquina hacia la víctima que entendió que «no tenía más remedio que darle muerte, haciendo justicia y un beneficio a la humanidad». Sólo así calmaría su sed de venganza y evitaría el sufrimiento a Triana, su única hija, a la que entendía que Carrasco -una persona con «una maldad fuera de lo común»- estaba sometiendo a una «auténtica persecución».

Así se explica en las calificaciones presentadas por la defensa de ambas, en las que se argumenta que en el momento del crimen Montserrat padecía «un trastorno de ideas delirantes que le producía un grave déficit en sus capacidades de conocimiento y voluntad».

Estaba convencida de que los problemas de su hija, que asumió como propios, acabarían cuando Carrasco estuviera muerta y no paró hasta conseguirlo. En su plan, la defensa reconoce, además, cierta participación por parte de Triana, que era sabedora de «las ideas homicidas de su madre» y colabora en ellas «llegando incluso a mirarle en internet revólveres y armas» que Montserrat compra «en las navidades de 2012» -casi dos años antes del crimen- «con el fin de utilizarlas para dar muerte a Isabel Carrasco». (El hallazgo en el registro de casa de Triana de un papel con anotaciones de armas, precios y lugares escrito de puño y letra de la joven hace difícil negar tal extremo).

Triana Martínez, subraya la defensa, «no presenta trastorno mental, pero sí tiene un trastorno dependiente de la personalidad con una especial vinculación a su madre». Un argumento que se emplea para tratar de justificar su cooperación en los hechos, al menos de forma inicial, ya que en sus calificaciones se apunta que «llega un momento en que ve que es una locura» planear la muerte de la que había sido su jefa en la Diputación y «trata de convencer» a su madre «para que se olvide». Sin mucho éxito, ya que la tarde del 12 de mayo de 2014 Montserrat aprovecha que Carrasco camina sola por una pasarela sobre el río Bernesga para aproximarse a ella y de cuatro disparos poner fin a su vida.

Triana tiene también, no obstante, un papel protagonista este día, ya que es a quien llama su madre tras el crimen y la que se encarga de deshacerse del bolso en el que ésta había guardado el arma entregándoselo a su amiga Raquel Gago, que se encontraba en una calle próxima. En el escrito se afirma que el encuentro con Gago fue casual y que «no se dio cuenta de que Triana había dejado algo en su coche». Aún así, se recuerda que las tres imputadas se reunieron en casa de Triana horas antes del asesinato y que ésta realizó una llamada a Raquel cuando cogió el bolso con el revólver.

Pese a todo lo dicho, la defensa se empeña en desligar a Triana de lo ocurrido y pide su «inmediata puesta en libertad», contra la que tendrá que alegar la acusación estos días.

«Repugnancia» sexual

El germen de la obsesión de Montserrat con Carrasco y de la «persecución» a la que, según pretenden demostrar, ésta sometía a Triana, también se detalla en el escrito de la defensa, que se remonta a «un día de enero de 2010» en el que la presidenta de la Diputación citó a la joven (entonces empleada suya) en su casa y «trató de besarla agarrándola por la cintura con fuerza y demandándole relaciones sexuales» a las que Triana se negó, «sintiendo verdadera repugnancia» y ofendiendo a Carrasco con su rechazo.

«A partir de entonces comenzó un autentico calvario para Triana», destacan. La «echó» de Diputación «cuando todo el mundo sabía que la plaza era para ella»; no le dejó que cobrara las facturas por sus trabajos privados; «le envió inspecciones de Hacienda a diestro y siniestro»; le interpuso pleitos para que devolviera «un dinero que le había pagado la Diputación»; impidió que Triana tomara posesión de concejala en el Ayuntamiento de Astorga y no dejó que volviera a presentase en las elecciones de 2011; «vetó» el nombramiento que le habían «prometido» en la Junta y si algún empresario le ofrecía algún trabajo, al final «no se lo daba porque intervenía Isabel», relatan con todo detalle para demostrar que el acoso al que se veía expuesta Triana «parecía que no iba a terminar nunca» si no era con el fin mismo de la vida de la que creían responsable de sus desgracias.

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