Un hombre sostiene una bandera de Castilla y León
Un hombre sostiene una bandera de Castilla y León - f. blanco
sociedad

«Ahora sí que es una verdadera fiesta»

Alrededor de 25.000 castellano y leoneses disfrutan del día festivo en la campa, más familiar que reivindicativa

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«Confío en que la mañana de niebla se convierta en tarde de paseo y que los castellano y leoneses disfruten del día de nuestra tierra», señalaba el presidente de la Junta, Juan Vicente Herrera, tras visitar la exposición que este año alberga la Casa de Cultura de Villalar. Y así fue. Rondaban las once de la mañana cuando la niebla mañanera dejaba paso a un sol espléndido que invitaba a pasear. La animada recepción que a las diez de la mañana tuvo el dirigente regional -con la canción «Carolina», de M-Clan, sonando de fondo- preludiaba la jornada festiva que durante todo el día se vivió en la campa, la más familiar en los últimos años.

Y es que pocas pancartas reivindicativas se vieron durante todo el día.

Y sin embargo, muchas familias fueron las que se acercaron animadas por el buen tiempo. «Venimos a escuchar a mi yerno, que va a participar en el concurso de músicas de raíz con su grupo, «Pepe Colás y los Pumkifolkis, y de paso, a pasar un día en familia», decía Teresa Sancho, mientras intentaba abrirse paso en la Calle Real junto a sus nietos, a quienes dice intentar inculcar su simpatía por esta fiesta, «motivo de orgullo», pese a que se celebre una batalla perdida -la que terminó con el ajusticiamiento de Bravo, Padilla y Maldonado-.

Pasar un día «diferente» con los más pequeños de la casa era uno de los motivos principales de los muchos castellano y leoneses que se acercaron hasta el pueblo vallisoletano -unos 25.000-. «Ahora sí que es una verdadera fiesta», admitía Teresa Gómez, que año tras año ve desde su privilegiado balcón del número 8 de la calle Real como su pueblo se engalana para celebrar la fiesta de la Comunidad: «Me acuerdo de los dos primeros años, cuando no había más que peleas. Ahora todo ha cambiado y da gusto verlo», sostenía recordando como, en jornadas de calor, los vecinos de aquel entonces servían agua a los asistentes. A pocos metros de su casa, otro de los alicientes de la fiesta, el Mercado Comunero y la exposición Playmobil Comunero, que además de representar el contexto social de la Batalla de Villalar este año recoge cómo las revueltas se extendieron hasta el Nuevo Mundo.

Sin embargo, una edición más, lo más visitado fue la campa. Hasta ella se desplazó el grupo de jotas «Las Espigas» de Villaturiel (León), donde una abuela intentaba enseñar a danzar a su nieta. «Yo no entiendo mucho esta fiesta», confesaba. ¿Cuestión leonesista? «¡Qué va! Es que no celebraría una derrota!», justifica, reconociendo que era la primera vez que acudía. No le ocurría así a la palentina Miriam Antolín, ni a la vallisoletana Concha Álvarez, que año tras año se desplazan hasta la localidad de Tierra de Campos desde Villanueva de Duero con sus amigas -ese día, dejan a sus maridos en casa-. «Antes siempre veníamos a reivindicar. Ahora simplemente a disfrutar».

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