La presidenta del Frente Nacional, Marine Le Pen
La presidenta del Frente Nacional, Marine Le Pen - AFP

Jacques-Alain Miller: Contra la izquierda gnóstica

El psicoanalista y pensador Jacques-Alain Miller impartió el sábado un curso en Madrid en el que defendió la relevancia de las tesis de Lacan para explicar la derrota de Le Pen en las elecciones francesas

MADRID Actualizado: Guardar
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El viernes por la noche, tras aterrizar en Barajas con retraso, sin haber salido aún del aeropuerto, Jacques-Alain Miller conoció a Susana Pieter, una jovencísima abogada venezolana. Al día siguiente, Alain Miller, alumno de Sartre, discípulo de Lacan (uno de los más importantes intérpretes de Freud), fundador de la Asociación Mundial de Psicoanálisis (AMP), imparte en Madrid un curso de cuatro horas sobre psicoanálisis y política al que cuesta veinte euros inscribirse y que hace pequeña la sala principal del Edificio de la Prensa de Gran Vía. Decide invitar a Susana, que no tiene ni idea de psicoanálisis, menos aún de «lacanés» (esotérico idioma sólo al alcance de franceses y argentinos: basta decir que, en la presentación, dijeron que el tema de la conferencia tenía, agárrense, «estatuto de acontecimiento») a intervenir en su curso.

Susana Pieter hizo las veces de telonera a la espera que llegase la estrella. Alain Miller fichó a Pieter para que hablase de la muy bolivariana cartilla de racionamiento y de la policía de Maduro. Tras su breve intervención, una psicoanalista de Maracaibo (Venezuela) tomó la palabra para exponer las cuitas y penalidades a las que se ven sometidos los lacanianos en su país, muchos de ellos forzados al exilio. El presidente de la AMP, el español Miquel Bassols, confirmó que las peticiones de auxilio de los colegas venezolanos van en aumento. La fórmula es vieja como los puñetazos, pero funciona igual que cuando los cristianos en las catacumbas de Roma: nada como sentirse objeto de una persecución para cohesionar una colectividad.

El público escuchó con la atención y la sensibilidad que se le presuponen a un terapeuta, pero también con la inquietud de los prolegómenos que se demoran. El respetable no sintió amortizados sus veinte euros hasta que no oyó hablar de «transferencia negativa» y vio confirmada su intuición de que «la relación sexual no existe».

Jacques-Alain Miller, «blanqueado, renovado, pero todavía marxista», lleva unas semanas envuelto en pendencias con la izquierda francesa, la izquierda argentina, la izquierda española, la izquierda venezolana. La última, hace menos de una semana, fue por atreverse a escribir la evidencia de que los nazis exiliados vivían como marqueses en el Buenos Aires de Evita Perón. Uno de los muchos argentinos presentes en la sala se vio en la obligación de aclarar que, en la Argentina, «Evita es sagrada». Compensó su necedad con un chiste de una negrura catártica: «A pesar de que soy hijo de armenios», explicó, «no tengo interés en ser cabeza de turco». Alain Miller parece cansado de la cerrilidad de sus compañeros de filas, y se subió a la palestra con una advertencia de rockero consagrado:

-Jacques-Alain Miller primera época ha muerto. Háganle los reproches que quieran, está muerto. Ha nacido Jacques-Alain Miller segunda época, y no pagará las deudas de su antecesor.

El objeto del curso era el auge y caída de Le Pen en las elecciones francesas, pero lo cierto es que se pasó muy de puntillas sobre el tema sin que Miller descollase como analista político. El clan Le Pen con su turbia historia familiar y el simbolismo que la rodea (el ojo de cristal, las cenizas de la madre), así como los millones de francesitos con ganas de revivir a Vichy son temas sugerentes para abordar en clave psicoanalítica. Ahí podría salir a relucir Freud y el malestar en la cultura, Wilhelm Reich, la psicología de las masas…pero de nada de eso se habló. Según Miller, la fuerza del Frente Nacional en Francia se explica por el derrumbe del Partido Comunista Francés (PCF) en los últimos treinta años: «Si el PCF hubiese resistido a la posmodernidad, Le Pen no estaría donde está ahora. El PCF tenía un buen vínculo con la clase obrera, pero lo ha perdido y Le Pen ha ocupado su lugar».

Para Alain Miller, la disyuntiva de las elecciones presidenciales francesas era una: «Le Pen sí o Le Pen no». Una vez que el resto de fuerzas quedaron fuera de juego en la primera vuelta, para Miller no había duda de que la izquierda, contraviniendo la postura de Melenchon («me cae mal Melenchon, destruye la izquierda francesa»), debía votar a Macron para evitar la llegada de Le Pen al Elíseo. Así lo defendió en varios artículos publicados en Le Monde.

«Estoy harto del entusiasmo de la izquierda hacia las causas perdidas», dijo un airado Alain Miller, jadeando y callándose cada poco para recobrar el aliento, «defender una causa perdida es un acto de narcisismo. No me impresiona el radicalismo de semblante, de pequeños burgueses». Fustigó sin piedad la falta de autocrítica en la izquierda, y por eso no le duelen prendas en tildar de «odioso» a Nicolás Maduro.

Terminó advirtiendo contra una deriva religiosa que observa en las izquierdas: «La izquierda se está convirtiendo en un gnosticismo: el mundo es malo, ha sido creado por el Diablo. Todo es igual de malo, sin distinguir una cosa de otra: así es como piensa Melenchon. Darle la espalda a tu época no lleva a ninguna parte».

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