La imagen que aterró al mundo y acabó, al menos por varios decenios, con la era de los zepelines: el incendio del Hindenburg, el 6 de Mayo de 1937, en el aeropuerto de Lakehurst, Nueva Jersey
La imagen que aterró al mundo y acabó, al menos por varios decenios, con la era de los zepelines: el incendio del Hindenburg, el 6 de Mayo de 1937, en el aeropuerto de Lakehurst, Nueva Jersey - VIDAL/ABC

«¡Oh, humanidad! Está cayendo en llamas»

Se cumplen 80 años del incendio del Hindenburg, un gran logro técnico que se vino abajo ante los ojos del mundo entero y que supuso una dura humillación para Hitler

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«¡Está ardiendo!, ¡está envuelto en llamas!, ¡va a caer!». Con este dramatismo retransmitió el reportero Herbert Morrison , en la tarde del 6 de mayo de 1937, el espectacular final del dirigible alemán Hindenburg, un coloso de 245 metros de longitud, tres veces más largo que un Airbus A380. Era el dirigible más grande jamás construido, junto a su gemelo el Graf Zeppelin II, y un gran logro técnico que se venía abajo ante los ojos del mundo entero. «¡Oh, humanidad! El futuro está ardiendo en llamas», describió Morrison a través de la emisora de radio WLS de Chicago.

Las últimas investigaciones han probado que la tripulación intentó durante varios minutos mantener bajo control la parte trasera del dirigible cuando era ya pasto de las llamas.

A punto de aterrizar en Nueva Jersey (EE.UU.), debieron confiar en la posibilidad de un descenso controlado, pero el Hindenburg ardió por completo y se llevó con él la vida de 36 de las 97 personas a bordo.

Existe la teoría de que, si las cuerdas hubiesen llegado a tiempo al suelo, el Hindenburg podría haberse salvado

Las imágenes del incendio, que pertenecen a los archivos de la Marina de los EE.UU., muestran cómo la cola del dirigible se ladea y después surge una explosión. Las llamas, alimentadas por el hidrógeno altamente inflamable, devoran la nave en cuestión de unos minutos. La causa más probable reconocida es la carga estática que, debido a una tormenta eléctrica, encendió el gas. Cabe la suposición de que, si las cuerdas hubiesen llegado a tiempo al suelo, la corriente eléctrica podría haber sido descargada a tierra y el Hindenburg podría haberse salvado. Otros expertos han señalado que el fuego, aunque causado principalmente por el hidrógeno del dirigible, pudo haberse visto favorecido por la composición del revestimiento, lo que habría colaborado a acelerar la extensión de las llamas, elevando la temperatura hasta los 3.000 °C.

El suceso resultó traumático para Alemania, que acumulaba ya mucha experiencia en este tipo de naves, bastante más confiables por entonces que los aviones para viajar a largas distancias. El lujoso Hindenburg, apodado después el «Titanic del aire», recibió su nombre por el presidente del Reich Paul von Hindenburg (1847-1934), el mismo que había nombrado canciller a Adolf Hitler. Había sido construido y había volado poco más de un año. Era la gran joya de la especialidad alemana de los dirigibles y un viaje a bordo era un lujo al alcance de muy pocos. Disponía de habitaciones de grandes dimensiones, mesas engalanadas para cenas de gala, cómodos sillones tapizados e incluso un piano en la sala de fumadores. Sus ventanas ofrecían vistas panorámicas incomparables de los territorios que sobrevolaba y podía desplazarse hasta a 131 kilómetros por hora. Debido a que los EE.UU se habían negado a suministrar helio a los técnicos de Hitler, utilizaba como gas de sistema el hidrógeno.

Rumores de sabotaje

Hasta el momento del accidente, el LZ 129 Hindenburg había realizado exitosamente 63 vuelos desde su botadura en marzo de 1936 y había recorrido un total de 337.000 kilómetros trasladando a casi 7.000 pasajeros y 9.000 kilos de correo. Había hecho ocho veces el viaje de ida y vuelta a Sudamérica y otras once veces a Norteamérica, convirtiéndose en un gran anuncio publicitario de los avances técnicos y prosperidad de la Alemania de Hitler. Circularon rumores sobre un posible sabotaje por ese motivo y argumentando la gran experiencia de la tripulación en la manipulación del hidrógeno de modo seguro. Hasta la fecha la industria alemana de los dirigibles jamás había sufrido un accidente relacionado con la alta reactividad del gas. Aun así, y para mayor seguridad, se había la envoltura del Hindenburg para que no acumulara electricidad estática y evitar las indeseadas chispas.

Incendio del Hindenburg
Incendio del Hindenburg - ABC

Pero ninguna de esas precauciones pudo evitar que, tras haber cruzado el Atlántico, ya sobre la base de amarre en la Estación Aeronaval de Lakehurst y después de esperar varias horas a que el tiempo tormentoso permitiese la maniobra de atraque, sobreviniese el desastre. A las 19:25, cuando el Hindenburg ya había largado los amarres y se acercaba a la torre, se observó a popa un destello de fuego de San Telmo, las chispas inermes de electricidad estática, en la parte superior de la popa. Las llamas se extendieron rápidamente sobre la estructura mientras los pasajeros saltaban a tierra desde una altura de unos 15 metros.

Hitler, humillado

La retransmisión de Morrison, grabada en directo, fue emitida el día siguiente. Las imágenes del esqueleto en llamas dieron la vuelta al mundo e infligieron una dura humillación para Hitler, que ordenó terminar con la flota de dirigibles comerciales. El veterano LZ-127 Graf Zeppelin fue desguazado y el LZ-130 Graf Zeppelin II, recién salido de las naves de construcción, nunca llegó a realizar ningún servicio de transporte de pasajeros. Los restos del Hindenburg nunca volvieron a Alemania y fueron vendidos como chatarra. El episodio, de este modo, puso fin a la era de los grandes dinosaurios voladores.

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