Theresa May, durante el discurso
Theresa May, durante el discurso - REUTERS

May arrumba a Cameron y defiende un estado intervencionista

Los laboristas «no tienen el monopolio de la compasión», proclama la primera ministra, que quiere un Reino Unido más igualitario

CORRESPONSAL EN LONDRES Actualizado: Guardar
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Theresa May ha clausurado este miércoles la convención del Partido Conservador en Birmingham prometiendo «una revolución tranquila» para construir un Reino Unido más igualitario, «que funcione para todo el mundo», según rezaba el lema del congreso.

La primera ministra, que lleva solo 85 días en el cargo, quiso esbozar la filosofía de lo que será su mandato. Ofreció un conservadurismo paternalista e intervencionista, que supone un giro, al menos verbal, frente a lo que venían siendo los patrones ideológicos tories desde Thatcher. Frente al Estado pequeño que propugnaban liberales como la Dama de Hierro o David Cameron, May declaró que «es tiempo de recordar lo que puede hacer un buen Gobierno» y defendió con ardor que el Estado debe intervenir para corregir los fallos del libre mercado.

La hija del pastor anglicano, de 60 años recién cumplidos y criada en la Inglaterra profunda y eterna, repitió hasta el hartazgo que el Partido Conservador es ahora el de «las clases trabajadoras ordinarias», y también el que defiende la sanidad pública y a los funcionarios. May intenta claramente ocupar el vacío que está dejando el Partido Laborista bajo el errático liderazgo de Corbyn, un hombre al que nadie ve como primer ministro. «Los laboristas no tienen el monopolio de la compasión, acabemos con su pretensión de superioridad moral». Incluso llegó a decir que el laborismo es ahora el «nasty party», etiqueta que ella misma acuñó en 2002, en un congreso como el que ayer clausuró, para describir el anquilosamiento por entonces de la formación tory.

May presentó al Partido Conservador como una fuerza de centro entre «el izquierdismo socialista y el derechismo libertario», expresión la segunda que debió pitar en los oídos del notoriamente ausente George Osborne, el liberal que relazó la economía en la etapa de Cameron. «Si eres evasor fiscal, iremos a por ti». «Vamos a hacer que los mercados funcionen para la clase trabajadora», tronaba May, vestida con un elegante vestido granate y zapatos a juego, esta vez más sobrios de lo habitual. También criticó que las empresas contraten trabajadores extranjeros «poco cualificados» en lugar de formar a los jóvenes británicos que tienen cerca. A las Cámaras de Comercio británicas les ha sentado mal el tono del discurso: «Necesitamos sentirnos apoyados por el Gobierno, no alienados», y le recordaron la contribución del empresariado al país.

Anti extranjeros

En un tono casi de UKIP, la primera ministra dijo que trabajadores extranjeros de baja formación provocan que a veces los británicos «tengan bajos salarios o se queden sin empleo». En la misma línea anti extranjeros, una de las promesas que han salido del congreso es que en Inglaterra se habilitarán más plazas para el estudio de Medicina, a fin de que el servicio nacional de salud, el NHS, no tenga médicos de fuera.

El fervor patriótico fue lo que más funcionó ante la bancada tory. De hecho primera ministra fue más aplaudida cuando volvió a repetir sus frases nacionalistas sobre el Brexit que cuando propugnó su reforma social para construir «una gran meritocracia». «Nuestras leyes se harán en Westminster, no en Bruselas. Nuestros jueces no se sentarán en Luxemburgo, sino en juzgados de nuestro país. La autoridad de las leyes europeas en nuestro país se acabará para siempre».

La frase más aplaudida del discurso tuvo claro sabor a arenga nacionalista: «Nunca dejaremos que esos abogados izquierdistas pro derechos humanos arenguen y acosen a los más valientes de los valientes, los hombres y mujeres de nuestras fuerzas armadas”, a las que llegó a llamar “las mejores conocidas por el hombre».

May se siente fuerte, hasta el punto que arrancó su discurso tomándole el pelo al hombre que pudo reinar, Boris Johnson. El rey del humor fue esta vez la víctima de una broma, y no parecía disfrutar mucho escuchándola: «¿Hemos conseguido que Boris haya logrado por cuatro días centrarse en nuestro mensaje? Casi», bromeó May, arrancando una gran carcajada del inmenso auditorio de Birmingham.

Discurso filosófico

El discurso fue sobre todo filosófico, pues no anunció ninguna medida concreta nueva. Pero del congreso salen algunas conclusiones. El artículo 50 que inicia el Brexit se activará antes de finales de marzo. El Gobierno quiere que las empresas sigan accediendo al mercado único, pero jamás a costa de renunciar al control total de la inmigración o de tener que seguir bajo las leyes y los tribunales europeos. El objetivo de Cameron de lograr superávit fiscal en 2020 se aparca y se aumentará el gasto público, empezando por 2.000 millones de libras de endeudamiento a mayores para construir vivienda pública. Se lanzará un plan de reindustrialización del país y un programa de infraestructuras. Se endurecerá el control de la inmigración de trabajadores poco cualificados y estudiantes foráneos. Nace un nuevo organismo para controlar la situación de las relaciones laborales y proteger a los trabajadores y habrá cursos de informática gratis para las personas mayores.

Algunos de los pasajes del discurso, según ha destacado pronto la sagaz prensa local, fueron idénticos a los que pronunció Ed Miliban, el laborista que perdió contra Cameron, en un discurso en 2013 en que proponía congelar las tarifas eléctricas. Si Thatcher levantase la cabeza y apareciese en Birmingham sin duda le sorprendería lo que ha dicho la segunda mujer que ha alcanzado el Número 10.

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