Un palestino baja desciende con un cinturón de un muro israelí en Beit Hanina, la zona disputada de Jerusalén Este
Un palestino baja desciende con un cinturón de un muro israelí en Beit Hanina, la zona disputada de Jerusalén Este - AFP

La ocupación irrumpe en la recta final de la campaña israelí

Mientras la comunidad internacional insiste en la ilegalidad de los asentamientos, los israelíes continúan con su política de hechos consumados, Netanyahu ya se refiere a Jerusalén como la «capital indivisible del Estado judío»

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«¿Resoluciones de Naciones Unidas, condenas de la Unión Europea? ¿Piensas que existirán estos organismos dentro de unos años? No, pero los judíos sí y seguiremos en nuestra tierra», afirma sin ningún tipo de duda Daniel Luria, director de Ateret Cohanim. Esta organización se encarga de «ayudar a los árabes que quieren vender sus casas a judíos», unas operaciones que favorecen la expansión de la población judía a los barrios árabes de la ciudad ocupados tras la guerra de 1967. Mientras la comunidad internacional insiste en la ilegalidad de la anexión de esta parte de la ciudad santa, que considera la capital del futuro estado Palestino, los israelíes aplican la política de hechos consumados y llaman a Jerusalén «la capital indivisible del estado judío», según las palabras de Benyamin Netanyahu. A falta de 48 horas para la apertura de las urnas, este es un punto compartido por el Likud de Netanyahu y la Unión Sionista, alianza entre los laboristas de Isaac Herzog y el partido Hatnua de Tzipi Livni que encabeza los sondeos de intención de voto. En su reciente visita al muro de las lamentaciones en un acto de campaña Livni declaró que «este lugar santo, este lugar histórico, este lugar al que están unidas nuestras raíces permanecerá siempre bajo soberanía israelí».

Ajenos a las resoluciones de los organismos internacionales los sectores más ultranacionalistas piden además aplicar el modelo de Jerusalén Este a Cisjordania y anexionarse de esta forma la zona C, que desde los acuerdos de Oslo permanece bajo control militar exclusivo y control civil casi total de Israel (Oslo dividió Cisjordania en tres partes, sobre el papel el área A, bajo control civil y militar de la Autoridad Nacional Palestina (ANP) y el área B, bajo control civil de la ANP y control militar conjunto con Israel). «Debemos seguir trabajando en esta dirección para anexionar esta zona C y darle identidad israelí, lo mismo que hicimos con el Golán y con Jerusalén Este, áreas que con el paso de los años el mundo ya ha comprendido que son nuestras», confesó Naftali Benet, líder de La Casa Judía, que alcanzará once escaños según los sondeos, en la presentación de su campaña en el Club de Prensa de Jerusalén.

En la Oficina de Coordinación de Asuntos Humanitarios ( OCHA, por sus siglas en inglés) de Jerusalén siguen con «preocupación» este plan de anexión sobre todo «desde una perspectiva humanitaria porque genera un marco de mayor desprotección para las comunidades», afirma María José Torres, subdirectora de OCHA, para quien «Israel rompe lo firmado en Oslo y considera que el acuerdo les ha dado derechos soberanos sobre ese territorio». El organismo internacional calcula que en esta parte de Cisjordania, que supone el 60 por ciento del territorio palestino, habitan 300.000 personas y se preguntan «¿qué va a pasar a partir de ahora con ellas? Porque la ocupación es algo temporal, mientras que la anexión no», reflexiona Torres.

Debate sobre los asentamientos

La ocupación es un tema que apenas inquieta a los israelíes, según las encuestas publicadas estos días en los que los problemas socio económicos que sufre el país son su principal quebradero de cabeza. Sin embargo, la defensa de los asentamientos se ha convertido en arma arrojadiza entre las dos principales fuerzas. Netanyahu alerta de que «si no gana el Likud, la Unión Sionista cederá a las presiones y volverá a las fronteras de 1967», tal y como exige la normativa internacional. Para el líder conservador «cualquier cesión de tierra en la situación actual que atraviesa Oriente Medio supondría el ascenso automático de los islamistas radicales» y para ello pone la retirada de Gaza en 2005 como ejemplo. La alianza de Herzog y Livni se muestra menos tajante en sus declaraciones y hablan de «retomar el diálogo» con los palestinos, pero la historia demuestra que los laboristas son los padres de los asentamientos y durante sus mandatos se ha mantenido el ritmo de expansión de las colonias ilegales.

«Todas las listas sionistas promueven anexiones de algún tipo y por eso no podemos ver ninguna con buenos ojos, nadie defiende el fin de la ocupación», denuncia Xavier Abu Eid, portavoz de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP). Los comicios no despiertan expectación al otro lado del muro donde piensan que gane quien gane el conflicto seguirá abierto.

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