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El Gato

Cádiz Actualizado: Guardar
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Antonio Martín lo sabe, la fama fuera de Chipiona se la dio su prima, Rocío Jurado, que hablaba de él y de su bar por donde iba. “La gente si sabía que estaba Rocío en Chipiona venían aquí por el solo hecho de pensar si ella vendría a comer”, afirma. A la vez que cuenta como la coplera se lanzaba a cantar junto a la cristalera y llenaba la calle de gente. “Era así de espléndida”, añade.

Su homenaje es un saloncito al fondo del bar, con su nombre y las paredes llenas de recuerdos, bromas y reuniones captadas por una cámara.

Este bar comenzó como muchos planes inesperados, casi sin proponérselo. En el año 64 Antonio puso una tienda de comestibles.

Allí se juntaban el “Picoco”, que se dedicaba a contratar artistas, y Miguel Criado, veedor de toros. Se sentaban por las noches, en las mismas cajas de madera de la leche, y le pedían jamón y que abriera alguna botella de vino. “Ellos hiceron que abriera el bar”. El lugar fue creciendo, y la tienda de comestibles se convirtió en supermercado.

Ahora, su restaurante se llena, sobre todo en verano, buscando muchos aquel lugar donde Rocío pasaban los ratos. Pero se encuentran aquí, cerquita del Santuario, una sorpresa que ya saben los chipioneros: la comida es buena. Cazón en tomate, atún encebollado, la espalda a la plancha, acedías o pijotas fritas, o un guiso de papas con chocos, por poner algunos ejemplos. En resumen, lo tradicional. Pero para el desayuno se sale de los establecido, los de la zona le piden los “cachitos”: una viena a rebosar de tocino, chorizo y salchichón troceados y calientes, sin que falte el café.

Su homenaje a Rocío no queda solo en el salón, a la corvina a la roteña le puso a “lo Rocío Jurado”. “Yo ya no me acuerdo si me lo pidió ella o yo dije de ponerlo, son cosas que pasan y ya ni te acuerdas”, termina Antonio, siempre con una sonrisa en la cara.

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