Villa Marizzina
Villa Marizzina - ABC

A la venta por 27 millones de euros el último refugio de Andrés Vladímirovich Romanov

El primo del zar Nicolás II vendió esta villa para hacer frente a las deudas de juego de su mujer

Madrid Actualizado: Guardar
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Villa Marizzina, el fabuloso palacio blanco que se encuentra sobre el precipicio de Cap d’Ail, a escasos kilómetros de Mónaco, ha salido a la venta por 27 millones de euros. Esta maravilla arquitectónica cuenta con tres salones, dos cocinas, siete dormitorios, siete baños, sala de cine y parking para seis coches. Un total de 506 metros cuadrados que mandó construir la condesa de Morla en 1901 y, años después, fue alquilada por el gran duque Andrés Vladímirovich Romanov, primo del zar Nicolás II. Esta casa sirvió durante muchos años al aristócrata ruso como refugio para dar rienda suelta a su relación clandestina con la famosa bailarina Mathilde Kschessinska. Un romance prohibido que supuso todo un escándalo en la corte de los Romanov, entre otras cosas, porque «la prima ballerina assoluta» de Rusia había sido amante de juventud del zar Nicolás y posteriormente protagonizó un ruidoso «ménage a trois» con el gran duque y otro de sus primos, Sergei Mikhailovich.

Aunque el escándalo estaba servido, se acrecentó cuando la bailarina tuvo un hijo secreto.

Tras el estallido de la Revolución Rusa, en 1917, el gran duque y Mathilde huyeron de San Petersburgo y se instalaron en este palacete de la Riviera francesa. Al poco tiempo se dieron el «sí, quiero» en Cannes, el aristócrata reconoció a su hijo y la bailarina recibió el título de princesa.

Esta historia de intrigas palaciegas llegará a la gran pantalla el próximo otoño, que se prevé caliente en Moscú. Al centenario de la Revolución bolchevique se unirá, el mismo 25 de octubre, el estreno de «Matilda», la superproducción del director Alexei Uchitel. El mismo revuelo que causó este «affaire» cuando ocurrió ha provocado ahora la noticia del estreno de la película. El escándalo ha estallado entre los sectores ultraortodoxos, como el Estado Cristiano Santa Rusia. Consideran el largometraje una ofensa, ya que hiere la sensibilidad de los creyentes, pues atenta contra un episodio de la vida de un santo. Por eso, animan a prender fuego a las salas que se atrevan a exhibirlo. Lo que significaría la escenificación de la Revolución Rusa.

Orígenes

Mathilde Kschessinskaia, Malechka, de origen polaco, comenzó bailando en la Escuela Imperial de Ballet de San Petersburgo, una institución protegida por los mismos zares. A los 18 años debutó en el teatro Mariinski ante el propio zar, que la quiso conocer por su gran belleza y dotes artísticas. En la cena de gala, la sentó junto a su hijo. El entonces zarevitch Nicolás tenía 22 años y, según los mentideros de la época, quedó perdidamente enamorado de ella y mantuvieron un apasionado romance que duró tres años, hasta que Nicolás subió al trono. Entonces el zar encargó a uno de sus primos, Sergei Mikhailovich, que cuidara de ella. El aristócrata no tardó en prendarse por ella, pero en este caso Mathilde no le correspondió. Aunque sí se dejó querer, pues él la cubrió de joyas y caprichos.

Pero en 1900 la bailarina conoció a al Gran Duque Andrés Vladímirovich, por el que se sintió fascinada. Durante un tiempo mantuvo una relación a dos bandas con los dos primos. Tuvo un hijo del que nunca se supo seguro quién era el padre. Ambos primos se odiaron, pero la bailarina eligió a Andrés. Cuando se instalaron en esta gran villa de la Costa Azul, a la que rebautizarían como Villa Alam (Mala al revés, pues así era conocida Mathilde). En 1929 el matrimonio estaba completamente arruinado por las deudas de juego de Mathilde en el Casino de Montecarlo. Tuvieron que vender la casa a la Princesa Odescalchi que la rebautizó como Villa Marizzina, e instalarse en París, donde ella abrió una academia de danza por donde pasaron desde Alicia Markova hasta Margot Fontaine. Él, con su imponente figura, cuentan que fue uno de los muchos rusos que tuvo que conducir un taxi en París para sobrevivir tras las guerras.

En cuanto al futuro de la mansión, la Princesa Odescalchi legó la propiedad, tras su muerte en 1985, a su mayordomo, que a su vez la vendió a un empresario ruso que la restauró. Este último dueño es el que la ha puesto a la venta recientemente a través de la agencia Engel & Völkers.

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