Un país para escuchar y respirar

En un bosque de Galicia, a la orilla de un río en la Sierra de Gredos o en Tenerife halló esa paz que dista del cliché de la España de fiesta y música

Tenerife ABC

Jolanta Tarocinska

los primeros recuerdos de España me llevan a mis 24 años , con la carrera recién terminada y apenas 100 euros en el bolsillo , mucha ilusión y ganas de empezar una aventura. Pasé el primer verano entre Madrid y la costa Mediterránea . Allí, además de aprender a pelar gambas (por cierto, los españoles no son conscientes de lo difícil que resulta atreverse a comer esos bichos extraños con ojos negros que se clavan en tu rostro), descubrí que las palmeras existen más allá de las postales de lugares exóticos (que es donde yo las había visto hasta entonces). Aún me sonrío a mí misma recordando la cantidad de fotos con árbol que me hice para enviarlas a mi familia en Polonia.

Del verano en Madrid guardo el recuerdo imborrable de paseos solitarios, kilómetros de calles recorridas c ada día al calor de los meses de julio y agosto, cuando apenas yo y algún perro despistado nos aventurábamos a buscar sombra por las aceras. Disfrutaba tan intensamente de descubrir la ciudad , que el calor se hacía soportable. Admiraba con asombro la belleza de las fachadas y los balcones que se aparecían detrás de cada esquina. Por supuesto las magníficas avenidas y monumentos que me parecían increíbles, pero también las callejuelas, las viejas puertas o tejados de los edificios antiguos, plazas pequeñas donde igual paraba uno solamente para encender un cigarro.

No sé cuántas veces he recorrido solamente el barrio de Lavapiés o La Latina ... ¡Ah! ¡Y las vistas al lado de unas palmeras cerca del Templo de Debod! De Madrid se puede disfrutar de mil maneras, indudablemente. Durante estos paseos, paso a paso, me enamoré de esta ciudad y me dije « aquí voy a vivir ».

Me instalé en Madrid unos años, luego la vida me llevó a Alemania donde estuve con mi familia durante cinco años y volví a España ya con mis tres hijos . Solamente el hecho de aterrizar en Barajas me hizo sonreír y me sentí como en casa. Ahora disfruto España aún más si cabe.

Los extranjeros tenemos el estereotipo de la España de fiesta, música y noches que no acaban. Y es cierto, no me cabía en mi cabeza ver por primera vez tanto tráfico y calles llenas de gente en Madrid las noches de mi primer verano . Pero este país es mucho más. Es perfecto para parar. Parar, respirar y escuchar. En un bosque de Galicia , a la orilla de un río en la Sierra de Gredos, en Tenerife comiendo en un pueblecito de tres casas en la orilla del océano alejado de turistas o en cualquiera de los pueblos pequeños que inundan España cargados de historia y patrimonio. Me considero una persona muy entusiasta y para mi aquí cada rincón de este país me hace sentirme viva .

Y no solamente por la naturaleza, la arquitectura, música o comida (que por cierto es algo maravilloso, con unos sabores incomparable). Es sobre todo por la gente, y su hospitalidad, lo que me hace disfrutar de mis vacaciones y de mi vida. Por eso estoy aquí. Nunca me arrepentiré .

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