La «alegre» parroquia de la Barceloneta

Una ciudad que recuerda a Lima. La periodista peruana Yolanda Baccaro busca en Barcelona los rincones que le transportan a su tierra natal

REUTERS

Yolanda Vaccaro

Es probable que la fama y la fortuna de Hugo «Cholo» Sotil , a su paso por las filas del Barça -llegó al club en 1973, para jugar junto al mismísimo Johan Cruyff -, sea uno de los motivos por los que a los peruanos, especialmente a los limeños, nos atraiga tanto Barcelona, un gusto impregnado en una suerte de memoria colectiva. Sin lugar a dudas, también tiene que ver con ello el hecho de que la Ciudad Condal cuente con mar, algo que la acerca al paisaje de Lima.

El caso es que Barcelona resulta siempre un destino atractivo para la gente de Perú. Me gustan los destinos que combinan playa y ciudad, así que marqué este como el de mis breves vacaciones del presente verano. Allí fui acogida, en su hermoso piso del Eixample, por una querida amiga originaria de Lérida.

Por si acaso...

Los periodistas nunca descansamos -no se exagera cuando se dice que este oficio es, en realidad, «un apostolado»-, así que antes del viaje solicité al Departamento de Comunicación de la Generalitat una entrevista con el presidente Quim Torra . Por si acaso. Me respondieron muy amablemente con una negativa y prometieron que me avisarían cuando «llegue el momento adecuado».

Traigo a colación este asunto de la solicitud de entrevista porque, aunque he ido a Barcelona en innumerables ocasiones a lo largo de los últimos años, esta era la primera visita que hacía a esta hermosa ciudad tras los sucesos alrededor del «procés» . Así que no pude evitar que mis primeras miradas a la localidad estuvieran condicionadas por todo ello. Mi agradable sorpresa fue que el «procés» no ha protagonizado en absoluto mi visita. Barcelona volvió a ser para mí la ciudad acogedora y amable de siempre, abierta al turista.

Paseos por sus calles y plazas, así como visitas diarias a la Barceloneta , formaron parte del menú de esos días de descanso. Como buena playa de ciudad, no es precisamente frecuentada por la población local, que suele preferir alejarse del centro si se trata de disfrutar del mar. Así que su ambiente resulta sumamente variado. Los días que pasé allí aún se celebraba el Mundial de Fútbol de Rusia y, cada vez que jugaba Inglaterra, la playa se llenaba de una alegre hinchada inglesa, aunque en ocasiones algo pasada de copas. Nuestros «vecinos» en la Barceloneta, que rotaban de forma continua sobre la arena, eran estadounidenses, franceses, rusos... Y algún que otro español. En realidad, ese es el paisaje que se dibuja prácticamente en todo el centro barcelonés, algo típico sobre todo en verano, según me confirmaban mis amigos catalanes.

Guiada por mi anfitriona, eso sí, degustamos gastronomía española de la buena, no de aquella hecha «para guiris». En un restaurante situado en el paseo marítimo dimos buena cuenta de deliciosas paellas, parrilladas de pescado -al estilo del «pescaíto frito» andaluz- fideuás y otras delicias de la sabrosa y saludable cocina mediterránea. Una estupenda metáfora de la riqueza y la calidad de la cultura española con la que los latinoamericanos nos sentimos tan identificados y tan a gusto.

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