Anthony Quinn y Iolanda Addolori en 1990
Anthony Quinn y Iolanda Addolori en 1990 - EFE

Iolanda Addolori, la mujer ante la que se rindió Anthony Quinn

La segunda esposa del actor se hartó de sus infidelidades y maltratos y pidió el divorcio

Corresponsal en Roma Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

Esta semana ha muerto la segunda mujer de Antony Quinn, la italiana Iolanda Addolori. Vivieron un matrimonio tumultuoso, salteado con un sinfín de infidelidades y abusos. Quinn y Addolori, veneciana, 20 años más joven, ayudante de vestuario, a la que había conocido en Roma, en Cinecittà, en 1961, mientras rodaba Barrabás, se casaron en 1966, tras el divorcio de Quinn de su primera mujer, Katherine De Mille, hija adoptiva del director Cecil De Mille, con la que tuvo cinco hijos. Los litigios de Quinn y Addolori, también en los tribunales, fueron legendarios. Una vez, en un avión que los llevaba a Italia, comenzaron a pelearse en la fase de despegue y en el aterrizaje acabaron abrazados.

Tuvieron tres hijos: Lorenzo, arquitecto, Danny, también actor, y Francesco, que murió en el 2011, a los 48 años, por un infarto.

En su vida privada, Quinn se mostró siempre tan vigoroso y apasionado como lo fue en el cine. La «love story» de Quinn y Addolori fue una de las más cotilleadas de Hollywood. Infatigable play boy, durante los casi 30 años de matrimonio con Addolori tuvo una relación extramatrimonial con Friedel Dunbard, que duró desde 1971 hasta 1985, de la que nacieron dos hijos. Durante decenios en Hollywood, el actor fue el símbolo del macho y duro, viril y de sangre caliente, acabó su borrascoso matrimonio con la italiana en los tribunales (en 1995) porque mantenía una relación con su secretaria Kathy Benvin, 47 años más joven, de la que tuvo dos hijos, Antonia (1993) y Ryan (1996). La pareja se casó en 1997, cuando Quinn tenía 82 años y ella 35.

Addolori soportó las infidelidades hasta que nació Antonia. Entonces pidió el divorcio y le hizo pagar todas sus escapadas e infidelidades. La batalla final en los tribunales estuvo a la altura de la turbulenta relación de la pareja y se resolvió entre durísimas acusaciones: Addolori contrató al mejor abogado divorcista americano, Raoul Folder; y Quinn, para no ser menos, se hizo con los servicios de Barry Slotnick, abogado que se hizo famoso en el proceso de O.J. Simpson, uno de los más mediáticos de América. Fue un juicio en el que se lavaron en público los trapos sucios con intercambio de cañonazos dialécticos.

El abogado de las celebridades neoyorquinas, Slotnick, disparó esta acusación contra Adollori, en marzo 1995: «La celosísima mujer italiana de Quinn corre el riesgo de ir a la cárcel por haber pagado 40 millones de liras en efectivo a un detective privado, para dañar físicamente a Benvin, la treintañera amante del marido, y a Antonia, su hija de un año y medio. No puedo confirmar por ahora si la señora Quinn ha tratado de asesinar a la rival y a su hija. Es un asunto muy delicado e ilustraré al tribunal las pruebas concretas del complot», dijo el abogado del actor. Addolori se defendió entre lágrimas, acusando a Quinn, a su amante y al abogado Slotnick: «Han orquestado un absurdo complot. Sé muy bien que ha sido ella la causante. Es una serpiente. Ella tiene todo en mano, porque era la secretaria. Es triste que Anthony haya perdido la luz de la razón. Está embobado y manipulado por esa mujer. Yo solo quiero lo que me corresponde. Me he quedado sin nada, mientras él gasta y gasta para ella, y antes en innumerables amantes que ha mantenido escondidas. Lo he perdonado siempre para tener la familia unida. Ahora basta».

Un padre violento

Quinn, padre de doce hijos, quería que la historia lo recordara como un legendario actor, ganador de dos Oscar, como el intérprete excepcional de decenas de películas, algunas inolvidables, desde «La Strada» de Federico Fellini a «Zorba el griego», desde «Viva Zapata» a «Las sandalias del pescador». No contaba con la mala imagen que se ofrecería de él en el proceso de divorcio de Addolori. Con la arrogancia del macho latino, creyó que en el juicio tendría a los hijos de su parte. Pero se equivocó. Su hijo Danny hizo ante el tribunal unas acusaciones imprevistas, despiadadas: «Era violentísimo; cada vez que mamma se lamentaba de sus infidelidades, gritaba, rompía platos, la pegaba». El juicio acabó de la peor manera posible para Quinn: Con la imagen de marido violento y pagando, según indiscreciones, 10 millones de dólares a Iolanda, además de algunas obras de arte de su colección, que incluía cuadros de Picasso y esculturas de Henry Moore. Así, Zorba el griego acabó rindiéndose a la italiana Addolori y se refugió en los brazos de su joven mujer Kathy, sin renunciar nunca a su vitalidad y a sus pasiones.

Ver los comentarios